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A semejanza del arte
01/14/2012
Filósofo es aquel que encuentra la belleza en la
verdad, artista es aquel que encuentra la verdad en
la belleza. Esta aseveración podría a primera vista
confundirnos, pues la verdad ha perdido su belleza
en nuestros tiempos, y la belleza ya no es una “
verdad ” compartida por todos.
Es más, mientras más se acerca la belleza a nuestras
verdades-positivistas, más se sumerge en el abismo
de lo absurdo, de lo arbitrario y de lo utilitario.
Cuando Adorno dijo hace mucho tiempo: Es evidente
que el arte no es evidente... no hizo más que
condensar ese sentimiento general de desencanto
hacia la creatividad en nuestras sociedades. Nuestra
educación crea los andamios de una estructura social
que funciona basada en “verdades estadísticas”,
verdades que son instrumentos de poder más que de
evolución. Este reconocimiento exclusivo de la
razón-lógica como instrumento de aprehensión de la
realidad nos induce a verdades sin espíritu,
verdades que justifican en forma solapada o abierta
el genocidio, la pobreza extrema y la injusticia
universal.
La verdad es que a veces creo que ya no importa ni
la belleza ni la verdad, sólo los instrumentos que
nos promuevan como seres eficientes para obtener el
respeto de todos.
Pobre filósofo, cómo puede encontrar belleza en
nuestras verdades, si son demasiado macabras y
absurdas, son verdades que sólo sirven para enumerar
datos, para crear imágenes ficticias y para
instrumentalizar los sueños del hombre.
Pobre artista, cómo puede encontrar la verdad en la
belleza, pues es cada vez más difícil que encuentre
su verdad en el arte, simplemente porque el arte ya
no tiene trascendencia sino se convierte en una
empresa de mercadeo.
Hay que recordar que sólo el camino de la creación
puede fundar nuevas verdades, esas verdades que se
repiten en las instituciones educativas tuvieron su
origen en la fuerza creativa de un individuo que se
negó a repetir. Fueron imágenes que se construyeron
a semejanza del arte. Mientras no se interiorice la
urgencia de la creatividad no se podrá alcanzar la
excelencia educativa y seguiremos amontonando hechos
que decantarán esas verdades espeluznantes con las
que convivimos sin tener la más mínima posibilidad
de transformarlas, pues las hemos construido desde
la más profunda convicción de lo exteriorista, del
conocimiento como medio de poder para subsanar la
conciencia de hombres espiritualmente impotentes y
desdichados.
Aquiles Jiménez
Escultor
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SEMANARIO UNIVERSIDAD
La escultura de
Tzeitel y los espacios
oportunos
MIÉRCOLES, 07 DE DICIEMBRE DE 2011 05:05
ESCRITO POR
AQUILES JIMÉNEZ (ESCULTOR)
La escultora Tzeitel Hernández expone en la Alianza
Francesa su obra reciente en metal que ha bautizado
con el nombre de Espacios oportunos. Es graduada de
la Universidad Nacional y ha expuesto
individualmente en varias ocasiones y participado en
bienales y simposios.
Forma y espacio, espacio y tiempo, tiempo y lugar.
Lugar y vivencia.
La escultura de Tzeitel es vivencia de espacio
interdimensional, ese espacio que atraviesa el
significado del hombre poblándolo de pequeñas y
grandes dimensiones.
La presencia estructural de su obra es un andamiaje
para atrapar esos espacios externos que liberan el
sentimiento de infinito, y que el escultor conoce,
no solamente como dimensión material, sino como
energía proyectiva, como expansión del alma y
generador de enigmas, pues es también una dimensión
de la materia y a la vez matriz que la contiene. Es
a la vez lugar, movimiento y cambio. El aquí y el
allá compartido por todos.
Pero Tzeitel también sabe cómo anidar los espacios
que nos conducen al silente abismo interior, los que
adquieren significado solamente en las vivencias y
en los recuerdos más íntimos.
Su obra nos concientiza de la pluralidad de lecturas
y dimensiones del espacio, que normalmente llamamos
cotidiano y que es una abstracción. Eso es
profundizar en la escultura más allá del diseño y de
la técnica, pues la obra tiene que hacernos
“conscientes”, por así decirlo, de esas sutilezas de
la experiencia vital. Si no lo hace, la obra nos
atiborra de formas vacuas y decorativas… y es
oportuno decirlo.
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"El
realismo mítico en sus esculturas"
Al amigo René Muiñoz Gual
en confraternidad cubana-costarricense
Cruce de caminos
de la vida y del mundo ha sido el arte para mí. La
misión del arte es revalorizar el mundo y la vida,
pues el ser humano necesita engrandecer y
perfeccionar la conciencia. Se le deshumaniza si se
le mutila el campo expresivo de sus relaciones
estéticas.
La obra artística es el resultado de técnica y
creación y emoción. El arte no es nada si no nos
toca, si no nos conmueve, si no nos provoca.
He visto trabajar a los escultores en sus talleres
como seres humanos y no como dioses. Ejemplar es su
tenacidad en el trabajo. El esculpir es trabajo
duro, fatigoso y difícil, solo que al interpretar la
realidad, el escultor trabaja con alegría. De ahí
que, con sus obras, ellos expresen ideas Y por esa
libertad en el proceso creador, creo que la
escultura es la que define, individualiza y
caracteriza el arte costarricense.
Y al sostener que la escultura define, individualiza
y caracteriza el arte costarricense, pienso sobre
todo en la escultura precolombina y en tres grandes
escultores costarricenses del siglo 20. Pienso en
Juan Manuel Sánchez, Francisco Zúñiga y Aquiles
Jiménez.
