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Luís Ferrero-Acosta  

 

   
Comentarios a sus libros    

 

 

Biografía
Premios
Obras
Comentario

2004

 “Lean y Editores”. Confesiones de un lector

2003

Gutiérrez Sánchez, José Antonio. Mil y tantos tiquismos; costarricensismos. México, sin fecha. 2003

1995

Solari, Juan Carlos. Explosión creadora Fundación UNA y Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional.
1995 Betancourt, Helia Árbol de recuerdos. En: El Gato con Botas No. 18, suplemento de “La República”, Sábado 17 de junio de 1995, p. 8.

 

1994

Hernández J. Vilma. Felicitan a columnista. En: “Al Día”, 10 de marzo de 1994.

 

1987

 Marco Retana. Gozos del recuerdo. En: “La República”, noviembre de 1987.
1987 Sánchez, Maureen. Luis Ferrero y nuestra historia precolombina. En “Revenar”, Año VII No 13. Agosto-diciembre de 1987, pp. 37- 41.
1987 Jiménez, Joaquín. Entre el pasado y el futuro. En “La Nación”, 16 de agosto de 1987, p. 3-D

 

1986

 Juan López M. Sociedad y arte en la Costa Rica del siglo 19. Editorial Universidad Estatal a Distancia, San José, CR
1986 “Semanario Universidad”. Zúñiga - Costa Rica. En: “Semanario Universidad”, 4 de abril de 1986 p. 12.

 

1985

1985 “La Nación”. Un aporte más a la cultura: Entre el pasado y el futuro. “La Nación”, domingo 15 de setiembre de 1985, pág. F,

 

1983

1983 Marín González, Mario Alberto Luis Ferrero, el ensayista y su Árbol de recuerdos. En: “La República”, viernes 2 de setiembre de 1983, p. 34.
1983 de la Cruz de Lemos, Vladimir. Zúñiga- Costa Rica, discurso

 

1978

1978 “Apse Informa”. Amighetti, grabador. En “Apse Informa”. No 5, Año II, p.13. Julio de 1978

 

1977

1977 Barboza, Carlos Un libro de arte precolombino. En: Excelsior, p. 2. Segunda sección. Miércoles 22 de junio de 1977.

 

1976

1976 Costa Rica precolombina. Consideraciones del jurado Áncora. “La Nación”,17 de febrero de 1976.

 

1975

1975 Volio Jiménez, Fernando Costa Rica precolombina, discurso.1975
1975 Loaiza de Chacón, Norma Luis Ferrero cambia conceptos arqueológicos. En suplemento Áncora de “La Nación” 1975.
1975 Chase, Alfonso Costa Rica precolombina.1975
l975 Luna Desola, David. Costa Rica precolombina. En: “El Heraldo”,lunes 10 de noviembre de l975.

 

1974

1974 Cañas E. Alberto F. La escultura en Costa Rica. En: “La República”, domingo 5 de mayo de 1974, p. 15
1974 Librería, Imprenta y Litografía Lehmann Grabados en madera de F. Zúñiga
1974 Retana. Marco. La escultura en Costa Rica. En: “La Nación”, 19 de febrero de 1974, p.11.
1974 Cañas E. Alberto F. Chisporroteos: Arte Costarricense: Grabados en madera de F. Zúñiga. En: “La República”, domingo 5 de mayo de 1974, p. 14.

 

1973

1973 “La Nación”. La escultura en Costa Rica. En: “La Nación”, Domingo 28 de octubre de 1973.
1973 Pardo, Aristóbulo. Ensayistas costarricenses. En: “Thesavarvs”. Boletín del Instituto Caro y Cuervo. Tomo XXVIII No 3. Setiembre-Diciembre 1973.
1973 “Boletín Literario de la Editorial Costa Rica” La escultura en Costa Rica. 1973

 

1972

1972 La Nación” Ensayistas costarricenses. EN: “La Nación”, 21 de mayo de 1972, p.16.

 

1963

1963 Núñez, Francisco María. La clara voz de Joaquín García Monge En: “Diario de Costa Rica”, 30 de setiembre de 1963, p. 2-A
1963 Ortega Castro, Gustavo Adolfo. Meridiano cultural: La clara voz de Joaquín García Monge. En: Revista “Orbe”, año 36, no. 146, p. 21. agosto de 1963
1963 Cañas, E. Alberto F. Chisporroteos: La clara voz de Joaquín García Monge. En: “La República”, domingo 17 de noviembre de 1963, p. 12.
1963 Acta del otorgamiento de los Premios Nacionales, La escultura en Costa Rica. 1963

   

 

 

COMENTARIOS DE LIBROS DE LFA

 

2004

“Lean y Editores”. Confesiones de un lector

 

2003

Gutiérrez Sánchez, José Antonio. Mil y tantos tiquismos; costarricensismos. México, sin fecha. 2003

 

1995

Betancourt, Helia Árbol de recuerdos. En: El Gato con Botas No. 18, suplemento de “La República”, Sábado 17 de junio de 1995, p. 8.

 

1995

.Solari, Juan Carlos. Explosión creadora Fundación UNA y Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional.

   

1994. Hernández J. Vilma. Felicitan a columnista. En: “Al Día”, 10 de marzo de 1994.

   

1987 Marco Retana. Gozos del recuerdo. En: “La República”, noviembre de 1987.
1987 Sánchez, Maureen. Luis Ferrero y nuestra historia precolombina. En “Revenar”, Año VII No 13. Agosto-diciembre de 1987, pp. 37- 41.
1987 Jiménez, Joaquín. Entre el pasado y el futuro. En “La Nación”, 16 de agosto de 1987, p. 3-D

   

1986 Juan López M. Sociedad y arte en la Costa Rica del siglo 19. Editorial Universidad Estatal a Distancia, San José, CR
1986 “Semanario Universidad”. Zúñiga - Costa Rica. En: “Semanario Universidad”, 4 de abril de 1986 p. 12.

   

1963 Acta del otorgamiento de los Premios Nacionales, La escultura en Costa Rica. 1963

1963 Cañas, E. Alberto F. Chisporroteos: La clara voz de Joaquín García Monge. En: “La República”, domingo 17 de noviembre de 1963, p. 12.

1963 Ortega Castro, Gustavo Adolfo. Meridiano cultural: La clara voz de Joaquín García Monge. En: Revista “Orbe”, año 36, no. 146, p. 21. agosto de 1963

1963 Núñez, Francisco María. La clara voz de Joaquín García Monge En: “Diario de Costa Rica”, 30 de setiembre de 1963, p. 2-A

   

1985 “La Nación”. Un aporte más a la cultura: Entre el pasado y el futuro. “La Nación”, domingo 15 de setiembre de 1985, pág. F,
 

   

1983 Marín González, Mario Alberto Luis Ferrero, el ensayista y su Árbol de recuerdos. En: “La República”, viernes 2 de setiembre de 1983, p. 34.
1983 de la Cruz de Lemos, Vladimir. Zúñiga- Costa Rica, discurso

   

1978 “Apse Informa”. Amighetti, grabador. En “Apse Informa”. No 5, Año II, p.13. Julio de 1978

   

1977 Barboza, Carlos Un libro de arte precolombino. En: Excelsior, p. 2. Segunda sección. Miércoles 22 de junio de 1977.

   

1976 Costa Rica precolombina. Consideraciones del jurado Áncora. “La Nación”,17 de febrero de 1976

   

l975 Luna Desola, David. Costa Rica precolombina. En: “El Heraldo”,lunes 10 de noviembre de l975.

   

1975 Volio Jiménez, Fernando Costa Rica precolombina, discurso.1975
1975 Loaiza de Chacón, Norma Luis Ferrero cambia conceptos arqueológicos. En suplemento Áncora de “La Nación” 1975.
1975 Chase, Alfonso Costa Rica precolombina.1975

   

1974 Cañas E. Alberto F. La escultura en Costa Rica. En: “La República”, domingo 5 de mayo de 1974, p. 15
1974 Librería, Imprenta y Litografía Lehmann Grabados en madera de F. Zúñiga
1974 Retana. Marco. La escultura en Costa Rica. En: “La Nación”, 19 de febrero de 1974, p.11.
1974 Cañas E. Alberto F. Chisporroteos: Arte Costarricense: Grabados en madera de F. Zúñiga. En: “La República”, domingo 5 de mayo de 1974, p. 14.

   

1973 “La Nación”. La escultura en Costa Rica. En: “La Nación”, Domingo 28 de octubre de 1973.
1973 Pardo, Aristóbulo. Ensayistas costarricenses. En: “Thesavarvs”. Boletín del Instituto Caro y Cuervo. Tomo XXVIII No 3. Setiembre-Diciembre 1973.
1973 “Boletín Literario de la Editorial Costa Rica” La escultura en Costa Rica. 1973

   

1972 La Nación” Ensayistas costarricenses. EN: “La Nación”, 21 de mayo de 1972, p.16.

     
 


2004 “Lean y Editores”. Confesiones de un lector

CONFESIONES DE UN LECTOR

Este libro reúne varios ensayos escogidos por estudiantes de Enseñanza Media, escritos por el maestro Luis Ferrero. Algunos provocaron tanto entusiasmo que aún en los recreos seguían siendo discutidos.
Ferrero expresa:

“Aspiro que Confesiones de un lector, reafirme en el lector el orgullo de ser costarricense, de ser americano, porque la conservación de nuestra identidad en sus múltiples manifestaciones es la clave de nuestra subsistencia. O conservamos nuestra identidad o desaparecemos como nación”.

