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 Francisco Zúñiga  

 

   
  1912-1987      
Exposiciones:
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Colectivas
Biografía
Premios
Obras
Comentario

 
1912 Nace en San José, Costa Rica, el 27 de diciembre de 1912.
1927  Curso de dibujo académico en la escuela de Bellas Artes, San José de Costa Rica.

1928 a 1934

Ayudante de escultura en el taller de imaginería religiosa de su padre: tallado de imágenes. Información relativa al arte clásico y moderno: los impresionistas, cubistas y expresionistas. Información acerca el arte precolombino y el movimiento del muralismo mexicano.
 1935 Talla una maternidad en piedra, en tamaño mayor del natural, con la que obtiene el primer premio de escultura centroamericana.
  1936 Proyecta viajar a Europa, pero lo impide la Guerra Civil de España. Decide viajar a México. Estudia pintura con Manuel Rodríguez Lozano, y trabaja la talla directa en la escuela Esmeralda".
   1937 Colabora como ayudante del escultor Oliverio Martínez en las esculturas del "Monumento a la Revolución de 1910".
                     

1938 a 1942

Colabora con el escultor Guillermo Ruiz en obras monumentales de bronce para el gobierno de Lázaro Cárdenas 1938 Maestro de escultura en la escuela "La Esmeralda".
  1943 Integra el grupo de maestros de la escuela de pintura y escultura "La Esmeralda", de la secretaría de Educación Publica hasta 1970.
  1946  Realiza su primera obra monumental de escultura en la presa Manuel Ávila Camacho, Valsequillo, Puebla, México. Durante 16 años realiza una labor continua de monumentos públicos, estatuas de héroes y escultura integrada a la arquitectura, fuentes y monumentos.
  1947 Matrimonio con Elena Laborde, mexicana. Tienen tres hijos: Ariel, Javier y Marcela.
  1951  Realiza el monumento a Ramón López Velarde, en Zacatecas, México.
  1953-1954.  Ejecuta la fachada escultórica de la secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (S.C.O.P.) y la alegoría del mar y un relieve en el edificio del Banco de México, Veracruz, Veracruz , México.
  1964 Realiza las fuentes "La juventud" y "Física nuclear", en bronce para el Nuevo Chapultepec, México D.F.
  1967 Primer viaje de estudios a Europa (España, Italia, Francia y Holanda).
  1969  Exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de México.
  1972  Realiza sus primeras litografías en San Francisco, California.
 

1974 a 1983

Hace una serie de litografías en Kyron Ediciones Gráficas Limitadas, S. A., México D.F.
  1976-1977 Para el pueblo de Costa Rica realiza él "Monumento al Agricultor" y el grupo "La familia", en bronce.
 

1978 a 1981

Trabaja cada año una temporada en Carrara, Italia. Esculpe para exposiciones en Estados Unidos y Europa. También se dedica a la gráfica en París y Barcelona.
 

1978 a 1981

Varias exposiciones personales de esculturas, dibujos y litografías en Europa.
  1981  Nomina di accademico con medaglia d'Oro. Academia delle Arti e del Lavoro, Parma, Italia. Viaja a Alemania, Londres, Egipto y Grecia.
  1983  Trabaja litografía en Zurich, Suiza y Barcelona.
  1984  Participa en la Tercera bienal de escultura (Museo al Aire libre de Hakone, Japón). Obtiene el Tercer Gran Premio exhibición Kotaro Takamura con su "Grupo frente al mar".
  1984-1985. Realiza el grupo "Tres edades", en bronce, para un parque público de la ciudad de Sendai, Japón.
     

1964 Ferrero Luis

Francisco Zúñiga, escultor. En: “Orbe”, Año 27, No.151, mayo de 1964, Pág.10.

 LUIS FERRERO

 

FRANCISCO ZUÑIGA, ESCULTOR

 

Quiero referirme esta vez a un costarricense que hace años vive en México y que ha incorporado su obra a la de este país y, además de haber sentado allá su tienda, ve crecer a su alrededor descendientes. Me refiero al escultor Francisco Zúñiga. Él está auscultando e influyendo bastante en la cultura de México y creando, junto con otros, la conciencia nacional, el verdadero sentido mexicano, sin perder ni un ápice del espíritu universal que mueve al hombre.