¿Por cuál misterioso mecanismo de la memoria asocio
el nombre de Aquiles Jiménez con la tesis de los
pueblos de arte plástico cuya finalidad no es, no
puede ser la representación y fijación del fenómeno
visual, sino la auténtica y genuina realidad que hay
que representar y es lo que actúa dentro de las
cosas como elemento vital: las ocultas fuerzas
mítico-mágicas? O como decía Paul Westheim:
“Darles expresión plástica, convertir en Forma a los
espíritus que alientan en las cosas, esencia y
sentido de las cosas, plasmar no lo que son como
fenómeno óptico, sino lo que significan: he aquí el
propósito de ese crear artístico. De ahí debe partir
su apreciación estética. Es un pensar en imágenes
simbólicas, en contraposición con el pensamiento
realista-objetivo”.
Asocio al escultor Aquiles Jiménez con la polémica
tesis central del libro Arts of Two Worlds, de
Alfred B. Schuster: las culturas europeas son
lineales y las precolombinas, tridimensionales.
Las europeas, según Schuster, prefieren lo
bidimensional. La civilización europea ha progresado
en un movimiento pendular regular, de una marcada
preferencia de lo lineal a un gran énfasis por lo
plano.
En cambio, las culturas precolombinas concebían en
tres dimensiones. Esto implica solidez y énfasis en
la yuxtaposición de masas y cuerpos sólidos.
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En el siglo 19 la cultura occidental siguió una
dirección relativamente unilineal de realismo. En
cambio, el artista precolombino exploró conceptos
los cuales nosotros asociamos normalmente con el
siglo 20.
Aparentemente lo anterior lleva a una más íntima
relación con el mundo circundante. Kroeber sintió la
ausencia de un carácter visual –esencial a los
europeos–. Para él, significa la emoción estética
igual a un pensamiento y sentimiento lineal.
En realidad, la teoría de Schuster no es completa y
puramente invisible. Sobrevive en la mentalidad del
mestizo hispanoamericano un énfasis por lo
tridimensional. Aquiles Jiménez es ejemplo de ello.
Tal vez, por su sentimiento plástico, es decir,
tridimensional.
El artista precolombino sentía las cosas en tres
dimensiones. Ahí está su estatuaria trabajada
minuciosa y pacientemente. Asombrando y ofreciendo
un magisterio. La capacidad y sentido escultórico
del amerindio aún son fuente inagotable de
inspiración, pese a que su estatuaria no revela
sentimientos, emociones ni pasiones. Sin embargo,
despierta profundo interés constructivo en creadora
del siglo 20: por ejemplo, cuando en Costa Rica
despuntaba un arte renovador por allá de 1930, los
escultores Francisco Zúñiga, Juan Manuel Sánchez y
Néstor Zeledón Varela supieron entender la voz del
arte precolombino. La vanguardia europea no es una
invención del siglo 20 sino una amalgama del arte
occidental con fuertes influencias venidas de
culturas antiguas. Recuérdese el impacto de las
máscaras africanas en las obras de Picasso; la
influencia del chac mool mesoamericano en la visión
de Henry Moore; las danzas de los indios Pueblo en
los ritos teatrales de Martha Graham, y la pintura
en arena de los amerindios Navajo en el arte de
Jackson Pollock.
Décadas más artes, otros escultores abrevan en él.
Ahora Aquiles Jiménez revitaliza su espíritu y logra
dar a sus obras un sentido de estilo, es decir: un
carácter visual reconocible. Y en la interpretación
iconográfica pienso en Erwin Panofsky, quien formuló
el “principio de disyunción”, formas continuas de
iconografía que necesariamente no predican
continuidad de significados y continuidad de
cultura.
A los jóvenes de la década de 1970 les tocó vivir
una época de difícil orientación. Ellos lo saben.
Años marcados de dudas, ansiedades y tensiones. El
mundo artístico estaba dominado por un pluralismo
desconcertante en donde no contaban solo las
innovaciones sino también la reflexión y el método.
Debían contar la calidad y la maestría artesanal. En
el mundo actual no falta talento: incluso hoy se
dibuja y pinta y esculpe y graba mejor que en los
períodos culminantes del vanguardismo cuando tanto
abundaban los arribistas. Quizás por eso los con
fuerte vocación no se dejaron deslumbrar por
cualquier moda pasajera. Siguieron fieles a su
vocación y a su estética.
Aquiles Jiménez fue uno de estos jóvenes. Aprendió
la vivencia, el tomar posesión de algo colocado
fuera de la conciencia. Y en él se entabló una
tensión creciente entre figuración y abstracción:
dinamitar mental y expresivamente la representación
figurativa y darle a la materia un nuevo contenido
plástico al enfatizar ciertos rasgos, dependiendo de
su importancia o potencial dramático.
Y ante la obra de nuestro escultor surge de nuevo,
vieja cuestión nunca solucionada, de las relaciones
del arte y la naturaleza. Se considera que el arte
imita de algún modo la naturaleza. Aún es común
pensar en que la Naturaleza es “lo real” en tanto
que el arte es siempre algo artificial y engañoso.
Ello no significa que todos los autores estén de
acuerdo en la concepción platónica de la obra de
arte como mimesis, reproducción de una imitación.
Al contemplar las esculturas de Aquiles Jiménez
parece adecuado el razonamiento según la cual el
arte es una forma de simbolización. Es menester
precisar cómo se entiende para intentar ligarla con
ciertos procesos emotivos. Es posible que el vínculo
de esta teoría permita dar cuenta de la riqueza de
manifestaciones del arte tanto de la producción
artística como del goce e interpretación de éste.
Las formas asociativas de las esculturas de Aquiles
no encaraman al ser humano por encima de la
realidad: lo ata, sujeta su fantasía a la realidad.
Destruir la representación de la realidad para
penetrar en el sentido: he aquí el destino y la
fuerza mágica del símbolo. Gracias al símbolo, la
imaginación se vuelve productiva y capaz de concebir
lo extraño.