A lo largo de los años, el maestro Ferrero ha publicado 101 libros. Con ellos investiga y fortalece el imaginario costarricense, cuestionando, polemizando a inculcando un espíritu crítico para alcanzar los valores que hacen digna la vida de todo ser humano.
Don Luis es humanista. Vive la projimidad o amancia que enseñaba el maestro García Monge. Él lucha contra la mitificación, el autoengaño, la autoalienación y una actitud de avestruz con que nos intoxica la propaganda oficial de que estamos a la vanguardia del resto de nuestros vecinos centroamericanos o de otros países del continente.
En una oportunidad, el maestro Ferrero expresó:

“Al escribir, sigo el consejo del maestro García Monge, de la concordia como emoción histórica americana, como expresión de cultura. Con este libro me mueve exaltar lo bueno”.

Y a los jóvenes les dice:

“Ahora digo a los jóvenes de mañana que las ideas vuelan y germinan. No impartan tropiezos. Siempre hay alguien dispuesto a meter hombro en las empresas generosas, aún cuando más solo cree estar uno. Y si se tiene ánimo y voluntad, las ansias no se desgajan y no se deshacen en humo”.
“Al divulgar esfuerzos, sueño seguir trabajando. Trabajar, trabajar, trabajar para saber cuál es realmente nuestra sensibilidad nacional. Y, todos, estar plenamente consciente de sí mismo frente a los problemas del mundo subdesarrollado, para abarcar la totalidad de la visión humanística del hombre, o sea, de la visión del hombre en función de humanismo”.

LEAN Y EDITORES se honra en publicar el libro Confesiones de un lector. Luis Ferrero es uno de los caudillos culturales de la Costa Rica de hoy, Premio Nacional de Cultura Magón 1987, además de otros premios internacionales y Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en varias ocasiones.


 

 


2003 Gutiérrez Sánchez, José Antonio. Mil y tantos tiquismos; costarricensismos. México, sin fecha. 2003

MIL Y TANTOS TIQUISMOS

JOSÉ ANTONIO GUTIÉRREZ SÁNCHEZ

Luis Ferrero acaba de publicar su libro noventa y tantos. Se llama Mil y tantos tiquismos; costarricensismos (EUNED. 2002)
Con este libro, el Maestro Ferrero se codea en importancia con los estudios filológicos de Carlos Gagini, de Arturo Agüero, de Víctor Manuel Arroyo y de Miguel Ángel Quesada Pacheco.
Tan dispersa anda la labor cultural entre nosotros, y es tan ineficaz la distribución bibliográfica, que acaso para muchos lectores no llegue la noticia de la publicación de este libro.
Lo primero que me llamó la atención fueron los términos: tiquismos y costarricensismos. De inmediato me comuniqué con él y me aclaró que no acepta el término académico de costarriqueñismo, de ahí que prefiriera tiquismos y el neologismo costarricensismo porque ambos se refieren más concretamente a Costa Rica, llamada también Tiquicia.

-o-

Me interesa dialogar con el lector acerca otros aspectos más que un examen de este libro acrecentador de la cultura costarricense, sobre todo en sus aspectos populares, que explora en el fundamento de muchos costarricensismos.
No es sorpresa que el Maestro Ferrero haya decidido meterse en el campo filológico. A los ojos del escasísimo número de intelectuales familiarizados con la obra polifacética y rebosante de fuerte aliento renovador con que Luis Ferrero ha enriquecido la cultura costarricense, sabe que Costa Rica es su cuna y la máxima preocupación de su vida. Pero su mente no está reducida, ni su espíritu puede limitarse a los contornos geográficos. Aplicable es también su ideario que propone cuestionamientos de alta significación, pues su mensaje importa también a la América toda. Ajustable es igualmente todos, por derivación, el ideario que brinda como antídoto para nuestras rémoras.
La inquietud patriótica es lo primero que se nota en este fundamental escritor que es Luis Ferrero. Él es renovador, hombre de ideas que escribe en función social. La prevención modernizadora priva en todos sus escritos. Esta angustia patriótica, este noble afán revisionista, (es permanente lucha contra el atraso, la rutina, la ausencia de probidad en lo político, el desdén de los costarricenses por el trabajo creador y fecundo), reaparece en casi todos los libros del maestro Ferrero con una vehemencia profunda. Y en Mil y tantos tiquismos, costarricensismos, también renace. Y según palabras del Maestro:

“Difícil de entender. Las palabras son terribles, no son del todo inocentes. Me interesan sobre todo los aportes de carácter folclórico; también lo lexicológico y semántico, y, ocasionalmente lo morfosintáctico. Me mueve ir a la totalidad de los aspectos intelectuales, materiales, emocionales y espirituales más significantes y singulares de una sociedad o grupo social. Y, porque al ahondar en el pasado, voy a la cultura espiritual o material de nuestros ascendientes, especialmente de las tierras altas centrales y de la provincia de Guanacaste. Sin embargo, las voces aquí registradas tienen alcance nacional”.

Tengo cerca de sesenta libros del Maestro Ferrero. Los he leído y releído. Y me siento capaz de afirmar que él es uno de los escritores más proteicos y ventajosamente dotados que ha producido Costa Rica, y una de sus mentes más penetrantes y eruditas, también. Con sus libros, ha dejado la huella de su robusta personalidad. Esta diversidad de aptitudes y actividades ha sido atropellada por el raquitismo intelectual y económico del ambiente que lo ha obligado a dispersar su talento, y, a pesar de ello, se define plenamente como ensayista. Con cada uno de sus libros “abre surco”, como decía Martí. Y en todas sus materias ha dado expresión a una persistente y raigal. Y este, su libro, número noventa y tantos, es nueva prueba de su vigoroso talento, su amplia cultura y su pugnaz tenacidad de luchador y de quijote.

Publicado en México, pero el recorte enviado por correo no tiene indicación del periódico ni fecha de publicación.


 

1995 Betancourt, Helia Árbol de recuerdos. En: El Gato con Botas No. 18, suplemento de “La República”, Sábado 17 de junio de 1995, p. 8.

ÁRBOL DE RECUERDOS

HELIA BETANCOURT

No hay dudas de que este es un árbol muy especial. Un árbol de la imaginación, en cuya copa cabe el cielo y todo lo que, todavía, hay bajo él. Cada una de sus hojas, como en los árboles de los campos, está llena de remembranzas, de huellas que dejó el tiempo y la tierra que lo vio crecer. Así es el árbol al que una vez, un niño llamado Luis Ferrero, se subió allá, en su Orotina natal, donde él empezó a hacer sus recuerdos.
De este Árbol de recuerdos se desprenden diecinueve relatos que nos abren las puertas de la Costa Rica provinciana y amable de mediados del siglo [20], con un lenguaje que sentimos que nos pertenece, porque se siente vivo, como acabado de salir de la boca de alguien que sabe contar y que nos quiere.
Recuerdos de su niñez preñados de nuestros paisajes, de los pequeños acontecimientos que irrumpían en el diario acontecer pueblerino; la llegada de unos gitanos, la amenaza de una manga de chapulines, el aterrizaje de la primera avioneta que tocaba aquellas tierras; del calor hogareño y de los cuentos de hadas, de piratas o de Tío Conejo que al calor del fogón brotaban de los labios de la inolvidable doña Chepa, maestra de maestros de la sabiduría popular, con sus cuentos de príncipes y príncipas; de los personajes que habitan las vivencias de su infancia, de las coplas de los enamorados, de los parranderos. Evocaciones también de una inquieta adolescencia, de su pasión por los libros, del encuentro con los maestros Virgilio Caamaño y Joaquín García Monge, guías de tantos costarricenses; de sus lecturas predilectas, de las querellas barrioteras de un San José todavía aldeano, de los primeros pasos del estudiante impenitente que es Luis, el autor de estas nostálgicas páginas que, nos invitan a un recorrido por un pasado no muy lejano, del querido terruño.

En: El Gato con Botas No 18,
suplemento de “La República”,
Sábado 17 de junio de 1995, p. 8.
 


 


