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 Néstor Zeledón Guzmán

 

   

Reproducción del catálogo de exposición. Nc

Néstor

Zeledón Guzmán

Esculturas

Museo de rte Costarricense, 1992

     

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Catálogo

Néstor

Zeledón Guzmán

Esculturas

   

Nestor Zeledón Guzman
Introduccion por Gerardo Martí
I. Semblanza

Deseo comenzar esta semblanza, retomando lo más fielmente posible las palabras que considero reflejo del pensamiento central de nuestro escultor:
"La inseguridad de si lo que estaba haciendo tenía, o no, relación con las últimas tendencias del arte (el artista tiene que ser universal, pensaba yo) me tenía angustiado. ¡Pecado de juventud! Hoy, con criterio maduro, estoy absolutamente convencido de que si la creación no surge de la raíces mismas del pueblo, no será nunca verdadero arte".

Quien así piensa, Néstor Zeledón Guzmán, nace en Guadalupe de Goigoechea en enero de 1933 como tercer hijo de una familia numerosa; en la época más importante para el desarrollo del arte costarricense.

Los primeros años de su vida, posiblemente inducido por los estímulos que deltallerde su padre, también escultor, emanan, marcan la vocación creadora que, con los años casi siempre luchando contra adversidades que se interponen entre él y su arte— hade consolidar para convertirse, hoy en día, en uno de los más conspicuos representantes de la plástica nacional.
De la pobreza al exilio, de la incapacidad física a la emocional; la infelicidad, eí desamor, la incompren-

sión han sido extraordinarias adversidades contra las que ha tenido que luchary vencerpara ir forjando un carácter inquebrantable, irreductible.
Si una guerra civil es cruel en todos los aspectos, más lo es para un joven talentoso que asoma a sus quince años.
Su bautismo de fuego, así al pie de la letra, lo ha de vivir a esta temprana edad, en la revolución de 1948.
Consecuenciade ello, exilio en Belén de Guanacaste, donde hade desempeñar por varios años los más vanados oficios, desde el de sabanero al de marinero, de machetero a carpintero: cualquier trabajo que se presente para aportar algo de sustento a la casa.
Guanacaste, al que ya conoce desde antes del exilio, se convierte en un "leit motiv" de su vida, que más tarde se traducirá en una parte importante de su obra.
Néstor ama el campo y, como su Guadalupe natal ha sido absorbido por la ciudad, huye de ella y se refugia primero en San Francisco de Dos Ríos y luego, ¿definitivamente? en Santo Tomás de Santo Domingo de Heredia, donde aún respira aires campesinos. No le huye a la ciudad, pero se siente más a gusto entre la gente sencilla porque también su alma es sencilla y llana.