Algunos autores pueden pensar que sus esculturas son
una forma de “evasión”. Esta explicación es más
sicológica que filosófica. Lo mismo sucede con la
idea según la cual el arte es una “necesidad” de la
vida humana. Estas explicaciones intentan
puntualizar la vida humana y no el arte. Mas
apropiado es el razonamiento del arte como creación
de valores tales como, según los casos, lo “bello”,
“lo feo”, lo “sublime”, lo “cómico”, etc. etc.
Ya sea “evasión” o “simbolización”, Aquiles fue
creando seres con un carácter distintivo, ajenos a
los ojos italianos, confirmando la validez de una
autonomía de estilo insertado en el arte
contemporáneo. “Lo absorbido –opina el crítico Mario
Cagetti– los valores del pasado de su pueblo y lo
que en el período de estudios de Carrara ha
enriquecido la propia conciencia en el quehacer
escultórico, cobra valiosísimos ejemplos”. Al
estructurar su módulo creador, Aquiles Jiménez
transfiere la verdad lírica a mármoles y a otros
materiales.
Las obras de este escultor refuerzan la autonomía de
un estilo insertado en el arte contemporáneo. Sus
obras son vitales prolongación de la herencia
indígena. Las ejecuta con absoluto dominio
tecnológico, lo cual se advierte en cada detalle. Su
temática combina los motivos en tal variedad por lo
cual cada obra suya es una revelación para el
espectador la recree en su imaginación. Debe ocurrir
lo que Mallarmé recomendó alguna vez al poeta:
laisser au lecteur le soin de recrée.
La estilización es un recurso expresivo. Aquiles la
utiliza para destacar o enfatizar ciertos rasgos y
para suprimir todo lo demás como no característico.
Ejercita un realismo mítico al potenciar el
ejercicio de los poderes creadores. Cuando trata de
representar la figura humana no copia la naturaleza.
El cuerpo se vuelve ritmo y se somete a la tendencia
orgánica. Por la honda sabiduría de la abstracción,
el material es depurado y cobra calidad de concepto
abstracto. La forma de expresión muestra asimismo
carácter conceptual. Y en la conjunción de recursos
plásticos se nota que hay ni uno que no constituya
un valor formal pura y exclusivamente funcional. Y
gracias a esa condensación del lenguaje expresivo se
logra monumentalidad.
Aquiles se siente un intermediario. Trasmite el
espíritu de lo visto en un mito de sustitución, sin
conducirlo a un realismo naturalista tal como ahora
lo entendemos. Ello no impide al escultor captar la
realidad. Y al hacerlo, somete la naturaleza a un
proceso re-creador. Como antaño lo hizo el artista
precolombino, ahora él lo hace: re-forma la
naturaleza y continuamente la re-crea. Y con poder
sintetizador, crea una nueva realidad. En esto –me
decía Aquiles– quiere reflejar en sus figuras el
deseo inconsciente de conciliar las fuerzas
primordiales de la naturaleza.
El acercamiento del humano al animal y de éste al
ser humano, se plasma en figuras humanas en
posiciones y características de animal.
Los rostros de sus obras son sugestivos. “Se
delinean en la fiereza y en la seca gracia; cortes
decididos pero no angulosos y secos”.
No importa, sea en mármol o en granito, la talla es
decisiva y las superficies pulimentadas. A veces,
los cabellos están señalados por líneas. Las
actitudes acentúan la fuerza del simbolismo. Por
ejemplo, en sus maternidades el símbolo adquiere
nuevas significaciones formales. Son figuras
rotundas, sólidas y definidas.
Al contemplar en su conjunto la obra escultórica de
Aquiles Jiménez –partiendo de sus “series” o
leitmotivs universales que son método de repetición
y variación cultivados con cuidado e instrumento
apropiado– se nota la esencialidad para expandir la
vieja técnica de la talla y para repetir acciones,
situaciones y caracteres que retornan, retornan y
retornan de nuevo:
Maternidades
Los Músicos
Los Guerreros
El Agua
Presagios
La Noche.
Ronda en torno a la exaltación de la maternidad para
simbolizar sus ideaciones vitales. Y de la
maternidad pasa a la música, luego a la sed.
Por eso, sus maternidades tienen algo de animal
conciliado con delicadeza y comprensión humana. Una
maternidad amamanta a su hijo encorvada sobre sí
misma como felino preparado para el ataque, posesivo
y brutal. Por ende, lo que ante nuestros ojos
aparece como formas híbridas de humano o animal son
objetivación de toda una realidad. Así están
concebidas sus maternidades, sobre todo algunas para
las cuales ha tomado como elemento constructivo
nuestras esferas de granito, precolombina. Por ello,
razón tiene el crítico italiano Mario Cagetti al
destacar en las formas de Aquiles los
“...valores antiguos: la fuerza primordial de la
naturaleza por medio de los animales elevados a
símbolos y a deidad; la génesis por medio de una
maternidad que alcanza sublimidad religiosa; Jiménez
estructura sus módulos creadores transfiriéndoles a
la verdad lírica por medio de signos concretos
materializados”.
“La maternidad, ligada al culto de la diosa Matria,
madre de pueblos y del mundo, asume nuevas
significaciones morales: matriz generosa en su seno
mismo, recogida en las redondeces de la figura,
sólida o definida en las curvas del cuerpo siempre
enroscado o tendido.
“Identidad entre la posición del animal sacro, un
felino, y de la madre que defiende la criatura
teniéndola recogida bajo su seno curvado; símbolo
sagrado y nueva determinación de la nobilidad
materna; no son extraños al culto naturalístico y a
la exaltación de la patria–madre como oposición a
ideologías extranjeras”–señala Mario Cagetti de la
obra de Aquiles Jiménez.
Otra prueba de la rotundez tridimensional de este
escultor: se inspira también en las esferas
precolombinas. Las convierte en maternidades. Y así,
dota a aquellas de un nuevo simbolismo. Una nueva y
nunca acabada maternidad, origen de vida Y en ella
también va dejando un auténtico pensamiento y
sentimiento plástico. Por ende, lo que ante nuestros
ojos aparece como formas fantásticas, hibridación de
humano o animal o son objetivación de toda una
realidad.