1995. Solari, Juan Carlos. Explosión creadora Fundación UNA y Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional.


EXPLOSIÓN CREADORA

JUAN CARLOS SOLARI

No sorprende que Luis Ferrero a menudo nos brinde nuevos textos desmitificadores de la historia costarricense. Ahora lo hace con sus ensayos reunidos bajos el título Explosión creadora.
A no ser que alguno por curiosidad quiera saber algo del pensamiento de tres ácratas de la Costa Rica de principios del siglo 20, forzosamente tiene que acudir a este libro. El actual sistema educativo está lleno de una falsa información y se hace caso omiso de lo nuestro por muy importante que sea. Y las lagunas de la historia costarricense son océanos inabarcables.
La tensiones que provocaba la oligarquía cafetalera, activaron en Costa Rica la polémica relativa al futuro de la patria. Y en esto sobresalieron los ácratas.
Yo diría que sí hay pensamiento costarricense. La prueba la tenemos en Roberto Brenes Mesén, Joaquín el García Monge y Omar Dengo, intelectuales que Luis Ferrero estudia en este libro. De don Roberto destaca su pensamiento filosófico, de García Monge su amancia y ciencia, y de Omar Dengo sus opiniones educativas y políticas. La fuerza doctrinaria de ellos paralelamente alienta el proceso de madurez que estaba constituido por el rico espectro de inquietudes latinoamericanista, pregonadas desde los escritos de José Martí y José Enrique Rodó, dos grandes penadores que se leían en todo el continente.
Los ácratas lucharon siempre por el hombre singular y compartieron la idea de que la felicidad y moral no se procura en una ególatra relación hacia sí mismo, sino hacia los demás. Por ello, es pensamiento estaba regido por la tríada de Verdad, Belleza y Justicia.
Los jóvenes desconocen todos esos aportes porque nuestro sistema educativo no les presta atención a pesar de que los tres ácratas que Ferrero estudia fueron creadores de tradición y condujeron el conflicto por renovar a Costa Rica. En cambio, la mayoría de los jóvenes actuales está metida en la dinámica masificadora y transnacional. Quizá el problema primordial en la actualidad no es de identidad en un sentido estrecho con su indicación ideológica nacionalista. Ahora bien, la posibilidad de sobrevivencia cultural significa un ejemplo polémico para que podamos entrar a discutir. Y Ferrero nos da los instrumentos indispensables en este libro como en muchas de sus obras publicadas anteriormente.
No puedo omitir con relación a lo universal el problema de la globalización. Este asunto de la globalización de la cultura no significa, como anuncian ciertos sectores que ahora todos podemos participar democráticamente de una cultura total. La realidad es que los países desarrollados están globalizando a los demás. Y en esta transformación lo que estamos haciendo es recibir y consumir pasivamente la producción simbólica que nos viene del norte. No somos interlocutores reales en ese proceso: no hay busca real, solo una emisión de allá para acá.
Si realmente queremos nuestra tradición sea cómo se ha venido operando la transformación de hechos humanos particulares en una esencia universal, algo mucho más grande y espléndida capaz de unir personalidades disímiles bajo un solo sentimiento de identificación. La verdad de los tres ácratas fue transformadora porque tuvieron fuerza suficiente para mover los esquemas que manipularon su sociedad.
Y, al respecto, Explosión creadora nos devuelve una realidad transformada en voz de la conciencia. Ese papel del hombre investigador es un tema recurrente en la obra de Luis Ferrero. Es decir, su prestigio como investigador de nuestra cultura se ve engrandecido por una cualidad humana bastante extraña en nuestros días: la lealtad consigo mismo. Y en Explosión creadora demuestra, de nuevo, ser coherente con sus principios y convicciones en lo que se refiere al rol del escritor frente a la obra literaria y a la sociedad.
La intolerancia y el fanatismo, -constantes en la historia de nuestros pueblos-, entorpecieron en mucho las actuaciones de Brenes Mesén, García Monge y Omar Dengo.
Este libro demuestra la honestidad y rectitud de Luis Ferrero quien arriesga en no caer en la inercia y el pesimismo.
De ahí que leyendo su breve historia de la Escuela Normal de Costa Rica, ensayo con que cierra este libro, surgen ideas en torno al sistema educativo de hoy que es forzoso poner sobre el tapete. ¿Cuánto no es efecto del mismo sistema dentro del cual los educadores se ven obligados a trabajar? Los malos sueldos, la falta de estímulo, la cantidad excesiva de alumnos en las aulas, las carencias materiales de las escuelas, las “genialidades” de superiores, la grotesca coacción de modas, las actitudes irracionales de tantos padres de familias, y, en general, de las comunidades.
Y juzgando, lo único que pienso es cuán urgente resulta leer el libro Explosión creadora, de Luis Ferrero, para que meditemos en cuánto hemos perdido al implantar tanto zarandeo en el sistema educativo. Volvamos a las ideas fundamentales de Brenes Mesén, García Monge y Dengo. No hay dudas, preocuparse por este problema es luchar y tener entre manos un duro trabajo.
 

 

 

 

 

 

1963 Núñez, Francisco María. La clara voz de Joaquín García Monge En: “Diario de Costa Rica”, 30 de setiembre de 1963, p. 2-A


LA CLARA VOZ DE JOAQUÍN GARCÍA MONGE

FRANCISCO MARÍA NÚÑEZ

En recuerdo y gloria del maestro García Monge, ilustre desamparadeño, se ha publicado el libro titulado La clara voz de Joaquín García Monge, primero de la Editorial Don Quijote que él proyectó que ahora aparece con el carácter de reconocimiento de su obra meritoria, de elogio póstumo.
El hombre propone y Dios dispone. No aspiraba García Monge que le llegara el turno de la partida sin regreso, aunque tampoco le preocupó la muerte. Vivía en paz con su conciencia.
Hombre sin odios y sin rencores, alcanzó la madurez con la única preocupación de su pobreza, que le imposibilitaba realizar sus planes editoriales, en forma más amplia. La pobreza solo le afligía porque limitaba sus medios para ayudar a sus deudos, que lo necesitaban.
Ni siquiera le interesó cimentar su nombre como escritor.
Sus tres primeras novelinas apenas si fueron un ensayo de juventud y después solo logró editar un tomito de cuentos suyos.
Con la ilustración que alcanzó, leyendo durante más de cincuenta años, horas y horas, del día y de la noche, la experiencia en la novelación y el dominio del idioma, “en cuyo estudio se especializó”, pudo realizar obras de más aliento, pero prefirió convertirse en simple editor. Divulgar la producción ajena. Dar la mano y el espaldarazo a los que se iniciaban.
Aquí localizamos el verdadero valor de García Monge: en su capacidad moral que le permitió renunciar a la propia gloria de escritor para levantar a otros.
Y no anduvo desorientado, si en el país natal mereció la burla, en la frase de censuras, “tijeras y goma”, en el exterior, particularmente en nuestro mundo de habla española, seguramente nadie ganó más renombre y mayor reconocimiento. Fue el maestro por antonomasia.
Ayudó a quien llegaba hasta él en busca de consejos y aliento: hizo de su modesto cuarto de estudio, un taller donde formaba su propio periódico a base de recortes, tijeras y goma, cuando no de colaboraciones inéditas, para aliviar trabajo al formador tipográfico y mantener la fisonomía de su publicación.
Luis Ferrero-Acosta, uno de los jóvenes más interesados y que mejor conoció las interioridades de García Monge, tanto como su tarea benedictina, ha recogido en Clara voz , una biografía síquica y sicológica, llena de detalles y apreciaciones interesantes, que definen la personalidad del maestro, al clásico pensador y estudioso, en plan de la conquista de la superación.
Efectivamente, García Monge fue un pensador. Leía mucho: rumiaba sus ideas y las leídas, formando juicio de todos los asuntos que se iban presentando en el curso de la vida.
Dentro de la aldea y fuera de ella. Ni el dinero, ni la gloria le preocuparon. Le satisfacía más su soledad, su butaca, desde la cual tomaba el pulso al país y al mundo, y donde tenía su consultorio y su púlpito. Allí se hombreaba con los grandes de América: Sarmiento, Martí, Hostos. Fue un comentador acertado y sincero.
Su reducido cuarto le servía de biblioteca de estudio y de aula. Hasta él llegaban los que tenían una consulta que hacer o una idea que comentar. Nacionales y extranjeros. Ejerció cierto dominio sobre las almas, basado en su ideal de que toda empresa debe dirigirse en beneficio del bien público.
Nos parece acertada y justa la posición de Luis Ferrero, que se aprecia en esa exaltación al maestro, no solamente con sentido de agradecimiento, sincero, sino también con juicio analítico y crítico.
Sí, García Monge fue un gran civilizador y un varón desprendido. Un pensador. Hubo decoro dentro de su renunciamiento a la propia gloria y por eso no se sepultó su memoria con su propio cuerpo físico. El espíritu sigue alentando en su obra, de proyecciones insospechadas, de gran universalidad.

En: “Diario de Costa Rica”,
30 de setiembre de 1963, p. 2-A




1963 Ortega Castro, Gustavo Adolfo. Meridiano cultural: La clara voz de Joaquín García Monge. En: Revista “Orbe”, año 36, no. 146, p. 21. agosto de 1963


MERIDIANO CULTURAL LA CLARA VOZ DE JOAQUÍN GARCÍA MONGE

GUSTAVO ADOLFO ORTEGA CASTRO


La Editorial Don Quijote acaba de publicar esta obra de Luis Ferrero-Acosta que, junto con sus valores literarios, aúna el simbolismo de una sonata.
Tiene mucho de música de cámara, para ser escuchada y recordada con deleite.
Hay exposición del tema, desarrollo, movimientos lentos y rápidos y, sobre todo, resuma la idea de una sonata para instrumento solista. En este caso, García Monge, a quien nos imaginamos correspondiente al grave y noble cello.
Este ensayo de Luis Ferrero-Acosta mereció Medalla de Oro en los Juegos Florales de 1963, auspiciados por la Asociación de Autores de Obras Científicas, Literarias y Artísticas y por la Editorial Costa Rica. Es un ensayo amplio y noble, en sus intenciones y realizaciones. Viene a constituir el primer intento sistemático de lo que pensó don Joaquín, el benemérito americano y tiene una profusa documentación que denota un conocimiento íntimo del tema.
La clara voz de Joaquín García Monge, por Luis Ferrero-Acosta, contiene cinco capítulos:

1) Americanidad, el pasado, el presente y el destino de América,
2) Política, una concepción quizás muy martiana, pero de firme y seguro derrotero por el mejoramiento integral del ser humano.
3) Educación, centrada en la augusta misión de despertar conciencias y educar al ser humano, para la vida verdadera, llena de belleza y bondad,
4) Projimidad, un intento de hacer el hombre más gregario de lo que la naturaleza lo hizo: y,
4) Artes, resumen de un ligamen ético-estético en el que la belleza posee la magia de hermosear y mejorar a los seres humanos.
Con las páginas finales se señalan las características de García Monge pensador.
La clara voz de Joaquín García Monge es un libro para el estudiante, el educador, el costarricense y el americano.
Revista ORBE está segura que esta obra, por su estilo fácil y ameno, por su ajustada articulación, reúne todos los elementos de estudios y consulta que pueda apetecer el americanista. Su abundante y seleccionada información hacen de esta obra un libro que no debe faltar en ninguna biblioteca.
Hay que destacar el gran acierto de la Editorial Don Quijote de ilustrar esta obra con numerosos retratos de García Monge, tal como lo vio el artista Juan Manuel Sánchez, y las páginas facsímiles de la parábola “El matapalo en el baúl”, de puño y letra de García Monge.

En: Revista “Orbe”, año 36, no. 146, p. 21.
agosto de 1963.







1963 Cañas, E. Alberto F. Chisporroteos: La clara voz de Joaquín García Monge. En: “La República”, domingo 17 de noviembre de 1963, p. 12.

LA CLARA VOZ DE JOAQUÍN GARCÍA MONGE

ALBERTO F. CAÑAS E.