 

Nació en San José, Costa Rica, en 1912. Desde muy joven se dedica a la escultura y aprendió los rudimentos técnicos en el taller de su padre, revelando desde entonces su potencialidad creadora

Gracias a su cercanía a Juan Manuel Sánchez, quien ya pregonaba conceptos acerca del arte precolombino como precursor de muchos de los “ismos” europeos que conmovieron el quehacer artístico a principios del siglo 20, Francisco Zúñiga se acercó a las “piedras historiadas de que hablaba también don Joaquín García Monge. Zúñiga se convirtió en eterno enamorado del arte precolombino. Estudioso fecundo y de ideas muy bien cimentadas.

En su celebre “Monumento a la madre” (1935), se encuentran algunos gérmenes de su inquietud estética ampliamente desarrollada en su obra realizada en México.

Oyó el clarinazo de la Escuela Mexicana Contemporánea de Arte y acudió a templar sus conocimientos y a ganar nuevas vivencias artísticas, a comunicarse con todo lo excelso que México ofrece al estudioso despierto. La observación y convivencia con el pueblo de este país fertilizaron en Francisco Zúñiga los estratos de su temática escultórica, brotada más tarde lozana con sentido de neta mexicanidad, y que fija los cánones de la belleza mestiza de América, principalmente con sus mujeres que parecen estatuas y que, sin embargo, tienen una potencia vital que pareciera quiere brotar cuando menos lo esperamos.

Hace ya algunos años enseña escultura en la Escuela de Artes Plástica, más conocida con el nombre de “La Esmeralda”. Es muy querido y respetado tanto por sus discípulos como por los artistas que frecuentan esta escuela. Yo lo vi, rodeado de cariño y admiración, de respeto y simpatía.

También dirige el taller de canteros de la Escuela de Artesanos Maestro Lazo, de la cual a no dudarlo, saldrán los futuros escultores de México.

Zúñiga vio en sus constantes investigaciones posibilidades de dar consideración de gran arte a la escultura pública contemporánea, uniéndola a la arquitectura, religando ambas artes con funciones técnicas y estéticas. Cuando vi sus murales escultóricos en el SCOP o en Veracruz o en la represa de Valsequillo sentí el ramalazo de los grandes creadores mayas, toltecas, mexicas, etc. De ahí que en toda su obra pública de los últimos años subsisten esos principios unidos a su monumentalidad tan característica. Aspira a un movimiento de envergadura dentro del arte mexicano, y al verlo trabajar con tanto afán y fe nos trae  el recuerdo del innato artista poseído por la creación.

Como “iniciador de una corriente decisiva de autóctona” ―concepto de la critica de arte Margarita Nelken―, Francisco Zúñiga trata además de reunir lo arquitectónico con lo escultórico, como se observa en los frisos del Banco de México en Veracruz y en el nuevo edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas SCOP, donde lo creado no sólo es recreo visual sino necesidad funcional. Proyectar la escultura al paisaje, incorporarla gigantescamente a la tierra como en la Presa de Valsequillo, de figuras esculpidas en piedra, simbolizando la Fertilidad, el Trabajo y la Cosecha. Figuras en feliz concepción ligada a valles, colinas, villas, al pico nevado del Itztacihuatl. En fin, él ha brindado arte de suma calidad estética y funcional y lo ha hecho popular, ligado a muchedumbres. Arte que habla de cosas de la esencia humana porque lo humano siempre es lo importante.

En Veracruz, Zacatecas, Valsequillo, y otros tantos lugares, al aire libre, cercana al pueblo, con su mensaje para el pueblo, está la obra  realizada por Zúñiga, patentizando un alto grado de creación artística y ennobleciendo la escultura mexicana contemporánea, colocándola en un nivel parecido a la pintura muralista de ese país. Ya nadie podrá negar: hay un renacimiento escultórico que complace reconocer y nos gustaría mucho ver acrecentado

Con Francisco Zúñiga la escultura adquiere un inaudito vigor y no es atrevido decir que Zúñiga es uno de los más grandes escultores de América

Costa Rica debe sentirse orgullosa de este hijo suyo que ha sabido honrarle, y darle sentido humano al bello y conceptuoso poema de León Felipe ”El Hijo Pródigo” que se va, sienta tiendas, fructifican sus esfuerzos y tiene multitud de descendientes. Zúñiga ha sabido prestigiar nuestra tierra, además, de la que bondadosa lo acogió.

 

En: “Orbe”, Año 27, No.151,

mayo de 1964, Pág.10.