De la serie Presagios, el escultor ha expresado que
“trascendiendo el significado primario de las formas
fijas, el presagio es manifestación precoz y parcial
de algo que no asume su forma completa. Es
comunicación indirecta por medio de relaciones
sutiles entre las cosas, llegando a la totalidad por
indicios, señales, rastros. Me interesa la
interpretación de este sentimiento especial que
permite al hombre situarse entre lo real y lo
imaginario, lo concreto y lo inaprensible.
Experimentar el síntoma, sentir lo posible; captar
el asomo de las fuerzas y la voz muda de las cosas”.
En efecto, sus presagios son formas casi fetales,
con grandes manos o pies, de seres que empiezan a
cuajar. Estilizar no es verbo satisfactorio. Como el
austriaco Alois Riegel prefiero el término háptico
para describir la vitalidad y dinamismo de este arte
primigenio. y para describir tipos de arte en los
cuales las formas son dictados por sensaciones
internas mas que por la observación externa. Ese
vitalismo es una fuerza vital en íntima relación con
la naturaleza e intuición, visión y alucinación que
son aspectos implícitos de realidad y no separados
de ella, y que provee un sentido metafórico de la
realidad. Y como tal puede ser manifestada en forma
animal, o en ornamentos abstractos. Vitalismo más
que belleza es la cualidad estética dominante.
Vitalidad como un factor estético que reaparece en
todas las obras de esta serie.
Y es su modo de experiencia del mundo, deudora para
algunos de concepto de Nietzsche del “eterno
retorno”, o la idea de Goethe de “tipos primigenios”
o de los “arquetipos” de Jung. Y el primer problema
obviamente, el hacer creíble la vida mítica por
medio de una sicología enteramente diferente. Y a
través del misterio del comienzo de las cosas no hay
necesidad para desesperar sino con su sentido de
individualidad.
Con las creaciones de Aquiles Jiménez se comprueba
que indudablemente la obra de arte origina la
emoción llamada “experiencia estética”, o sea eleva
necesidades individuales. Con las interrelaciones
eróticas el espíritu, alma y cuerpo, la idea de la
síntesis, se introduce. Y dominada por la idea de la
recurrencia, tiene sitio para el cambio. En lo
religioso y mítico, la noción de sustitución es
decisiva al humanizar el mito. Repetidamente, lo
real, los motivos inconscientes desempeñan un rol
contra lo consciente. Y también, perfecciona la
identidad social al perpetuar las representaciones
simbólicas. Por ejemplo, el realismo mítico en la
escultura de Aquiles Jiménez.
El contemplador, ante cualquiera de las obras de
Aquiles logra una visión general del proceso
artístico. Une la conciencia de imagen y la
conciencia de imaginar. A veces, la imagen nutre su
inconsciente imaginativo y, otras veces, solo ve lo
formal inerte, inmóvil, sacralizado. En este último
caso, supongo que su mente capta e interpreta los
contenidos realistas como si la “forma” fuese la
única para la información y comunicación humanas. Es
decir, no tiene plena conciencia para distinguir en
la imagen o perceptivo de lo afectivo, lo pensante
de la voluntad creadora.
Mas el arte de Aquiles Jiménez desarrolla a plenitud
la conciencia de la imagen.
Tener conciencia artística es tener conciencia de
imagen. O sea, considerar independiente en cierto
modo las imágenes. La imagen es algo distinta en lo
imaginario.
El creador y el contemplador tienen diferente
actitud ante la obra. El creador obedece a la
conciencia de imagen. En cambio, para el
contemplador la obra es cambiante porque tiene
conciencia de imaginar. Empero, la diferencia no es
tajante. Quien contempla una obra de arte, no
siempre mira lo mismo que espera quien la crea. El
creador parte de una idea para llegar a lo que “ya
es”. El contemplador renueva sus imágenes sobre todo
cuando no se detiene en la “imagen-cosa” que tiene
ante sus ojos, sobre todo cuando potencia su
imaginar. De aquí que tener conciencia artística sea
tener conciencia de imaginar.
La auténtica obra de arte, exige contemplación, o
sea pensar, sentir, desear, cumplir. También exige
mirarla (en el sentido heideggeriano) para que
a-parezca y des-aparezca lo real en lo imaginario.
Cuanto más estática sea la imagen, y esto suele
ocurrir en el arte realista, tanta más fija es su
verdad. Entonces, la imagen, se sacratiza sin aludir
ideas, sentimientos, deseos, mandatos. Y el escultor
Aquiles Jiménez entendió muy bien esto desde sus
inicios. Comprendió que con la conciencia de
imaginar florecen las artes visuales. Por esto,
desbloquea polémicamente lo “real” estimando ciertos
contenidos que había sacratizado la imagen.
Otra cuestión es la de la relación entre intuición y
expresión. Ciertos autores sostienen que el arte es
esencialmente “intuición” y que –en último término–
es “inefable” o por lo menos “intraducible”. Los
símbolos son considerados como algo humanamente
“necesarios” pero de alguna manera “impuros”. La
intuición es aquí una especie de forma pura que
usaría la expresión como una materia siempre
inadecuada. Otros mantienen que el arte es
esencialmente expresión y lo que importa son los
medios expresivos y lo que puede hacerse con ellos.
Finalmente otros declaran que intuición y expresión
son igualmente necesarias.
Es preciso determinar siempre los “niveles” mediante
los cuales la expresión genérica, el símbolo
genérico y la acción genérica se dirigen hacia la
individualización en lo que toca a los juicios de
hechos.
Cada obra es una experiencia única del que la creó y
de quien la recibe. En el arte se pueden encontrar
vivencias –en apariencia aisladas– que interactúan
intensamente en el ser humano y en el grupo social.
El arte, incluso, puede transformar la vida humana.
Por eso, el arte no se debe aislar de la vida.