En los Juegos Florales organizados a comienzos de este año por la Asociación de Autores y la Editorial Costa Rica, obtuvo el premio el ensayo La clara voz de Joaquín García Monge, de Luis Ferrero-Acosta, obra publicada, no por la Editorial Costa Rica, sino bajo el rubro de la Editorial Don Quijote, que el autor organizó precisamente con el eminente hombre de letras a quien ahora honra.
Dentro de la copiosa producción que la vida y obra de García Monge ha inspirado (periodística en su mayor parte) el trabajo de Ferrero Acosta es un intento serio por organizar e interpretar –con base en escritos del maestro– lo que podríamos llamar su ideología, su pensamiento.
Se desprende de la lectura de este libro, que la posición ideológica de don Joaquín –que ha sido objeto de tanta discusión sobre todo verbal– no varió fundamentalmente desde su juventud hasta su muerte. Y que nunca abandonó su posición inicial, con mucho de tolstoiana y mucho de una especie de cristianismo primitivo.
Alguna vez él se señala como socialista. Pero su socialismo no era ese pensamiento simple que los anti-socialistas de la última camada pretenden captar como si fuera un lepidóptero, con la punta de un alfiler. Era una vaga aspiración humanitaria, basada en concepciones de fraternidad universal, y no contaminada por concepciones de índole económica.
Insistimos en que la influencia más notable sobre García Monge fue la de Tolstoi. Y con mucho del bíblico “deja a tus padres, deja tus riquezas y sígueme”, elaboró su actitud ante el mundo.
Una posición así, con tanto elemento religioso implícito, no es fácil de comprender. Sobre todo cuando los hombres se empeñan en reducirla, o en adaptarle a momentos políticos o a problemas momentáneos. Límpida y transparente, puede ser expresada, como él tiene habilidad, por cualquier prójimo malintencionado.
García Monge tenía la límpida y pura ingenuidad de un santo. Y cultivó sin descanso esa actitud. Sin descanso y sin quiebres.
Maestro de profesión, solo a la pedagogía tradujo su pensamiento de manera sistemática. Y muy pronto comprendió que es verdadera tarea la de enseñar, la de divulgar, la de dar a conocer, la de fomentar. Pronto el escritor cedió progresivamente su paso al antólogo.
El libro de Luis Ferrero-Acosta parecer estar basado en una comprensión plena de esas cosas.
Comprende el autor que su trabajo no puede ser definitivo. La obra escrita de García Monge no está todavía totalmente recogida. Las conclusiones a que este ensayo llega, las tiene el autor como provisionales.
Sin embargo, estamos seguros de que cuando todo el pensamiento de García Monge quede definitivamente recopilado, muy poco poquísimo habrá que rectificar de esas conclusiones. Tenemos para nosotros que, con base en elementos de juicio no completa, Ferrero-Acosta ha podido llegar a corolarios prácticamente definitivos.
En: “La República”,
domingo 17 de noviembre
de 1963, p. 12.



1963 Acta del otorgamiento de los Premios Nacionales, La escultura en Costa Rica. 1963

LA ESCULTURA EN COSTA RICA

En el acta del otorgamiento de los premios Nacionales, el jurado integrado por Carlos Luis Sáenz, Fabián Dobles, Víctor Julio Peralta, César Valverde y Laureano Albán, decidió otorgar el Premio al libro La escultura en Costa Rica.

“Se destaca un libro sobre el que no cabe la menor controversia valioso como trabajo de investigación; claro por su método, excepcional en cuanto aporta gráficamente muchas obras escultóricas hasta ahora desconocidas o menospreciadas, y como estudio que revela en toda su amplitud un género de arte bastante poco conocido por los costarricenses, y que despliega ante los ojos a nuestro país en dimensión donde es tan señero y creativo, resulta texto de suma necesidad para la enseñanza y la cultura general”.





1972 La Nación” Ensayistas costarricenses. EN: “La Nación”, 21 de mayo de 1972, p.16.

ENSAYISTAS COSTARRICENSES

Es realmente halagadora la acogida que ha tenido entre el gran público lector la edición popular del libro Ensayistas Costarricenses, de Luis Ferrero, la cual constituye ya un éxito editorial que cumple una función inapreciable en la historia de nuestra cultura
Es un volumen manual de 436 páginas y portada atractiva, de texto fácilmente legible, con fotos y síntesis biográficas y críticas de Roberto Brenes Mesén, Joaquín García Monge, Omar Dengo, Rómulo Tovar, Rafael Cardona, Mario Sancho, Moisés Vincenzi, León Pacheco, Carlos Monge Alfaro, Rodrigo Facio, Abelardo Bonilla, Mario Alberto Jiménez, Isaac Felipe Azofeifa, Guillermo Malavassi Vargas y José L. Vega Carballo.
Su autor, Luis Ferrero, corazón-mente del ensayo costarricense como lo llama la intelectual nicaragüense Helia María Robles, ha logrado llenar un sensible vacío en la bibliografía nacional, con esta valiosa obra que incluye ensayos relativos a la explicación de nuestra realidad nacional, el pueblo, el hombre, la política el destino de nuestro país. Por eso no es de extrañar que la cátedra de Castellano de la Facultad de Ciencias y Letras, de nuestra Universidad, la haya declarado libro de texto.
El libro se inicia con una explicación muy clara y precisa de lo que es un ensayo. Después de leer este deslinde de conceptos literarios ya no cabe duda y nadie puede confundir un ensayo con un artículo, una monografía o un tratado
Luego continúa con un estudio prologal en el que se analiza el origen y los temas fundamentales del ensayo costarricense. A juicio del autor, esta es la modalidad literaria más característica y auténtica adecuada a la mentalidad del costarricense.
Prosigue con una valiosa antología, cuyo propósito fundamental es ofrecer a la juventud estudiosa los temas palpitantes del ensayo costarricense, tratados sabiamente por los ensayistas antes nombrados, grandes hombre que deseaban formar una hombre nuevo y una patria civilizadora que salva a personalidad humana; una nueva patria en la cual se vive de acuerdo “con las imperecederas normas de la justicia, la libertad, la belleza y la verdad”, como exhorta García Monge. Hombre que aportan grandes enseñanzas en pro de la cultura y la educación del costarricense al exponer su americanidad y costarriqueñidad.
Espigando en el ensayo costarricense –dice Luis Ferrero– y sistematizándolo, se podría obtener un ideario estructurador. Daría los ideales que han regido y rigen al costarricense en su perenne lucha cotidiana por plasmarse como ser humano, integrado a una comunidad, a u país, a un continente y a las corrientes universales.
El estudio de presentación es reposado y serio. Trata de analizar el pensamiento filosófico de nuestros mejores pensadores para llegar a sintetizar sus inquietudes y su importancia en el desenvolvimiento social e institucional de nuestra Patria.
Cada lector curioso puede formar su selección de acuerdo con sus simpatías y sus diferencias en los ensayos de este florilegio hay riqueza, hay variedad. Son una cantera inexplorada en gran parte.
Ensayistas costarricenses es el libro que debe llegar a manos de todos los costarricenses pues contribuye enormemente a que conozcamos y apreciemos a nuestros grandes escritores.

EN: “La Nación”,
21 de mayo de 1972, p.16.


 






1973 “La Nación”. La escultura en Costa Rica. En: “La Nación”, Domingo 28 de octubre de 1973.

LA ESCULTURA EN COSTA RICA

El lunes de la semana que terminó ayer, la Editorial Costa Rica hizo entrega a sus autores de los últimos seis libros que ha editado. Entre ellos, a Luis Ferrero-Acosta, escritor y ensayista costarricense.
El libro del que es autor Ferrero se llama La escultura en Costa Rica. Es una obra completamente distinta a las que antes había concebido el autor. Luis incursiona en los campos del ensayo, de la historia, literatura, del folclore, y aun en el mismo arte pero esta obra marca nuevos rumbos dentro de su producción: aquí se preocupa más por los problemas estéticos más que los biográficos.
Es libro es una edición masiva. Por primera vez la Editorial Costa Rica edita una obra en un tiraje de 10 000 ejemplares. Está profusamente ilustrada con la idea de que la fotografía complemente y aclare el texto.
La escultura en Costa Rica, de Luis Ferrero, en términos generales, no se refiere concretamente a los escultores como personas. Lo que más le interesó fue hacer un panorama de las tendencias fundamentales de la escultura costarricense y, para ello, escogió a los escultores más característicos de cada una de las tendencias.
Lógicamente –dice Luis– tuve que partir de la explicación de lo que es la escultura. Una vez aclarado el concepto entré a un panorama histórico del porqué en el siglo 19 Costa Rica no tuvo artistas, debido a que el costarricense estaba forjando la nacionalidad y no tenía tiempo para sentarse a apreciar obras artísticas. Pero, también, de cómo los ricos cafetaleros que iba a Europa allá conocieron la pintura y la escultura y se preocuparon porque en Costa Rica se abriera una escuela de Bellas Artes. A partir de esta época ya se puede decir que hay esculturas en Costa Rica, no de Costa Rica.

¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE LOS PRECURSORES Y LOS ACTUALES?

“De los precursores podemos decir que se limitaron a esculpir según los cánones de la imaginería tradicional y salvo, Fadrique Gutiérrez que se preocupó por hacer un poco de obra profana, los antiguos se concretaron a lo artesanal. En cambio, los nuevos tienen una preocupación fundamental de crear obras de arte que causen en el espectador un placer estético. Esto hace por otro lado, que los escultores sean diferentes entre sí”.

En: “La Nación”,
Domingo 28 de octubre de 1973.

1973 Pardo, Aristóbulo. Ensayistas costarricenses. En: “Thesavarvs”. Boletín del Instituto Caro y Cuervo. Tomo XXVIII No 3. Setiembre-Diciembre 1973.