El es creador por excelencia y aún no ha perdido las inquietudes veinteañeras, sólo que su búsqueda ahora, como dice al principio, está dirigida a lo suyo y a los suyos.
En las búsquedas —que nunca están de más, porque nadie escarmienta en cabeza ajena—, se enriqueció con frustraciones y desaciertos que, al final, se convierten en grandes enseñanzas cuando se reconocen como tales, por lo menos para saber qué es lo que no hay que hacer. Pero también los logros y aciertos formaron parte de su quehacer y de entre ellos cabe destacar el de haberse embarcado como miembro fundador y activo, hasta su lógica disolución, del "Grupo Ocho"; grupo este, que tuvo la virtud de sacudir del letargo en que había caído la plástica costarricense, con un manifiesto que rompía moldes y estructuras.
Si bien el pensamiento y acción del Grupo Ocho fueron importantes para su momento histórico (1961) y para él mismo —ya que su visión del mundo se amplió, y un nuevo panorama se abrió ante él por rico intercambio de ideas y conceptos con los integrantes y simpatizantes del grupo—, más enri-quecedor es que, hoy y aquí, varios de los integrantes del grupo aún vivos, reconozcan, sin necesariamente traicionar el fondo de su famoso "Manifiesto", que lo universal en el arte parte, precisamente, del conocimiento profundo y riguroso de su medio.
Consecuencia directa de las actividades desarrolladas por el grupo, además de las artísticas, fue la creación de la Dirección General de Artes y Letras, que más tarde se convertiría en el Ministerio de Cultura.
Cuántas angustias pasaron los artistas que no tenían ni a quién ni a dónde recurrir para mostrar su obra. Así, pues, se unieron, habilitaron espacios abiertos; el más famoso de los cuales fue el de las "Arcadas", frente al Teatro Nacional. Se conjugaron con crea-dores de otras disciplinas, el teatro, la poesía, también la danza; y empezaron a trabajar conjuntamente utilizando las mismas salas para presentar sus pro-ducciones. Y ahí, en el Teatro Arlequín, realiza Néstor Zeledón Guzmán su primera exposición individual de escultura en 1956.
Hay que pensar que hacía un año había regresado de vencer otra de las adversidades que periódicamente le envuelven. En este caso un exilio forzado en Nicaragua después de haber combatido en las montañas guanacastecas, por los acontecimientos políticos de 1955.
Su obra empieza a ser reconocida, por lo que es escogido para representar a Costa Rica en la IV Bienal de Sao Paulo (Brasil), con una escultura intitulada El abrazo, de la que no se sabe su paradero.
La vida para los hacedores de arte era, en aquel tiempo, dura; al no haber Instituciones u Organismos estructurados para motivar e incentivar al artista. Además con la existencia solamente de uno o ' dos coleccionistas de arte, el creador no podía vivir de su obra por lo que tenía que trabajar en cualquier otro oficio para subsistir y crear, robándole tiempo al tiempo.
Néstor se ganó el sustento como dibujante de ingeniería; maestro de obras en el Ministerio de Obras Públicas y, finalmente, como profesor universitario.
Es muy difícil, en esas condiciones, poder persistir en el mundo de la creación; pero nuestro escultor, fogueado por la vida y convencido de que para él la creación es una necesidad existencial, que si no cultiva el arte se verá disminuido como ser humano, crea y ejecuta sin cesar. De esos duros tiempos hay obras de tal magnitud que a uno río le cabe más que preguntarse con asombro: ¿De dónde sacó, el tiempo, la voluntad, la energía y vitalidad para emprender y ejecutar semejante obra? Piénsese en los quince metros de altura de granito que significan varios cientos de toneladas de piedra, y node cualquier piedra sino de granito compacto y duro. Conociendo a Zeledón Guzmán sabemos que no dejó en otras

                 

manos ni la búsqueda, el corte y la colocación de la mole que luego se habría de convertir en el monumento a Cleto González Víquez situado en la plaza del mismo nombre.
Estos trabajos, voluntariamente forzados, tienen sus consecuencias lógicas, así que uno de los huesos escafoides de la muñeca derecha es dañado con lo que la ejecución de la escultura en piedra y madera se convierte en un calvario cada vez más difícil de soportar, hasta la erradicación total de la piedra como materia prima de su escultura.
Esta nueva adversidad marca el hito más notable del artistaque sin arredrarse ante el impedimento, busca nuevas técnicas expresivas que le permitan seguir viviendo en el mundo de la creación artística tridimensional.
Néstor ZeledónGuzmán gusta de enfrentar materiales nobles y domeñarlos. Para él, que ha aprendido su oficio en talleres de los mejores artesanos del país, ni lamaderani lapiedratienensecretos. Gusta de la talla directa y rara vez recurre a la técnica de! moldeado y vaciado para cemento o bronce, a no ser que alguna idea sea formalmente tan compleja que hayade ejecutar algún modelo aescalaque siempre es superado, en mucho, por el original.
Aprende el oficio de la fragua, la soldadura y repuja metales, hierro, bronce, cobre, acero inoxidable o el metal que necesite para llevar a buen término su idea. Seinventaunaespeciedemitóndecuero.que le mantiene rígida la muñeca de la mano derecha con la que sostiene el soplete, y se lanza a la aventura de la soldadura y el repujado, técnica que llega a dominar con la misma maestría que la de la madera y la piedra. Fruto de esta etapa son las notables esculturas Los amantes del edificio NU-MAR*/_a Juventud en la Humboid schule, Cristo en el Museo de Arte Costarricense, La niña del papalote Colección de Doña Teresa Zavaleía; El Profeta, propiedad del autor; y Hombre, mundo, cdída, que se encuentra en el Campus de nuestra Universidad Nacional y a la cual el poeta Jorge Debravo le escribió el más largo de sus poemas.
Néstor, que a lo largo de su obra ha mostrado una predilección, una tendencia natural hacía el expresionismo —más intuitiva, más sentida que buscada o razonada—, conoce por referencias bibliográficas algo de la obra del escultor y grabador alemán Ernst Barlach (1870-1938), y queda subyugado por ella. En 1971, por primera vez en su vida, con treinta y ocho años de edad, se le presenta la ocasión de viajar a Europa y visita Hungría y Alemania.
Busca la obra de su admirado maestro por lo que viaja a Berlín, a Rostock, a Mecklenburg, a Güstrov hasta dar con su taller...
Me cuenta, muy emocionado, que cuando entró en la casa-taller del maestro se sintió impactado, no daba crédito a sus ojos. Transcribo al pie de la letra sus palabras:

 

"Daba la sensación de que la presencia física de Barlach aún se sentía, que quizá había salido a hacer alguna diligencia y pronto regresaría.
El encargado del mantenimiento y cuido de la casa-museo era el propio ayudante del escultor que por una empatia inexplicable conectó conmigo y me permitió sentarme en la poltrona de cuero del maestro y tener en mis manos algunos de los modelos que me transmitieron, a través de las yemas de los dedos, esas vibraciones tan especiales que conmueven el alma.
Vi y estudié el sistema de cuadrícula utilizado por Barlach para trasladar el modelo al original y cuál no sería mi conmoción al constatar que la técnica del maestro era idéntica a la mía".

Todo esto cuenta Néstor y se le ilumina el rostro, porque su alma ríe. Busca en Europa remedio a la tara de su mano pero no se le ofrece mucho más de lo que ya se le había planteado aquí: para paliar el dolor hay que inmovilizar la muñeca y dejarle la mano y los dedos adaptados al perímetro del mango del mazo con que trabaja la piedra.
Regresa con el espíritu pletórico de vivencias pero sin solución para su mano. No se amedrenta ante ello y, como no puede esculpir más que unas horas diarias, dibuja, y el dibujo lo atrapa.
Recuerdo, primero en la Universidad de Costa Rica y luego en la Nacional, las largas y aburridas sesiones de profesores, en las que Néstor, frente a su montón de hojas de papel, dibujaba sin parar; pero también sin perder un ápice del tema en debate. Tanto es así que sus dibujos estaban transidos del

ambiente de la discusión. Al salir me mostraba el producto de la reunión, los sapos y culebras que habían reinado en el éter o las bellas armonías de líneas, parejas a las de la discusión. Naturalmente su actividad dibujística no le impedía intervenir, cuando hubiera de hacerlo, sin fiorituras, directo, conciso y llano.
De entre aquellos muchos oficios que Néstor ha tenido que ejercer, como hablábamos al principio de esta semblanza, se queda con el marinero. Compra un casco de bote vaciado de un solo tronco y lo condiciona como velerito con el que cruza, cuando su tiempo se lo permite, el Golfo de Nicoya a lo ancho y largo y conoce nuevos parajes a los que no tiene acceso portierra; y conoce, sobre todo, seres humanos. Como también yo soy fanático del mar, algunas veces nos hemos cruzado y otras emprendido viajes juntos, así que me consta y, además, comparto esas amistades y conocimientos.
Tornando al hilo del discurso, decíamos que el escultor está impedido de su mano para acometer cualquier proyecto tridimensional por lo que se encierra durante más de un año, carboncillo y lápiz en ristre, a enfrentarse a papeles de todo tamaño y variedad con el fin de verter sobre ellos, las síntesis de todas aquellas vivencias que a lo largo de su vida ha tenido en Guanacaste.
Fruto o consecuencia, una exposición en 1976 que intitula El Golfo de Nicoya: La Tierra, el hombre y el mar y suma otro premio nacional "Aquileo J. Echeverría" de dibujo a los dos anteriores en escultura.
Esta experiencia de tomar el dibujo, no como un paso previo hacia la pintura o la escultura, sino válido en sí mismo y capaz de expresar con la misma propiedad que las otras técnicas plásticas, el saber y el sentir del artista, marcan en Néstor un nuevo rumbo. Se da cuenta cabal y consciente de algo que viene madurando desde hace tiempo y así lo expresa:

 

"Si la creación no surge de las raíces mismas del pueblo no será nunca verdadero arte". "Quiero convertir al pueblo en sujeto de su propia historia" [...].