Jiménez, cumpliendo a cabalidad la tesis de Schuster
de que los pueblos americanos son plásticos, al
concebir en tres dimensiones. Esto implica solidez y
énfasis en la yuxtaposición de masas y cuerpos
sólidos. Y tridimensionalmente, Jiménez atalaya el
futuro ahincándose en la tradición de su pueblo, en
maternidad de lejano vientre. Y Costa Rica se
enorgullece de su poder creador. "
En Aquiles. Ediciones Baula. San José, 2000.
Incluido en el libro Escultores Costarricenses de
Luis Ferrero Editorial Costa Rica, 1991
Ferrero, Luis. Cuatro escultores de Costa Rica. En:
“Áncora”, suplemento de “La Nación” del domingo 21
de agosto de 1983. |
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Entrevista con Aquiles
Agosto 2000
Aldo Rossi
Me gustaría comenzar esta conversación haciendo
referencia al objeto y al concepto como lugares
comunes del arte contemporáneo. La primera pregunta
va. dirigida en esa dirección:
¿Es el arte un concepto elaborado a instancias de
la existencia material de objetos que hacen
referencia a un mundo externo al arte, reflexivo,
discursivo?
La instancias del arte las construye el artista a
través de la existencia expresiva de los objetos,
los objetos y sus vínculos con los significados sólo
nos sirven si los transgredimos a través de la
imagen. La propuesta de utilizar la imagen para
expresar un arte que reniega esencialmente de la
imagen es contradictoria. Esto no es negar el arte
conceptual o posmoderno, simplemente el mundo del
arte es la imagen, sólo a través de ella el objeto,
la dimensión material, lo reflexivo, lo discursivo,
lo metafórico etc pueden sufrir la mutación
característica del arte.
Quiere decir eso que el arte posmoderno equivoca
el concepto de objeto, al utilizarlo como soporte de
una estructura de significados que propone como
autónoma y que no tiene nada que ver con la imagen
que usted comenta?
Creo que lo que pasa es que algunos piensan que el
concepto es una supraconciencia más allá de los
objetos, o más acá. Pero que es autosuficiente en el
momento que propone elemento que inducen a la
reflexión. La propuesta la hacen, eso sí, a través
de imágenes, imágenes que deben de pasar a un
segundo plano. Despoblar a los objetos de sus
propiedades y tratar de utilizarlo como “ cosa”
material sólo útil para señalar un discurso externo
a él es confundir objeto e icono, imagen e idea,
significado con significante.
No es el arte a la vez icono y discurso,
conciencia intelectual e imagen. ¿Es posible hablar
de cada uno de estos aspectos sin desencantar su
unidad?
Si hay algo que es cierto es que el arte es uno, es
el producto de una especial acción del hombre sobre
su mundo, su esencia: la transformación creativa. Se
transforma sintiendo diferente, pensando diferente,
actuando diferente, manipulando el mundo diferente.
Pero cómo no damos cuenta de que el producto de todo
esto es una obra de arte y no una buena idea, un
buen acto o un buen ejemplo de filosofía. Como
podremos diferenciarla del juego, la experimentación
gratuita, la neurosis, la imitación barata, el
discurso grandilocuente.
No, la diferencia no basta... Aunque nos instruya,
nos cuestione, o nos desestabilice psíquicamente.
Su reflexión se dirige hacia lo que no es arte, pero
no me dice nada, o muy poco, del arte en sí.
Si el arte fuera para mí un proceso con énfasis en
lo conceptual, creo que sería más fácil describir su
mecanismo, pues el concepto lo explica todo, no
importa cómo sea el producto. Yo pienso que el
producto, haya sido pensado, meditado, filosofado o
imaginado según el gusto de los creadores es el que
establece la diferencia.
Pero¿ existen obras que alternan o complementan
su iconografía o su manifestación objetual con
elementos disímiles, con espacios referenciales,
recorridos transgresores de la unidad?
Si después de toda esa transgresión los elementos
que la constituyen se encuentran en mí, y en mi
interior reconstruyo su vitalidad y unidad, no
importa lo disímiles que sean, y me siento renovado,
aumentado, entonces tengo algo al frente. No quiero
decir esto que sumo todas sus partes y luego las
pienso, que articulo sus significados como cuando
observamos una valla publicitaria.
La esencia del arte es la transgresión, pero no toda
transgresión es arte, no importan los recursos, el
resultado dirá la última palabra.
Es usted de la opinión, entonces, de que se
necesita arte para entrar al arte, es decir, que la
categoría de obra de arte de una propuesta depende
de los propios artistas. ¿No excluye esto al público
que tanto ha deseado incluir el arte moderno?
El arte posmoderno tiene entre sus objetivos la
integración del espectador al proceso del arte, esto
es loable, pero sólo posible si la propuesta es
aprehensible a través de la razón. Es decir, que
todos los componentes del arte sean racionales y
comprensibles, lo que no establece ninguna
diferencia entre la ciencia, la filosofía, la
psicología y demás acercamientos positivistas a la
realidad,
Pero, ¿ si el arte persigue la comunicación, no
podrían proponerse formas como palabras, imágenes
como conceptos y metáforas como alusiones a
contenidos fijos?
El arte comunica, es verdad, pero también se le
llama arte porque comunica contenidos que escapan a
cualquier otro tipo de comunicación. Las formas no
son palabras, porque si lo que se quiere son
significados fijos las palabras son las indicadas y
es un sin sentido sustituirlas por formas para
expresar lo que éstas harían mejor indudablemente.
Un texto no puede expresar la vivencia y la verdad
de una fórmula matemática, la fórmula matemática no
puede penetrar el arte. Simplemente son dimensiones
diferentes.
¿Pero se dice que ver es pensar y viceversa?