ENSAYISTAS COSTARRICENSES

ARISTÓBULO PARDO

Luis Ferrero-Acosta. Ensayistas costarricenses. Selección, prólogo, notas y bibliografía por... San José, Costa Rica, Antonio Lehmann, Librería, Imprenta, 1971, 358 págs.

En el canto izquierdo, abajo, página ante-portada, con recato y con orgullo, una leyenda breve: “Edición homenaje a la / cultura costarricense / LXXV aniversario / Librería Lehmann / (1896-1971)” Orgullo bien fundado. En tres cuartos de siglo, la Casa Lehmann ha visto cómo toda Hispanoamérica acrecienta y afirma su respeto por la madurez cultural y política de Costa Rica.
La composición del volumen es de Luis Ferrero-Acosta, de quien debo repetir la cita con que Alfonso Reyes se hace en la Nota Editorial (pág. 8) “Afortunadamente hay hombres como Luis Ferrero-Acosta...porque este hombre tiene respuesta para la tarea que exige estudio serio. No se fía de la improvisación. Labora sin tregua. Destila el producto para que no lleve lía. Así se ha hecho intelectual de mucha fuerza.” Y ahora, unida la decisión de la Casa Lehmann al talento cultivado de Ferrero, nos dan en Ensayistas costarricenses un libro de notable señorío: por el volumen en sí, como objeto para regalar los sentidos, e igualmente por la calidad de los estudios preliminares y de los ensayos elegidos para representar una modalidad de la inteligencia costarricense.
Ferrero dedica el “Prólogo” (pág. 15-25) al examen del ensayo literario. Es una circunstancia afortunada porque es la única parte en que se le puede discutir de hombre a hombre, porque cuando se interna en los dominios de lo auténticamente costarricense el lector que no es ahí sólo le queda acatar la autoridad del compilador. Y no porque el tono de Ferrero sea impositivo sino porque se trata de una materia en que los datos están bien fundamentados y los juicios derivan del criterio que ha regido la selección del volumen. Los datos de la información se hallan en el “Panorama histórico del ensayo costarricense” (págs. 27-69), lo mismo que en las breves vitae que preceden las selecciones de cada autor. El criterio rector era el escogimiento de los autores y sus producciones representativas se ha consignado en “Esta antología” (páginas 71-92): “cultura y educación”. “americanidad”, costarriqueñidad”. Tres ideas vertebrales de lo que Ferrero llama “la ideología que ha aguijoneado al costarricense por forjar su vida y la de su nación” (pág. 71) A renglón seguido Ferrero advierte “que la idea del porvenir ha sido factor creador y unificador” en la brega de formar una conciencia nacional.
La ordenación de los ensayos es cronológica: siglos 19 y 20. Quedan comprendidos dieciocho ensayistas, que no es mucho si se repara en que tal vez no ha habido escritor ni poeta costarricense que no haya contribuido al género del ensayo. Siguiendo ese orden, resulta del mayor interés comprobar la preocupación costarricense por la educación de la mujer, ya por el año 1843, expresado por J. M. Castro Madriz al iniciar la construcción de un colegio de señoritas; o la idea de que al joven se le debe enseñar “la forma y naturaleza del gobierno”, como dice don Mauro Fernández, 1887, para que el nuevo ciudadano colabore en la mejora de las instituciones; o la posición de don Pío J. Víquez, quien habiendo atacado la incubación de ciertos vicios sociales en torno al mercado libre de San José, tiene luego que atacar defendiéndose pues, según él, no es embozando y velando los vicios sociales como se hace patriotismo de veras, sino denunciándolos ante la opinión para que la sociedad pueda advertirlos y procurarse las defensas del caso.
El perfil de Costa Rica, junto con el de América Central, se proyecta hacia dimensiones americanas totales en los ensayos de Joaquín García Monge y Roberto Brenes Mesén. Vienen luego unos ensayos que se agrupan hacia los treinta y tantos. Son los de Mario Sancho, Moisés Vincenzi, León Pacheco. En éstos parece haberse perdido el Norte de la brújula. Sus ensayos sintetizan el rechazo de la civilización norteamericana por mecanicista, y de la hipercivilización francesa por el relajamiento en los resortes de la moral social. Simultáneamente se buscan horizontes y guías para tiempos nuevos: España..., Hispanoamérica..., Centroamérica... se insinúan como vislumbres distantes, algo inciertas, como un quizá. Es como si, de pronto, un sistema de valores se hubiera desmoronado y se sintiera la necesidad angustiosa de configurarse otro nuevo. ¡Verdad como un templo! Pero puntualizo apenas ciertas venas temáticas. Los ensayos en referencia son mucho más que eso.
Vienen a continuación dos ensayos de la década del 60: uno de Caros Monge Alfaro y otro de Rodrigo Facio, ambos rectores de la Universidad de Costa Rica. Allí se apunta el rumbo para el desconcierto. Facio señala la universidad como la forja en que la sociedad costarricense puede y debe vaciar los moldes para hacerse a su gusto los tiempos nuevos. Carlos Monge iza la bandera de la sabiduría como valor imprescindible de la libertad. En el ensayo de Facio se adivinan repercusiones de Sarmiento. En el de Monge se advierten ecos de Andrés Bello.
Para cerrar el despliegue, Ferrero presenta cuatro ensayos sobre el carácter costarricense: el de Abelardo Bonilla, Abel y Caín en el ser histórico de la nación costarricense; de Mario Alberto Jiménez, Los ticos y la máscara; de Luis Barahona, Tres notas sobre el carácter costarricense –“el conformismo”, “la tolerancia” y el “individualismo”–; y de Isaac Felipe Azofeifa, La isla que somos. Los cuatro ensayistas espontanean sin remilgos ciertas facetas controvertidas y controvertibles del hombres y la nación costarricense.
De las ideas centrales indicadas por Ferrero, tal vez la más débilmente representada por los ensayistas costarricenses es la Americanidad, flaqueza que no es propiamente exclusiva de la inteligencia costarricense.
El “Repertorio bibliográfico del ensayo costarricense” cierra este volumen que hace honor al pensamiento de Costa Rica, a Luis Ferrero y a la Casa Lehmann.

OHIO STATE UNIVERSITY, ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

En: “Thesavarvs”. Boletín del Instituto Caro y Cuervo.
Tomo XXVIII No 3. Setiembre-Diciembre 1973.


 
 





1973 “Boletín Literario de la Editorial Costa Rica” La escultura en Costa Rica. 1973

LA ESCULTURA EN COSTA RICA

La escultura en Costa Rica, de Luis Ferrero, es libro, preparado especialmente para la Editorial Costa Rica.
Es la primera obra de análisis crítico sobre los rumbos que ha tomado la escultura en nuestro país. Con la rigurosidad científica que lo caracteriza, Luis Ferrero, se remonta a las tallas coloniales en madera, para llegar hasta nuestros modernos escultores. Una significativa muestra de este arte desfila por las páginas de La escultura en Costa Rica, que, además, tiene un carácter didáctico y un estilo literario de primera línea. Esa una obra que recupera los valores de ese arte.
En su tercera edición este libro puede considerarse uno de los más importante de la materia y no puede faltar en su biblioteca.

En: “Boletín Literario
de la Editorial Costa Rica”


 






1974 Cañas E. Alberto F. La escultura en Costa Rica. En: “La República”, domingo 5 de mayo de 1974, p. 15

LA ESCULTURA EN COSTA RICA

LIC. ALBERTO F. CAÑAS E.

Fragmento del discurso pronunciado por el ministro de Cultura, Juventud y Deportes, en la entrega de los Premios Nacionales de 1973

Otro libro importante que ha obtenido el Premio Aquileo J. Echeverría es La escultura en Costa Rica. Su autor, Luis Ferrero, es un investigador incansable y un trabajador de la cultura cuya dedicación raya en lo inverosímil. Muchas obras útiles le debemos, y entre las más importantes figura ésta, prima de una serie de monografías que la Editorial Costa Rica ha encargado sobre distintas ramas de la actividad artística en Costa Rica. Esperamos que las sucesivas intenten la misma calidad que ésta.

En: “La República”,
domingo 5 de mayo de 1974, p. 15.


 





1974 Librería, Imprenta y Litografía Lehmann
Grabados en madera de F. Zúñiga

GRABADOS EN MADERA
DE F. ZÚÑIGA

La Librería, Imprenta y Litografía Lehmann S.A. inicia la publicación de una serie de monografías. Estas recogerán las principales manifestaciones artísticas de Costa Rica. Ha sido encargado de plasmar tan ambiciosa idea el escritor Luis Ferrero, de quien, en otra oportunidad, esta misma Editorial publicó Ensayistas costarricense, obra didáctica de indudable valor.
Los maestros, profesores y estudiantes, hallarán en dichos fascículos amplia y rica información para interpretar y desarrollar los contenidos del Plan Nacional de Desarrollo Educativo.
Para iniciar esta obra, Lis Ferrero escogió el tema Grabados en madera de Francisco Zúñiga. En él, ilustra con propiedad, sobre técnicas, valores estéticos y cuestiones históricas del grabado europeo y sus repercusiones en la xilografía costarricense.
El artista Francisco Zúñiga nació en San José de Costa Rica, el 27 de diciembre de 1912. Ya de ad1olescente, se dio a conocer como pintor y escultor. En esos años, juveniles empezó a descentrar lo humano, sus orígenes, la tierra y la sangre del pueblo, de la cual todo arte creadores nutre primero para ser un lenguaje vital. Parte de la obra que realizó al calor de las exposiciones del “Diario de Costa Rica”, a inicio de la década de los treinta, son sus once estampas xilográficas que en que partió para México Ferrero estudia en el presente cuaderno. Después de 1936, Zúñiga se ha dedicado primordialmente a la escultura. En este arte se le reconoce como “el iniciador de una corriente decisiva de autoctonía” y como uno de los más grandes escultores de América.
La Librería, Imprenta y Litografía Lehmann S. A. anuncia a la vez sus dos próximas entregas: La escultura precolombina y La imaginería también en prensa. Luego vendrán otras obras: Enrique Echandi, Emil Span, Juan Ramón Bonilla, Juan Manuel Sánchez, los pintores primitivistas, la caricatura, la arquitectura, etc.