 

Así que empieza a verter en la madera, con los conceptos adquiridos y aclarados a través del dibujo, todo ese mundo interior enriquecido por las vivencias y experiencias que ha tenido con su pueblo.
Permíteme, atento lector, aclarar que mientras tanto Néstor ha continuado buscando el remedio a su minusvalía y ha encontrado en Costa Rica un cirujano (en Europa no lo había hallado) que le ofrece cambiarle el escafoide muerto por un injerto vivo de su propio codo. No lo duda. Se somete a la operación que resulta un éxito total.
Después de casi un año de yeso y rehabilitación, con esa tenacidad que lo caracteriza, reinicia su escultura en la madera.
El dibujo le ha marcado el camino dorado por donde ha transitado los últimos dieciséis años de labor callada y constante haciendo escultura, a pesar de las fuerzas adversas que se empeñaban en dejar ocultas las más de cien obras que en ese lapso de tiempo ha creado en el Taller de Santo Tomás o en su íinquita de Loma Bonita a la vera del Tempisque. De cien obras inéditas,de las cuales tienes, lector, una muestra en este libro, que te

 

  dará una idea de la capacidad creadora de este artista rayano en los sesenta años, sano y fuerte como un roble; que está convencido —y yo le creo—  de que le quedan muchos años aún de producir, pero que los quiere aprovechar al máximo para dejar un aporte invaluable a la cultura nacional, esculpiendo, dibujando y escribiendo. También en las lides de la escritura se ha iniciado con un hermoso libro de cuentos ilustrado por el mismo—¿cómo podría serd e otro modo?— que pronto verá ia luz.
La obra de Néstor sintetiza con nitidez el "ser y estar aquí" del pueblo costarricense en sus quehaceres, en sus costumbres, en sus afanes, en sus anhelos, en su alegría de vivir, en su angustia existencia!, en su tristeza y su esperanza, en su amor y en su soledad.
La tipología de sus personajes ha sido captada con tanta precisión, que todos ellos nos resultan familiares. En fin, la visión del mundo tan especial del costarricense que lo caracteriza como pueblo, ha sido vividamente retratada porque ha puesto en práctica aquella máxima de la que habla al principio de esta semblanza: "SÍ la creación no surge de las raíces mismas del pueblo"...

 


 

II Reflexiones estéticas sobre la obra

 

Nos parece justo resaltar aquí y ahora, en este escrito, motivado por la exposición de esculturas de Néstor Zeledón Guzmán, el arduo trabajo de casi dos años que ha representado para la Universidad Nacional a través de la Comisión de Carrera Académica con el coauspicio del Museo de Arte Costarricense el montaje de esta excepcional muestra de obras. No en balde este evento cultural se hacía necesario, más bien urgente, máxime cuando nuestro artista lleva más de dieciséis años dedicado a una práctica artística que figurará, a no dudarlo, con todo merecimiento en los anales de la historia de la escultura en Costa Rica.
Así pues el ofrecimiento de esta singular exposición al público costarricense contribuirá a la imperiosa

 

obligación de dar a conocer, a la comunidad nacional, la obra de uno de los más conspicuos artistas contemporáneos del país.
La obra en las variadas técnicas y enfoques de Néstor Zeledón Gúzman presenta matices muy diversos. No sólo es fuente y objeto de placer estético, antes bien, es otra forma de accederá! conocimiento profundo de nuestra realidad, es práctica abierta a la participación y custodia de la memoria histórica. Su arte es compromiso irreductible con su pueblo que surge de la búsqueda de lo sintético, primordial, de la esencia misma de la realidad.
Ese compromiso con su pueblo, que al final de cuenta nace de su comprensión, aprehensión, amor en última instancia, hace que su obra sintética en la madera, la piedra, el hierro, bronce o cobre, las esencias mismas de sus anhelos, afanes, frustraciones... esta síntesis requiere de un conocimiento profundo y riguroso de su entorno. El es un convencido que el pueblo debe ser sujeto de su propia historia y por ello lo coloca en el lugar que le corresponde al convertirlo en protagonista principalísimo de su expresión artística, al hacer correr por su obra el tuétano mismo del pueblo, ahí está su razón de ser y existir como creador.
Néstor capta y expresa los elementos fundamentales de la vida interior y lo relaciona en una extraordinaria armonía equilibrada entre el universo visible y el alma secreta del ser humano; sin caer en la copia de la naturaleza sin sabiduría de donde la vida se escapa quedando unos planos relacionados ¡nsustan-cialmente, sin significado y sin emoción.
La obra de Néstor surge de las fuentes naturales del

 

arte de la experiencia, del amor humano y del absoluto sentido de la responsabilidad en el trabajo.
Quizá haya quien diga que su escultura no pertenece ni al tiempo, la moda o la época; pero su escultura es tan original como la de los etruscos y tan moderna como la de Hans Arp.
Su grado de significación llega a extremos de abstracción sobre todo en la serie de Los sueños. La fuerza interior, la dinámica contenida de sus esculturas, conmueven las fibras del alma.