Pensar es asociar imágenes, según la más simple
definición, cuando las imágenes aparecen han ya
elaborado todo nuestro sentir y nuestro ver, si esto
es así según las últimas investigaciones de la
percepción, pensar es el proceso final, asociativo y
relacional. Tal vez se pueda ver y luego pensar pero
creer que ver es pensar es un error de concepción.
Algunos así lo querrían porque se harían pensando
obras que sólo se podrían “ver” si son pensadas. Y
como pensar aparentemente cualquiera puede, esto
conviene a muchos.
¿Es entonces el acto creador, irreflexivo y no
pretende provocar la acción de pensar en el
espectador?
El arte lo contiene todo y lo provoca todo. Lo
podemos pensar a priori o a posteriori, pero no
podemos crear pensando. Lo saben los poetas que la
poesía no se hace con los significados que las
palabras tienen en el diccionario.
¿Va el arte más allá de los objetos, es un supra-conciencia
que proyecta situaciones, relaciones y movimientos
que son en sí, independientemente de los “ objetos”,
la esencia del arte?
La escultura contemporánea promueve desesperadamente
el alejamiento del objeto cerrado, unitario, pues el
objeto unitario normalmente necesita de elaboración,
la elaboración de técnica y la técnica es
considerada obsoleta. El objeto unitario centra en
sí toda la atención y la carga expresiva, y la
escultura contemporánea no le interesa la expresión,
más bien le interesa la "reflexión”. Pareciera que
existe aquí un problema con el concepto de objeto,
las relaciones, los espacios virtuales y los
movimientos y procesos son el objeto, pues son la
totalidad. Lo que pasa es que algunos desearían que
el discurso fuera el objeto, pero, siendo así, como
llamaríamos a las imágenes que utilizan. Aquí el
problema es que el objeto es el contenido, los dos
son inmateriales; los elementos que nosotros
conocemos como objetos se utilizan como recurso
secundario, tampoco se sabe cómo llamarlos, pues no
son ni objetos ni contenido. El objeto encontrado es
un objeto al que se le otorga categoría estética a
través de una contextualización espacial discursiva.
El que opina acerca de una instalación encontrará
una perfecta armonía entre objeto y contenido,
porque son lo mismo; siempre y cuando no se le
ocurra cuestionarse del porqué de esos “objetos
materiales” que se exponen para aludir a contenidos
que están fuera de sí mismos. Esos objetos que
algunos dicen que son como palabras para leer.
¿Significa eso que no existe la posibilidad de
que una instalación sea una buena obra de arte?
Una instalación puede ser una buena manifestación
artística si convence en sí misma como propuesta
estética y no necesita de un discurso que articule
los significados, es decir, que para encontrarle un
interés haya que elaborarla racionalmente. Lo que
sería decir que si la imagen es buena sobra el
discurso, esto lo saben los que han hecho
instalación con manejo del lenguaje artístico. Los
que pueden tirar el bumerán y recogerlo. Pero decir
esto es ir en contra de los postulados de la
instalación, pues en ella la imagen es secundaria.
Yo estoy en contra de los que creen que hacer una
instalación es apilar un montón de cosas en la forma
más irreverente posible, inventar un sugestivo
título y esperar que alguien se le ocurra llamarlo
iconoclasta, artífice del metalenguaje o gigante del
anti-arte.
¿Que diferencias podría usted establecer, por
ejemplo, entre la artesanía, la escultura y la
instalación?
Podríamos decir que la artesanía es especialmente
representativa, la escultura se centra en la
transformación y la instalación en la integración.
La escultura puede integrar pero permanece unitaria,
puede representar pero su énfasis es la creación, a
la artesanía casi nunca le interesa integrar. La
artesanía hace énfasis en lo visual, la escultura en
lo estructural, material y poético, la instalación
en la semántica.
La artesanía no es evolutiva o no le interesa, la
escultura es proyectiva y la instalación es efímera.
La artesanía es iconográfica, la escultura objetual
y la instalación procesal.
Por último podríamos decir que la artesanía hace de
la habilidad su recurso principal, la escultura lo
hace del talento y la instalación del discurso. La
instalación desea desmitificar el talento y
desterrar la habilidad.
¿Cuál podría ser el futuro de la instalación?
En Costa Rica estamos en el futuro de la
instalación, es decir, decenas de años atrás de sus
orígenes. Lo que significa que además del evidente
anacronismo, la instalación no ha evolucionado.
Cuando nació tiró todo por la ventana, ahora algunos
se dedican a recoger los chunches viejos y exibirlos.
¿ Y el futuro de la escultura?
A diferencia de la obra discursiva, la escultura no
tiene tiempo, esto en el sentido de que no
evoluciona como la ciencia, causalmente. Siempre el
futuro de la escultura será incierto, si se pudiera
prever ya no sería la creación su fundamento. Me
parece que deberían de poder describir con exactitud
el futuro de la instalación.
¿Qué es lo más importante de hacer escultura
desde el punto de vista de la experiencia en sí?
La escultura es una forma de fluir, es una manera de
encontrar el centro, es certeza interior. La
escultura es conciencia después del olvido, es saber
encontrar sin buscar el misterio más allá de los
objetos. Cuando se concibe se sueña, cuando se hace,
la escultura es importante disfrutarla, acariciarla,
pues es quizás lo único que nos queda verdaderamente
genuino del proceso. Lo que la escultura signifique
a los demás es ya una realidad aparte. Hay gente que
disfruta más de la imagen ( fama ) producto de las
obras que de las obras mismas, por eso terminan
centrando toda su atención en la imagen pública e
instrumentalizan la obra para alcanzar esa meta. Se
construyen una imagen ficticia y terminan creyendo
en ella.
¿Algunos podrían decir que estas palabras brotan
de un hedonista, y que el romanticismo de disfrutar
de las obras ya está superado y que el arte no
solamente es disfrute sino desgarre, agonía y hacer
en contra siempre?