Nota

A pesar de estar en proceso de diagramación La escultura precolombina y La imaginería, no fue posible publicarlos porque un grupo de profesores de la Universidad de Costa Rica se opusieron que se continuara la serie de fascículos por cuanto, según sus argumentos, “Luis Ferrero no posee ningún título universitario”. Y, además, los problemas en apariencia minúsculos eran tan frecuentes que decidí no publicar más entregas. Nota de L.F.

 



  
1974 Retana. Marco. La escultura en Costa Rica. En: “La Nación”, 19 de febrero de 1974, p.11.


LA ESCULTURA EN COSTA RICA

MARCO RETANA

La Editorial Costa Rica camina. Cada día nos encontramos con nuevos libros que son verdaderos hitos en la historia editorial del país. Cuando Luis Ferrero me enseñaba sus adelantos de investigación de lo que sería un libro que él todavía no sabía titular, La escultura de Costa Rica o La escultura en Costa Rica, me atreví a decirle que aquella sería su obra cumbre. El parto ha dado la razón. Es un libro hermoso, ambicioso: un libro de peso. Creo que, desde el punto de vista editorial, es la mayor aventura de la Editorial Costa Rica. Más de doscientas ilustraciones de otros tantos trabajos representativos de la escultura costarricense, con algunos ejemplos de la escultura universal. Ejemplos que van, desde la iconografía elemental hasta las monumentales tallas directas de Paco Zúñiga en México; desde la imaginería anónima, hasta las búsquedas contemporáneas de Miguel Ángel Brenes, Carlomagno Venegas y Crisanto Badilla, los tres, esperanzas de una escultura más pujante.
La escultura en Costa Rica es una obra eminentemente didáctica: clara, sencilla en el lenguaje, y en su elegante presentación. Con la claridad de las cosas que Ferrero sabe escribir. Con algunas libertades lingüísticas que Luis sabe darse. Pero, sobre todo, con una gran belleza.
Dividida en seis capítulos de historia –visión de nuestros escultores: los precursores, los académicos, las búsquedas, las promesas– la obra tiene para el lector el encuentro con un mundo –para la gran mayoría desconocido– salpicado muchas veces de anécdotas interesantísimas (por lo mismo, más humanas): mundo de lucha, de rompimientos, de hallazgos y fracasos: mundo del arte. La sencillez campechana de Juan Rafael Chacón; el silencio indígena de Juan Manuel; la audacia de Néstor hijo; la ingenuidad y belleza de Néstor padre; la valentía y el genio de Paco Zúñiga; la rebeldía de Max. Mundo maravilloso en que el hombre-polvo, busca transformarse en hombre-cosmos para arrancar al infinito un instante de luz. El hombre frente a la piedra, frente al misterio; el hombre frente a Dios. Dios él, armado de cincel o gubia, buscando las entrañas divinas.
Como no pierde su valor didáctico y esto le da más importancia aún tiene, para nosotros los profanos, una introducción que nos explica qué es la escultura en bulto o en relieve, qué es un altorrelieve, qué es un bajorrelieve; que es tallar, qué esculpir.
Hay una sección “Conclusiones” en que el autor nos da interesantes puntos de vista, como la creación de un Museo del Arte Costarricense y la edición de monografías para satisfacer las necesidades de los programas de Artes Plásticas de los colegios.
Otro aspecto está dedicado a pequeñas biografías de los escultores citados, y hasta en la menudencia humana de las firmas de los escultores tuvo Ferrero cuidado.
Un interesante Glosario nos pone en contacto con los tecnicismos lingüísticos de la escultura.
Finalmente, una abundante bibliografía cierra el estudio de Luis Ferrero, nuestro excelente investigador y escritor que ha producido, a pedido de la Editorial Costa Rica, la obra más obligada para todos los que tengamos interés en saber cuál ha sido el desarrollo de la escultura en Costa Rica.

En: “La Nación”,
19 de febrero de 1974, p.11.

 




1974 Cañas E. Alberto F. Chisporroteos: Arte Costarricense: Grabados en madera de F. Zúñiga. En: “La República”, domingo 5 de mayo de 1974, p. 14.

ARTE COSTARRICENSE: GRABADOS EN MADERA DE F. ZÚÑIGA

ALBERTO F. CAÑAS ESCALANTE

El viernes último, Paco Zúñiga recibía el Premio Magón de 1973 y Luis Ferrero uno de los Premios Aquileo J. Echeverría por su libro La escultura en Costa Rica.
De manera que parece propicia la fecha de hoy, para mencionar una publicación que los une: la breve monografía de Ferrero Arte costarricense: grabados en madera de F. Zúñiga, publicada por Lehmann, y que es un ensayo muy didáctico sobre el arte del grabado, sobre sus vicisitudes en el siglo 20, sobre su introducción en Costa Rica en la década de 1930 y sobre la estupenda labor juvenil que hizo nuestro Zúñiga en ese campo, antes de partir hacia México
Como es usual, la benedictina paciencia de Ferrero desentierra y saca a relucir tesoros ocultos. Concretamente, aquí, los sitios donde por primera vez se publicaron los grabados de Zúñiga en Álbum de grabados en madera que publicó la Imprenta Nacional en 1934 y cuyo contenido antológico incluía trabajos de Zúñiga, Manuel de la Cruz González, Salazar Herrera, Gilbert Laporte, Amighetti, Quico Quirós y otros. Y una revista llamada “Suplemento”, que en los mismos días publicaba Fernando Luján. Nos quedaremos pensando si las facilidades gráficas de hoy día no permitirían una reimpresión facsimilar del citado álbum.
Curiosamente, y con conocimiento de causa, Ferrero nos lleva por aquellos días de tremenda importancia para el desarrollo de nuestro arte, cuando la generación benemérita de artistas que surgió a raíz de la primera exposición (1928), y que venía renovando o revolucionando, o quizás iniciando nuestra historia artística, experimentó en el terreno del grabado.
El ensayo mismo está precedido de una somera introducción a las técnicas del grabado, con descripción sencilla y fácil.
Una frase final de gracias, Luis Ferrero, por habernos dedicado este breve y útil ensayo. Se las habríamos dado privadamente por carta. Ahora se las hacemos públicas. Que Dios se lo pague.

En: “La República”
domingo 5 de mayo de 1974, p. 14.


 





1975 Volio Jiménez, Fernando Costa Rica precolombina, discurso.1975

COSTA RICA PRECOLOMBINA

LIC. FERNANDO VOLIO JIMÉNEZ

El ministro de Educación, en nombre del Gobierno y de la Editorial Costa Rica, en la sesión solemne de entrega del libro Costa Rica precolombina del escritor Luis Ferrero, entre otros conceptos altamente elogiosos, expresó lo siguiente:

Este libro es un hito de desarrollo editorial que se sale de lo corriente. Es un libro que va a ser sensación. Realmente es extraordinario.
Luis Ferrero es un escritor de talento en realidad excepcional que ha llevado su especialidad, el ensayo, a alturas que han pisado muy pocos costarricenses.
Cuando preparó para la Editorial Costa Rica, con esmero y criterio fuera de lo común su extraordinaria Escultura en Costa Rica, muchos creímos que le sería difícil superarla.
Pero hoy, afortunadamente nos demuestra todo lo contrario, que apenas inicia su firme ascenso hacia las más altas cumbres porque Costa Rica precolombina que hoy tengo el honor de entregar es una obra estupenda que nos deja estupefactos con su impresionante manifestación de conocimientos, con su exquisito criterio para seleccionar piezas, grabados, dibujos, mapas, los datos y hechos históricos, todos indispensables para dar una visión deslumbrante de un legado cultural muy digno, valioso y bello.
La primera y viva impresión que uno tiene al aproximarse a esta obra es de un bien fundado orgullo de ser costarricense y de una no menos bien cimentada admiración por nuestros antepasados aborígenes.
Luis, en pocas líneas, desde el principio nos indica que el arte y la magia de la síntesis que logra realizar, pueden resumir su increíble investigación que desde ahora queda convertida en obra clásica.
Él manifiesta, al salir por los fueros de la capacidad creadora y artística de los costarricenses precolombinos, que no obstante las influencias venidas de todas partes lograron crear objetos y estilos locales muy definidos. Y afirma –muy ufano y con sobrada razón–. Y aquí cito: “Cada artefacto es una individualidad: un espíritu creador preside cada pieza aunque absorba elementos foráneos. Esto explica su singularidad. No fue la actividad, pues, de los artífices nuestros el producto de una actividad pasiva sino modificaciones de los patrones básicos recibidos”. Esto lo deja bien claro a través de toda la obra, los patrones básicos recibidos fueron enriquecidos con su propia imaginación conforme a sus propias circunstancias y necesidades de nuestros aborígenes. Esto –lo digo– arroja torrentes de luz para poder interpretar mejor nuestro modo de ser, nuestro modo de pensar, nuestro modo de sentir, en sí, nuestra cultura porque Costa Rica ha podido formar con la madurez y la persistencia de nuestros aborígenes su propio modo, su propio modelo de desarrollo social y político nutriéndose de ideas universales de todas las latitudes pero integrándolas sabiamente a su propia realidad. Por eso dicen que nos distinguimos en el concierto de las naciones y esto ya es un loor significante.
El que Luis nos permita darnos cuenta de esta realidad ya implica que quedemos muy reconocidos con él y para el libro significa un acierto de especial significación. Por eso se va a vender aquí, fuera de aquí y tendrá un clamoroso éxito. Pero no es solo eso lo que encierra este libro extraordinario: muchos otros conocimientos sobre nuestro pasado precolombino surgen de su investigación.