 El no esculpe un modelo, si no que adapta la anécdota externa del personaje a un arquetipo que permanece en lo más hondo de su espíritu; no es un espejo que nos tiene delante, que nos refleja pero ignora quiénes somos.
Los ricos logros, el poder de proyección y plasma-ción de su obra, no son sino el fruto de muchos años de amorosa observación de su pueblo.
Decíamos al principio que Néstor Zeledón Guzmán

presenta en esta exposición una muestra del trabajo que durante dieciséis años, con una dedicación total ha creado. Una muestra, porque el espacio disponible en las salas del Museo de Arte Costarricense no es suficiente para albergar las casi cien obras que en este lapso de tiempo han ido naciendo de este prolí-fico artista. Prolífico, porque a la par ha ido creando un sinnúmero de dibujos y un libro de cuentos y relatos que pronto verá la luz y que son complementos de todo esto que hemos venido diciendo. Todo su quehacerartístico reviste el mismo propósito: rescatar aquellos valores del ser costarricense que nos identifica como pueblo.

La Comisión de Carrera Académica de la Universidad Nacional, en coauspicio con el Museo de Arte Costarricense, en su afán de "crear, difundir y conservar las ciencias, las artes y las letras" tal como lo establece nuestro Estatuto Orgánico, se siente grandemente complacida por el logro del montaje de este evento cultural que sin duda alguna será de enorme trascendencia y enriquecerá la visión del mundo de los que se enfrentan a la obra de tan extraordinario creador.

 

     

El encuentro

Guanacaste

175x59x53. cm

   

La aguadora

Guanacaste

20x33x35 cm. 1991

       
     

VIII Sueño (Abrazo)

Cedro

72x60x60 cm, 1991

   

VII Sueño

Cedro

84x80x80, 1991

Resumen Curricular

foto    
             

Angelita embarazada

Cedro

145x57x53 cm. 1983

 

El Cristo

Hierro forjado

188x338 cm, 1980

 

El mártir.

Madera: guanacaste

295 X 13458 cm, 1974

 

La vergüenza

Pochote

175x61x66

 

Retrato, Rabindranath Tagore

Madera ciprés

270 7364 cm, 1976

                 
                 

La familia

Cedro

300x83x15 cm. 1979

 

Exodo

Pochote

77x51x18 cm. 1983

 

El profeta

Hierro forjado y soldado

89x47x28 cm. 1979

 

Imagen del tugurio

Cedro

120x50x41 cm.1972

   
                 
                 

Bolero

Cedro

170x64x56 cm. 1986

 

La arreada

Relieve en cedro

259x83x7 cm, 1978

 

I Sueño

Cenízaro

90x76x74 cm. 1985

 

Palero

Cedro

140x90x60 cm. 1987

 

Canción de la tarde

Cedro

125x95x7 cm. 1983

                 
                 
       

El baile

Espabel

327x145x12.5 cm. 1978

       
                 

         

   

El domingeño

Cedro

160x64x60c.1988

 

Pulpería

Cedro

223x138x7 cm.1988

 

El pargo

Cedro

83x74x70 cm. 1987

 

Talamanca

Cenízaro

127x73x51cm,1986

 

Cumbia

Pochote

176x56x48 cm. 1986

                 
       

 

 

II sueño

Cenízaro

100x82x86 cm.1989

 

IV sueño

Guanacaste

100/55x54 cm. 1989

 

El Águila

Cedro

121x67x48 ,1983

 

La tierra

Guanacaste

210x63x58 cm. 1985

 

Cogedora de café

Cedro

221x68x61 cm, 1985

                 
           
       

El grito

Pochote

140x34x38 cm. 1988

       
                 
           

V sueño "La espera"

Cedro

159x90x73 cm. 1990

 

VI sueño "La amiga"

Madero Cedro

100x70x74 cm, 1990

 

VII sueño "El hombre"

Cedro

84x80x80 cm., 1991

 

Eclipse

Guanacaste

94x133x50, 1991

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   

 

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Revisado el: 12/04/12 10:59:53 PM.

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