Todo nacimiento de una obra es agónico, por eso se
disfruta cuando la obra o la imagen se ilumina. Es
el placer de sustraer de lo desconocido imágenes y
hecerlas realidad. Lo que se disfruta es
precisamente ese tumultuoso proceso de parto de cada
obra, Todo verdadero artista, creo yo, disfruta de
su obra, porque créame, de lo sigue después no se
obtiene ningún disfrute que valga la pena.
¿Está usted acaso decepcionado de la capacidad de
percepción del espectador o de la comprensión y
manejo que se tiene de la escultura?
Tal vez no decepcionado porque no he esperado gran
cosa del público, creo que cuando Adorno decía que “
es evidente que el arte no es evidente” tenía razón,
eso en cuanto al público en general. Lo que sí es
desconcertante es que a veces los mismos colegas
usen parámetros de mercado para opinar acerca de
obras y escultores. Eso es aceptable en los
coleccionistas, los galeristas, los críticos, pero
es imperdonable que un escultor que se ha partido la
espalda para lograr formarse no tenga su propio
criterio.
Hablemos ahora de los elementos propios de la
escultura y su lenguaje, empecemos por el espacio ¿
cuales son las características del espacio
escultórico?
Crear un espacio escultórico es añadir algo más al
espacio real, de alguna manera es trasladarlo a otro
orden de cosas sin que esta sea simplemente
organizar. Los poetas utilizan las palabras para
trasladarse a una dimensión de contenido totalmente
diferente de los significados de las palabras. El
espacio escultórico no es diferente porque se
describa diferente, lo es porque vibra diferente, y
vibra en conjunción con el volumen. Vibra como un
color en cercanía de otro, y no hay forma de
aprehenderlo.
Obviamente el lenguaje del escultor es el manejo de
esta dinámica entre espacio y volumen, y es un
lenguaje que tiene sus diferencias con otros
espacios: los pictóricos, los arquitectónicos, los
geográficos etc. El escultor crea un espacio de
mayor visibilidad, de marcada autonomía, es el
producto de una interacción de facultades, la vista,
el tacto, el olfato y el oído.
El escultor hace de la relación espacio-forma un
sistema dinámico constructivo en busca de una unidad
estética y vivencial, y hace del espacio una forma y
de la forma una espacialidad. Es por eso que el
espacio no es vacío, tiene carácter dinámico
impulsor al dar movilidad y coherencia.
¿Tienen los espacios una relación de servilismo
con respectos a las formas matéricas?
Hay momentos en que el escultor hace énfasis en la
materia y el espacio complementa, pero también se
puede hacer énfasis en el espacio. Existe una
relación dialéctica.
¿Que pasa cuando la prioridad espacial es tal que
no considera lo matérico?
Sería como si el músico se decidiera por el silencio
y no incluyera el sonido. Algunos podrían decir que
pueden imaginar música a partir de ese silencio pero
eso ya no sería música, solamente permitiría a
algunos sordos jugar de músicos por un momento.
Ya lo había presagiado Herbert Read cuando afirmó:
“El espacio como tal, conceptual, infinito, fue una
inducción resultante de los espacios descubiertos
por el artista, pero luego se presentó una fatal
posibilidad, hacer de la creación del espacio el
único criterio de arte”.
¿ Y por el contrario, puede darse la prioridad
total de lo matérico en detrimento del espacio?
En el caso de la escultura no, pues el espacio no
puede obviarse. Lo que puede darse es un uso pobre
del espacio.
¿Que otras posibilidades estéticas puede contener
o proyectar el espacio?
El espacio permite una especie de lenguaje
denotativo que genera y recibe, apoya y sirve de
apoyo. Separa, une, relaciona volúmenes. Se puede
proyectar la vibración de los volúmenes a través de
espacios virtuales, se puede introducir al
espectador a la dinámica de la obra a través de
espacios transitable.
No existe conciencia de unidad sin el espacio ni
existe espacio escultórico sin una referencia a una
unidad de sentido. Esa unidad de sentido es
coherencia y cohesión. Es estructura y ritmo,
dispersión y énfasis.
¿Que puede usted decir del espacio y del concepto
de monumento?
Las leyes ópticas que rigen un mural no son las
mismas que se toman en cuenta en un cuadro de
caballete. Así los espacios en una obra monumental
cambian sustancialmente debido a la transformación
de la proporción de los volúmenes a efecto de la
distancia que se observan. El monumento no es una
escultura grande, es una obra que establece una
relación con el público partiendo de una lectura
diferente, de ángulos visuales y recorridos de
acuerdo a una serie de circunstancias ambientales y
geográficas.
Hay que acordarse, por ejemplo, del porcentaje de la
materia que es absorbido ópticamente por el espacio
en los espacios abiertos, de la distorsión que
sufren algunos elementos estructurales al ampliarlos
a escala.
También hay que decir que la monumentalidad es una
dimensión, existen obras pequeñas “ monumentales”, a
veces se logra con una especial relación entre
estructura y proporción
¿En tu país, cómo se promueven los monumentos,
existe acaso un proceso de licitación con concurso
público y selección de maquetas para realizar los
monumentos?
Existe en el papel, la mayoría de los monumentos se
han realizado fuera de ley, distorcionandola o
creando nuevas leyes para evadir los concursos. Se
evade la premisa fundamental de libre concurso, la
de libertad de información y la de igualdad de
condiciones.
Regresemos a los elementos escultóricos. El
volumen, ¿a qué obedece su transformación y génesis?
A cada sentir su imagen, a cada imagen su
estructura, a cada estructura su forma y a cada
forma sus volúmenes. El volumen es la expresión
final de un proceso que empieza con la dispersión
total, pues el sentir del arte presupone desmembrar
la osatura de la realidad y rearmarla bajo vínculos
diferentes a través de un proceso de síntesis que
culmina con los volúmenes. Así, la simplicidad en mi
obra no es una meta, es el producto final de una
acción conciliadora entre imágenes de fenómenos
abstractos, La noche, por ejemplo.