 



1975 Loaiza de Chacón, Norma Luis Ferrero cambia conceptos arqueológicos. En suplemento Áncora de “La Nación” 1975.


LUIS FERRERO CAMBIA CONCEPTOS ARQUEOLÓGICOS

NORMA LOAIZA DE CHACÓN

Costa Rica precolombina es el libro de Luis Ferrero, distinguido con el Premio Áncora correspondiente al año de 1975.
Se trata de una obra seria, erudita y educativa. Está profusa y selectivamente ilustrada, con gráficos muy interesantes de excavaciones y trabajos realizados básicamente por el personal del Museo Nacional en las principales zonas arqueológicas del país y por piezas valiosas de dicha institución y de coleccionistas particulares.
El libro premiado obtuvo por unanimidad el voto del jurado que consideró, que hasta la fecha, no se había publicado en Costa Rica una obra tan completa relativa a nuestras culturas aborígenes.
Ferrero logra con esta publicación que el lector obtenga una idea clara y global acerca de la vida económica, las actividades militares y religiosas, las artes, las técnicas y el saber del indígena que habitó nuestro país.
Brinda conocimiento acerca de las creencias y las costumbres en general de este indio de grandeza creadora.
Con Costa Rica precolombina, Ferrero logra que sintamos nuestro arte precolombino a la que rendirle respeto y admiración.
El libro resume todas las investigaciones científicas controladas que habían realizado en Costa Rica arqueólogos como Claude Baudez, Michael D. Coe, Frederick Lange, Michael J. Snarskis y Wolfgang Haberland.
Quizás lo más importantes es que con estas investigaciones Luis Ferrero, al afiliarse a los conceptos de la nueva arqueología centrada en los procesos de desarrollo cultural, logra demostrar que la antigua denominación tribal de chorotegas, bruncas y huetares fue totalmente errónea para referirse a procesos culturales de duración de siglos. A esto ha de unirse la fijación que hace el investigador de dos grandes sectores culturales: vincula a Guanacaste con las culturas mesoamericanas y, al resto del país, con el norte de Sudamérica. Esto ha provocado grandes renovaciones en los planes y programas de enseñanza primaria, media y universitaria. De ahí que la división cultural de los dos sectores mencionados que introdujo Costa Rica precolombina ya empiece a ser utilizada como concepto fundamental en las historias de Costa Rica que se utilizan como libros de texto. Así se comprueba en las últimas ediciones de la Historia de Costa Rica de Carlos Monge Alfaro; en Estudios Sociales para sétimo año de Carlos Luis Fallas y Oscar Aguilar B.; en Costa Rica, nuestra comunidad nacional, de Juan Cevo, Chester Zelaya, Esther Jimeno, Claudio Segura y Florencio Magallón. Lo mismo sucede en la adecuación museográfica de las salas de arqueología del Museo Nacional de Costa Rica y del Museo del Jade del Instituto Nacional de Seguros.

Publicado originalmente en el suplemento Áncora de La Nación. Luego, incorporado al libro de Norma Loaiza La abundancia y el tiempo. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, San José, 1982.

 



1975 Chase, Alfonso Costa Rica precolombina.1975

COSTA RICA PRECOLOMBINA

Luis Ferrero. Costa Rica precolombina. Arqueología, Etnología, Tecnología, Arte. 446 p. más pp. de láminas en colores. Biblioteca Patria No 6. Editorial Costa Rica, 1975.

ALFONSO CHASE


Otro de los libros fundamentales para cualquier lector culto, de la maravillosa Biblioteca Patria.
La obra más seria de Luis Ferrero-Acosta, nacido en Orotina, uno de los autores más prolíficos de la literatura nacional, recopilador, investigador y animador de la cultura nacional, de formación autodidacta, pero conocedor de lo que habla, escribe, piensa.
Me aboco a la lectura de este libro para conocer mejor nuestro pasado histórico. Lo mejor de este libro es que Luis Ferrero nos recupera una serie de informaciones que antes sólo estaban en poder de especialistas y las pone frente al lector, en magnífica síntesis, para informarle sobre la prehistoria de Costa Rica o quizás mejor, esa historia que casi no conocemos los costarricenses y que apenas se menciona en nuestros libros de texto.
La primera parte, eso que él llama “Punto de partida: Costa Rica, filtro biológico”, me parece muy importante por la localización geográfica y cultural que hace Ferrero de nuestra patria, no como simple nacionalismo, sino más bien como punto de arranque para cualquier intento futuro de análisis sobre el papel de nuestra patria en el contexto de las naciones.
Adecuada la localización total de nuestra patria en el plano geográfico, pero sin perder por eso la perspectiva histórica, que está muy bien definida como método para diferenciarnos y acercarnos a otras culturas. Desde este punto de vista esta parte se me ocurre a más importante del libro, porque no es sitio definido donde ocurren todas las otras especulaciones o detalles que va precisando al través del libro. Muy importante la convergencia que establece sobre la agricultura: el cultivo de granos y el cultivo de reproducción vegetativa, así como señalar las características de puente que significa nuestra patria en el mundo cultural y biológico del continente. Nada nuevo u original encontramos pero por primera vez se sintetiza la información, de manera clara y hasta científica, para darnos una idea más definida de Costa Rica como punto de confluencia cultural, sobre todo cuando establece la diferencia fundamental, entre los datos etnológicos con los arqueológicos, idea profunda que tendrá que ser tomada en cuenta por futuros investigadores de nuestro pasado precolombino.
También es muy acertado el haber dividido para el estudio de nuestras diferencias manifestaciones culturales, en dos sectores definidos de influencia; mesoamericana y sudamericana, lo que facilita, desde muchos puntos de vista, el estudio de la realidad nacional y le da pie para una serie de datos, que estimo muy afortunados sobre actividades de subsistencia, creencias, tipos de población, de habitación, etc. etc. Indispensables para cualquier comprensión de nuestros antecedentes como pueblo y como cultura futura.
Lo que luego Ferrero llama Tecnología es interesante pero creo que la manera de plantear el estudio no es la más adecuada, o al menos la más conveniente para cualquier lector profano.
Los problemas de espacio y el tiempo que tanto preocupan al antropólogo siguen preocupando a Ferrero ya al lector posible, porque algunas de las afirmaciones esbozadas por Ferrero apenas pueden comprobarse de manera científica, como él mismo lo insinúa entre, a pesar de las descripciones que toma de Aguilar Piedra, para darnos una idea de esa posible tecnología.
Lo que Ferrero llama Estética y que ocupa casi 100 página de la obra es un intento, confuso, por darnos ciertas características e ideas de los trabajos de los indios americanos, inscritos en el contexto de nuestra patria, con interesantes generalizaciones aplicadas al arte precolombino mesoamericano, a excepción de los jades que por su procedencia son de clara procedencia olmeca, como el estudioso lo señala muy claramente en el aparte dedicado al jade. El estudio que hace de la cerámica me parece muy completo y las reproducciones que Luis Ferrero ha seleccionado me parecen una índole de la sensibilidad y claridad con que está hecho este estudio, que nos presenta un esclarecedor llamado para apreciar lo que él llama tipo costarricense, que puede ser un punto de partida para posteriores estudios de estética precolombina costarricense. Dentro de lo que Luis Ferrero llama Sector de Tradición Suramericana el estudio que dedica a la piedra –como expresión del trabajo del hombre– es notable por la profundidad de las observaciones y el detalle que da a la luz como elemento importantísimo para exaltar los valores escultóricos. En el estudio sobre la metalurgia, trabajo del oro, el autor destaca la penetración de estilos foráneos y la idea de que el oro reemplaza al jade como material para ornamentos simbólicos, detalle no muy explicado por Ferrero, que, sin embargo, se presta a importantes investigaciones.
No me parecen muy serias lo que él llama otras conclusiones, pág. 372, porque el problema del mestizaje artístico de Costa Rica queda sin resolver en el libro, con lo cual muchas de las afirmaciones de Luis Ferrero son sólo observaciones sobre trabajos de estilo y no aportaciones antropológicas o arqueológicas al pasado precolombino de Costa Rica.
La cuarta parte la titula: El arte precolombino y el costarricense actual me parece lo más representativa del trabajo de Ferrero-Acosta sobre todo las afirmaciones de que Costa Rica presenta una prehistoria sin salida, como se puede aplicar a la historia actual, que muchos encontramos con una salida que estamos seguros que Ferrero-Acosta no comparte. Por sus afirmaciones finales nos parecen poco acertadas, sobre todo sus especulaciones sobre el arte y el correlato sicológico o el aparte: La Hispanoamericana, una cultura estética en donde pontifica sobre los deberes de los artistas nacionales, y sus posibles entronques con el arte precolombino, que como apéndice nos parece interesante el planteamiento, pero que nada tiene quehacer como conclusión de la obra.
El glosario, prueba su labor de investigador y es una guía muy importante para aclarar conceptos sobre arqueología costarricense. La bibliografía está completísima y servirá para ayudar a futuros investigadores y científicos en la búsqueda de nuevas fuente de información sobre la cultura precolombina costarricense.
Un gran esfuerzo personal de Luis Ferrero por clarificar nuestra historia es este libro. Labor que desde hace años viene realizando sin ayuda oficial pero con notable empeño. Cualquier institución superior de cultura se sentiría muy honrada de contar con Ferrero como docente. Esto no es sólo una sugestión, debería ser un imperativo para estimular la labor de un auténtico y verdadero investigador.
 



  

l975 Luna Desola, David. Costa Rica precolombina. En: “El Heraldo”,lunes 10 de noviembre de l975.