  1987 Ferrero, Luís

 

1964 Amighetti, Francisco
El pintor Francisco Amighetti habla de Francisco Zúñiga. En: “La Nación”, domingo 6 de setiembre de 1964, p. 75.


EL PINTOR FRANCISCO AMIGHETTI
HABLA DE FRANCISCO ZÚÑIGA

Hemos considerado de gran interés para nuestros lectores, la conferencia que el profesor y pintor Francisco Amighetti dictó en días pasados para los Amigos del Museo Nacional. La asistencia fue muy numerosa, pero al mismo tiempo un grupo de estudiantes no pudieron recibirla. Por esto, y a petición de los estudiantes de la Casa del Artista, y de numerosas personas, le pedimos al señor Amighetti, nos permitiera reproducirla.

La obra ejecutada por Zúñiga, es considerable. A la edad de 52 años ha creado ya un conjunto monumental y épico, y es constante la potencia de su creación artística.
Francisco Zúñiga es el nombre del escultor costarricense, quien nació en 1912 y que a los 23 años partió para México en donde ha permanecido hasta hoy, y en el cual ha hecho su obra principal.
Picasso nació en España y ha vivido en Francia, y se le considera tanto pintor español como francés. Francisco Zúñiga quien ha conservado su nacionalidad costarricense, se conoce generalmente como escultor mexicano, porque ha sido en esta tierra mexicana donde Zúñiga ha definido el concepto de su escultura en una obra hecha sin desfallecimientos.
Creo interesante hacer notar que su producción artística no ha sido hecha exclusivamente para ser absorbida por las galerías y colecciones personales. Al contrario, Zúñiga, en 1954 dijo: “Lo importante es que la obra salga a la calle. Se ponga en contacto con la gente”.
Así, en Costa Rica, la obra más importante que ejecutó Zúñiga en su juventud es el Monumento a la Madre, que puede verse hoy en la Maternidad Carit donde ha sido colocada.
En México, las esculturas de Zúñiga aparecen en lugares públicos, en Puebla, Oaxaca, Zacatecas, Veracruz y el Distrito Federal.
El propósito del escultor es que sus obras editen sus formas en el viento. Ha sido conseguido. Sus esculturas se levantan en el silencio del paisaje integrándose a la Naturaleza. Se miran en el agua o se bañan en las fuentes de los parques, entre los árboles y también en los lugares de mejor congestión urbana. No es lo mismo ver las esculturas del Partenón en el Museo Británico que colocadas en los lugares en donde se planeó situarlas, a la altura, conveniente y bajo la luz clara de Grecia. La escultura que ornamentaba el templo griego estaba situada en los puntos vitales de la arquitectura para ofrecer un mensaje. Les hablaba a los hombres, en el lenguaje del mármol de sus luchas y de sus victorias en donde el mito y la historia se entrelazaban. Les recordaba a las generaciones el heroísmo de sus antepasados y la proyección de sus dioses, y estas formas en acción tenían gran resonancia entre los hombres.
Zúñiga coloca el bloque de granito de su Monumento a la Madre, en el lugar en donde las mujeres mismas pueden reconocerse en la exaltación que el escultor hace de una de sus funciones más sagradas de la mujer. En México, en los edificios públicos, a la orilla del mar, en los parques, en los estadios, en las fuentes y en los jardines, el artista enriquece el paisaje con la alegría de sus formas en relieves y en esculturas de bulto en donde aparecen los héroes, los poetas, los estadistas, o recuerda -en grandes alegorías- “La riqueza del mar” y “El trabajo”. Los niños de México crecen mirando las esculturas. Las vendedoras indígenas se dan cuenta de que las figuras monumentales poseen sus propios rasgos y son en cierto modo una proyección de sí mismas.
Zúñiga ha logrado entregar sus obras no a una reducida élite, sino al pueblo para que éste las disfruta a su manera. El sentido de un arte ligado a la comunidad en que vive, con un sentido social de difusión, se enlaza con una de las preocupaciones fundamentales de gran parte de los artistas del siglo 20, la integración plástica, ésta busca la síntesis realizada en las grandes épocas del pasado entre la arquitectura, la pintura y la escultura.
Zúñiga se forma en el taller de su padre como en el Renacimiento cuando los artistas salían de los talleres. También, va a pasar lo mismo en Costa Rica en las primeras cuatro décadas del siglo 20. Los aprendices de talleres van a convertirse en los artistas de dos generaciones como sucedió con Juan Rafael Chacón, Juan Manuel Sánchez, Max Jiménez y Néstor Zeledón Varela.
Hay que advertir que en esta época la Escuela de Bellas Artes no ofrecía cursos de escultura.
El escritor Luis Ferrero-Acosta dice en un artículo escrito hará siete años, a propósito de un comentario sobre Juan Rafael Chacón:

“que cuando se escriba la historia del arte en Costa Rica habrá que destacar que nuestros mejores escultores han salido del humilde taller, y no de las pomposas academias”.