Los volúmenes crean ritmo pero también obedecen al
ritmo dominante, se expresan en densidad e
intensidad, en la dialéctica de lo cóncavo y lo
convexo.
¿Cuándo se habla de perfiles se puede decir que
son la piel de la forma?
En realidad se deben de concebir los perfiles como
una frontera tensional entre volumen y espacio. Es
una vela entre dos vientos.
La sensualidad por ejemplo se logra a través de un
equilibrio tensional de los perfiles: empuje interno
y control externo. Los perfiles son el sumario de la
forma.
¿Existen obras en las que los perfiles no son tan
cuidadosamente elaborados y siguen siendo igualmente
acertadas?
Si, por supuesto, cada escultor tiene su propio
sistema de control de los perfiles, las obras de
carácter expresionista manejan una textura que
produce perfiles complejos que se deben de percibir
más en conjunto que en detalle. Del escultor depende
el manejo rítmico de este tipo de perfiles.
¿El ritmo, lo impone el material, el espacio, el
escultor?
Toda obra posee su dinámica interna, su dominante y
sus esquemas de movimiento.
Ritmo es la armonía en el cambio. Ese equilibrio
tácito y controversial entre las vibraciones y su
fluidez. El ritmo es una proyección estructural de
la imagen, pero en ciertas ocasiones ciertos
materiales imponen sus posibilidades rítmicas. Pero
también es cierto que un escultor que ha trabajado
suficientemente un material ha ya incorporado en sus
imágenes estas posibilidades.
¿Qué puede decir usted de lo desestructurante y
lo antirítmico, no es acaso una opción del arte
contemporáneo?
Existe algo que no termino de comprender, y es que a
partir de que existan dos elementos relacionados de
alguna forma entre sí, ya existe ritmo. Es ahí donde
la palabra antiritmo me suena a concepto hueco, pues
antiritmo sería la nada. Que no es lo mismo que un
ritmo irreverente, transgresor, desarticulante. Lo
mismo puede decirse de lo desestructurante, pues no
existe algo que no contenga estructura, lo que
posiblemente se quiera dar a entender es que algunas
obras contemporáneas utilizan estructura no
convencional, pero estructuras al fin. Esto adquiere
una dimensión un poco irrisoria cuando esas
estructuras antiestructurantes son las mismas de
hace treinta años.
Hay que pensar que el arte es siempre, en rigor, un
antiritmo, puesto que transgrede los ya existentes
para crear la nueva propuesta, todo depende al fin
del transgresor.
¿Se podría pensar que la escultura egipcia, por
ejemplo, es antirítmica, ésto si se quiere asociar
el ritmo con movimiento armónico orgánico?
Bueno, pensar eso significaría ya un prejuicio como
el anterior, o al menos un error de concepto. Cada
cultura tuvo su enfoque rítmico en la escultura, la
simetría y la frontalidad son una manera de
canalizar las energías vibracionales. Los griegos lo
hicieron a través de una puntuación más sincopada.
¿Como se puede analizar el ritmo en obras como
los móviles, los penetrables, el art land?
Todas estas propuestas nos proponer el sentir de un
ritmo que se desprende de objetos en movimiento, ya
no de un objeto al frente de nosotros, de recorridos
y cambios de puntos de vista, perspectiva y estado
anímico. Pero al final no existe tan radical
diferencia, pues una escultura por más totémica que
sea, siempre se necesitará de un recorrido
alternando ángulos, relacionando perfiles, y es
necesario de ese recorrido para aprehender la obra y
su totalidad. Además esa totalidad no es la suma de
las partes para poder ser analizadas, pensadas. La
buena obra te da el ritmo del bosque.
¿Hablemos ahora de los contrastes en la
escultura, como puede un escultor controlar los
contrastes de luz y sombra si éstos no tienen
carácter de permanencia y dependen del ambiente
lumínico?
Para hablar de contraste debemos empezar por decir
que toda escultura posee una estructura con un
dominante y esquemas de movimiento que unifican la
acción y le dan coherencia, sea cual sea.
Todo volumen cumple su función dentro de este
contexto, y esto implica asumir un carácter de
densidad o de tensión según el caso, también
significa que debe de recibir la luz adecuada. La
sombra es la puntuación de la luz. Lo que quiero
decir es que si el volumen está limpio, es decir
bien concebido, no debemos preocuparnos por el
contraste, siempre reflejará bien la luz y las
sombras que proyecten serán siempre armónicas.
La sombra se concibe en construcción, la luz en
dispersión.
La sombra recorre la luz como vereda atando
destinos, distanciando el centro, sosteniendo
nuestra mirada en la cuerda floja de l a
incertidumbre y la certeza.
¿Que pasó por ejemplo con la luz y la sombra en
el constructivismo y en el minimalismo?
El constructivismo insistió en el espacio en
detrimento de la masa, acentuó el elemento
estructural y con él fue enfático en una sombra
poderosa, arquitectónica, de soporte. El minimalismo
también acentuó el elemento estructural pero aceptó
la masa entre sus recursos. Elementos de clara
visibilidad aceptaron una luz generosa, de
definición pero no precisamente de delineación.
¿Si la dialéctica de la luz y la sombra son tan
importantes, que pasa con la mala iluminación de una
escultura?
Una sinfonía se creó para ser bien interpretada, una
poesía para ser bien declamada... la escultura para
ser bien iluminada. No siempre la obra se encuentra
con su destino adecuado, Y pensar que en algunos
casos la mitad de la obra se pierde por descuido.
¿Si tuvieras que definir la esencia de la
escultura cómo la definiría?
Definirla es encasillarla en un concepto, y eso me
parece inapropiado. Pero creo que la escultura es
una manera de concretar ese sentimiento de unidad
que nos hace posible sentir todas las cosas a la
vez. De encontrarle una imagen a ese sueño que se
pasea por la esencia de las cosas. Ya sé que es una
definición romántica y nada contemporánea, pero la
prefiero a decir que es un discurso contextualizado. |
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