El aprendiz empieza en los talleres lentamente a conocer y a manejar los materiales y las técnicas tradicionales en los años que no se atienden teorías sobre el arte, interesándose primordialmente por forjarse un sólido oficio. Por otra parte, a Costa Rica llegaban con mucho retraso los movimientos artísticos a través de algunos libros y revistas, el único medio de vislumbrar algo que lo que pasaba en el mundo de las artes plásticas.
Nuestro Museo no presentaba como ahora exhibiciones del arte de otros países, y sólo podía verse el arte precolombino mal iluminado y peor dispuesto.
Esta tradición indígena, velada por el polvo de los siglos, no había sido descubierta y menos incorporada a la estatuaria. Estaban las obras a la vista, pero no había nadie capaz de recoger un mensaje. Se necesitó la aparición de un nuevo punto de vista para despertar la simpatía y la comprensión de estas obras que eran consideradas sólo como arqueología y no como arte. Fueron las artes plásticas y la crítica de fines del siglo 19 y comienzos del 20 las que revelaron que el arte indígena de la época precolombina no era inferior al de las otras esculturas sino diferente.
Zúñiga, como Rodin, no entró a la escultura por el camino de la academia sino por los talleres. Lo mismo puede decirse de Juan Manuel Sánchez, Néstor Zeledón Varela, Juan Rafael Chacón y también de Max Jiménez que estudió escultura en Paris, con José Creeft.
A todos estos escultores tan diferentes en sus propósitos los unificaba un mismo ideal: la talla directa. Un nuevo romanticismo los unía en su actitud por luchar contra el material duro y rebelde para imponer las formas que cada uno de los artistas llevaban dentro de sí mismos.
El mármol no había sido descubierto todavía en Costa Rica y los escultores utilizaron en su ardiente primitivismo el granito, y las piedras duras, los mismos materiales de la lítica precolombina.
Nuestra tradición había sido detenida por la conquista y apenas quedaron en las artes populares algunas leves manifestaciones. En la Colonia, el arte religioso se importó de la Península pero generalmente de Guatemala y Quito y las obras que dejó la Colonia son escasas y no pueden compararse con las riquezas que ofrecen los demás países centroamericanos. En el siglo 19 nuestros escultores Juan Mora y Fadrique Gutiérrez languidecen en nuestro medio y solo son apoyados por la clientela que busca el arte religioso o el retrato A fines del siglo se funda la Escuela de Bellas Artes que dirige el pintor español Tomás Povedano o trabaja solitario don Enrique Echandi, quien ha dejado una serie de retratos.
Estas excepciones colectivas que se suceden desde 1928 hasta 1937 reúnen a pintores salidos de la academia, y lo que es más a otros que empiezan sus primeras armas como Max Jiménez que había exhibido antes en París, a Teodorico Quirós interesado entonces en el paisaje costarricense, a Fausto Pacheco, a Manuel de la Cruz González, a Luisa González de Saénz y a otros pintores y muchos diletantes.
En estas exposiciones aparecen los escultores Juan Rafael Chacón, Max Jiménez, Juan Manuel Sánchez, Néstor Zeledón Varela y Juan Portuguez formado en Italia y surge también Zúñiga presentando obras importantes tanto en la pintura como en la escultura.
Las esculturas de Max Jiménez son bronces de una simplificación que tiende a purificar la forma. Néstor Zeledón Varela hace animales. Chacón, desnudos. Sánchez se mueve dentro de diversos temas pero su importancia reside en haber logrado estructurar la creación suya en el estilo del arte precolombino haciéndola fluir en el cauce de su escultura. Es el mismo camino que va a seguir Zúñiga, quien en México a través de numerosas obras, -generalmente de encargo-, logra sin falsos sentimentalismos ofrecer un mensaje nuevo y personal hundiendo su plástica en las raíces hondas de la tradición.
Fue en el transcurso de estas exposiciones (1935) cuando Zúñiga esculpió la obra más importante que se realiza en Costa Rica: el Monumento a la Madre, con el que obtiene el primer premio en la exposición con un aire caldeado con violentas polémicas que se suscitan alrededor de su obra. En esta escultura define Zúñiga las características de su plástica, de una honda ternura que recorre la piedra y hay una voluntad de síntesis en el ritmo de sus poderosos volúmenes.
Zúñiga se descubre a sí mismo en la monumental figura de la maternidad y afirma esas virtudes de su plástica en México, a donde parte en 1936.
Guillermo Ruiz escribió en México ante la aparición de “Mujeres otomíes” o “Las dos esperanzas”, esculturas de Francisco Zúñiga, lo siguiente:

“....a quien desde hace tiempo se movía hacia arriba como se ven las estrellas en el firmamento, gracias a la potencialidad de sus obras y a la ayuda prestada por sus detractores que en cierta parte le han servido de peldaños invisibles para escalar una altura de montaña”.

En estas dos mujeres otomíes, el rostro se vuelve máscara. Pareciera que al nutrir estas obras vida, la del hijo que llevan en su vientre, su rostro se hubiera sutilizado, pegándose a los huesos de los pómulos y reduciéndose al mínimo. Por otra parte, las mamas separadas y los vientres majestuosos ostentan el amanecer del nuevo fruto. Es el misterio de la mujer que crea la vida el que han sentido los hombres desde que se conocen sus expresiones artísticas y se manifestó en las diosas de la fertilidad. Zúñiga, sensible a este misterio ha conseguido expresarlo valiéndose de dos mujeres indígenas del pueblo. Valiéndose de sutiles variaciones profundiza el tema y funde las dos mujeres en una sola maternidad arquetípica, -pero como en todas las obras de Zúñiga-, plena del sabor de la tierra y de la raza.
Barlach confiesa la profunda influencia que ejerció en él su viaje a Rusia en los primeros años del siglo 20. Vio mujeres y hombres envueltos en pesados sobretodos tiritando en su pobreza y en su soledad. Seguramente el camino de Rusia le sirvió para descubrir que en Alemania existían aquellos mismos seres frustrados cuya elocuencia estaba en sus actitudes. Descubrió vagabundos que eran un poco poetas, porque se desentendían de los valores materiales de la civilización occidental y también madres angustiadas solamente en los tipos humanos que era un símbolo de desesperanza, sino que contribuyeron también en la formación de su estilo que no venía de los museos sino de la vida misma, de las cabezas introspectivas de los viejos enmarcados en el ritmo de los pliegues de sus ropajes era donde emergían manos sarmentosas como queriendo apoderarse de algo inasequible.
Francisco Zúñiga, -como Juan Manuel Sánchez-. conoció a Barlach en su juventud a través de reproducciones y vieron que el alma humana fluía cristalizando en formas violentas en la madera tallada con energía. Pero las influencias de Zúñiga no provienen del estilo ni de la técnica de Barlach, aunque a veces coincide con él. También Zúñiga alimentó su estilo de las formas que le proporcionaron la gente del pueblo como lo dicen sus primeros dibujos y sus primeras esculturas hechas en Costa Rica. Estas formas étnicas las descubre Zúñiga en la escultura precolombina. México le va a ofrecer al escultor un venero inapreciable de rasgos físicos y actitudes en el misterio racial de las mujeres otomíes, las vendedoras de Oaxaca y los remeros de Pátzcuaro. Todas en multitudes silenciosas que hablan por el bronce de su tez y cuyas formas creadas de fuerzas telúricas son una constante incitación en su obra. Zúñiga adivina y expresa el alma oscura de los descendientes de constructores de pirámides, de los pintores de códices, de los guerreros águila o jaguar, o de las mujeres que todavía iluminan la noche de su cielo con la fosforescencia de las flores blancas.
Recogemos una opinión de Zúñiga sobre el arte:

“Todo arte válido responde a sus características regionales y cuanto más ahonda sus raíces más universal es su significado. Pero tampoco aceptamos un nacionalismo superficial, cerrado a los auténticos aportes universales que en vez de exaltarnos, desmentiría nuestro aporte”.

En: “La Nación”,
domingo 6 de setiembre de 1964, p. 75.
 

    http://franciscozuniga.org/


Revisado el: 17 de September de 2010 08:37:48 -0600.

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