COSTA RICA PRECOLOMBINA

DAVID LUNA DESOLA

Adquirí hace pocos días un libro realmente notable. El autor es Luis Ferrero. Lo conozco desde hace varios meses, y su personalidad no está desmintiendo sus obras. Hombre curioso, que ha consagrado su vida a la investigación y la cultura, ha dado con esta obra un ascenso espectacular que culmina en un clásico del ensayo costarricense.
La arqueología y la etnografía centroamericana y, en particular, las costarricenses, son ciencias verdaderamente difíciles. Un connotado profesor de la Universidad, me decía con aire socarrón, no sin expresar cierta verdad, que él tenía miedo a la clase de Arqueología de Costa Rica. Y es que el mencionado, al investigar, ha visto lagunas insalvables, de lo aun conocido e investigado. Ferrero ha tenido pues, una decisión digna del mayor de los encomios. Tuvo la visión del hombre de talento que conoce los límites de la empresa. Armado con una voluntad y amor que dieron sus frutos. El libro titulado Costa Rica precolombina (Editorial Costa Rica, 1975) es una obra editorial de casi 500 páginas, con ilustraciones magníficas correspondientes a dibujos, fotografías en blanco y negro y color. En el extranjero causará sensación la aparición de lo mencionado, pues se llena un vacío científico y al mismo tiempo se definen más los rasgos culturales del hombre centroamericano y costarricense.
Es una obra de síntesis que sirve al aficionado y al especialista, por lo claro de su exposición, así como por lo ameno de su estilo.
El libro comprende introducción: sus afinamientos a la metodología contemporánea. Arqueología de Costa Rica, con una síntesis de lo investigado, tratado en magistral forma. Etnohistoria con las dos corrientes de Mesoamérica y la Sudamericana. Es importante el capítulo dedicado a la tecnología en que se bifurcan las cuatro realizaciones más importantes: cerámica, la lítica, el jade y la metalurgia. Y la parte final trata de Estética precolombina costarricense en forma original y sugestiva.
En la parte final del texto es un mensaje dirigido a los artistas para que aparten su vista y corazón de París, Nueva York y Tokio y vuelvan a lo nuestro que es realmente maravilloso. Apunta el autor, muy sagazmente, que los artistas precolombinos costarricenses no imitan servilmente modelos meso o sudamericanos, sino que creaban estilos propios que delataban una independencia de la influencia recibida. Lo mismo denotan una predilección más por lo microscópico, que por lo macrocósmico, y así vemos como esta tradición continúa al afirmar este certeramente lo siguiente: pág. 387 “Por un lado, nuestro precolombino al especializarse en lo pequeño no logró plasmar cosas colosales ni en arquitectura, ni en pintura mural ni en escultura. El costarricense del siglo 20, también ha desarrollado más en lo pequeño: en la prosa poética preciosista; en el cuento más que en la novela; en el artículo anecdótico y no en la obra erudita profunda y de fina penetración histórica; en la página breve ya fragmentaria y parcializante del ensayo y no en el tratado. El tratadista es flor exótica en Costa Rica”.

En: “El Heraldo”,
lunes 10 de noviembre de l975.

 


 

1976 “La Nación”
Costa Rica precolombina. Consideraciones del jurado Áncora. “La Nación”,17 de febrero de 1976.

COSTA RICA PRECOLOMBINA

CONSIDERACIONES DEL JURADO ÁNCORA

El jurado que otorgó los Premios Áncora 1975 estaba integrado por Lic. Carmen Naranjo, ministra de Cultura, Juventud y Deportes; Lic. Guido Fernández, director de “La Nación”, Norma Loaiza de Chacón, directora del suplemento cultural Áncora; Prof. Ricardo Ulloa Barrenechea y Renato Cajas. Este fragmento del acta, en lo relativo al libro de Luis Ferrero.

En cuanto al libro Costa Rica Precolombina, escogido como el mejor libro del año, se le señaló el apoyo en la defensa del patrimonio cultural costarricense pues, tanto a través del texto como de cientos de fotografías al día da a conocer los valores extraordinarios de nuestras culturas indígenas; la renovación de conceptos antropológicos que sustenta con erudición de arqueólogos europeos y norteamericanos, la formulación de sectores culturales, y sus respectivas cronologías en períodos muy bien definidos. Esto representa un avance para la ubicación geográfica de las culturas y su evolución a través del tiempo; y esta cualidad del libro será decisiva en la renovación de los planes de enseñanza de la escuela costarricense. En síntesis, Ferrero con esta obra renueva los conceptos y su influencia traerá cambios en la educación, en el arte yen la ciencia antropológica.
El jurado tomó muy en consideración que Costa Rica precolombina está integrado a la Colección “Biblioteca Patria” de la Editorial Costa Rica y que éste es un esfuerzo extraordinario, pues reúne en 21 tomos lo más granado de la historiografía patria.

En: Áncora, suplemento cultural
de “La Nación”,
17 de febrero de 1976.

 




1977 Barboza, Carlos Un libro de arte precolombino. En: Excelsior, p. 2. Segunda sección. Miércoles 22 de junio de 1977.


UN LIBRO DE ARTE PRECOLOMBINO

CARLOS BARBOZA

Sin duda, uno de los problemas que tengo con respecto a las publicaciones de libros en Costa Rica es el retraso con que algunos de estos llegan a mis manos. Por ejemplo, el libro Costa Rica precolombina de Luis Ferrero, editado en 1975 por la Editorial Costa Rica y número 6 de la colección Biblioteca Patria, llegó a mis manos cuando vinieron mis hermanos a España en setiembre de 1976: como pueden ver, traía una retraso de un año.
El libro de Ferrero esclarece una serie de conceptos sobre nuestras culturas indígenas, lo cual se necesitaba para dar a gran público la verdadera y compleja cultura del indio en tierras de Costa Rica y dejarnos ya del conocimiento simplista a que nuestros pedagogos nos tienen acostumbrados.
Hace años que quiero informarme sobre la historia, la cultura tanto social como artística de los primeros pobladores de nuestra geografía ya que hasta el momento los libros sobre historia precolombina en el ámbito continental tratan mas de otras culturas del continente, aunque los pobladores de Costa Rica juegan un papel importante y así lo reconocen, siempre dedican más páginas a nuestros vecinos de norte y sur de América, pues estos fueron imperios que dominaron y asimilaron a las demás culturas.
El libro era de una necesidad urgente para revisar y poner al día la importancia de nuestros antepasados en el contexto histórico americano como filtro de las tendencias culturales y tecnológicas venidas tanto del norte como del sur. Al igual que el cruzamiento de tribus que se fueron estableciéndose y con el transcurso de los años fueron aportando sus conceptos y su forma de sentir el mundo, creándose en Costa Rica unas formas expresivas muy características de esa zona de América.
El libro está dividido por zonas de influencia: la mesoamericana y la suramericana, sin descartar la influencia del Caribe. Como introducción nos enseña un mundo muy importante para la comprensión del libro, el arqueológico, el cual es necesario para el entendimiento histórico de nuestras culturas. La arqueología ha brillado por su ausencia hasta hace muy pocos años en las excavaciones dejando grandes lagunas en la comprensión y en la evolución de nuestras culturas indígenas.
Es un crimen lo que han hecho: esto de nomina o se le llama “Vandalismo Ilustrado”, que por adquirir las joyas artísticas y sacarlas del país han hecho más difícil su estudio, por lo tanto quiero referirme un poco a lo que se denomina “Vandalismo Ilustrado”, este ha sido una de las lacras de finales y principios del siglo 20, como ejemplo, lo que hicieron los ingleses con el Partenón griego, y lo que han hecho con nuestros tesoros artísticos y arqueológicos los distintos buscadores de tumbas de muy diversos países y que se los han llevado a los museos de los grandes países, cuando estas joyas artísticas pertenecen a la historia del país, también tienen la cultura las autoridades que irresponsablemente han dejado que se llevaran estas piezas sin darle la importancia que tenían y es así que nos vemos privados de poder deleitarnos con las grandes creaciones del genio indígena costarricense, de esto quiero hablar en otros artículos pues ya algunas naciones del llamado Tercer Mundo están reclamando a las grandes potencias lo que les pertenece por ley y por historia, en algunos casos las obras han sido devueltas.
Los dibujos arqueológicos y las reproducciones fotográficas ilustran muy bien el texto y el conjunto del libro se vuelve ameno y educativo, el cual debería y no se si ya se usa de ser libro de texto, aunque sea un resumen, en el bachillerato como una asignatura más, igual que el francés o la química, es decir, exigir a los estudiantes superiores un conocimiento básico de nuestras culturas y de las del resto de América, al igual como se estudia la cultura egipcia, la Mesopotámica, Grecia, Roma, etc., pues muchas veces llamamos a América Nuevo Continente, pero creo que con este queremos enterrar muchos años de historia, en realidad no seremos también Viejo Continente.
Agradezco de nuevo a Ferrero, al igual que lo hice con su libro La escultura en Costa Rica, pues ha llenado dos grandes etapas de nuestra historia plástica. Ahora creo que le toca escribir otro libro que se llame Arte de Costa Rica durante la colonia, época del mestizaje artístico. Esperamos su nuevo libro.

En: “Excelsior”, p. 2.
Segunda sección.
Miércoles 22 de junio de 1977.

 




1978 “Apse Informa”. Amighetti, grabador. En “Apse Informa”. No 5, Año II, p.13. Julio de 1978

AMIGHETTI GRABADOR

Circulará en español, inglés y alemán, el valioso opúsculo Amighetti grabador, del joven escritor Luis Ferrero-Acosta. Las versiones al inglés y al alemán estuvieron a cargo de Karen Best y Josef Gabor, respectivamente. Catedráticos destacados, ambos, de la Universidad de Costa Rica.
Tras 20 reproducciones de grabados en madera seleccionados entre más de 4.000 que constituyen la creación artística en esta rama del arte cultivado por el maestro Amighetti.
Las reproducciones vienen precedidas por el curriculum vitae del artista y un jugoso estudio, a manera de presentación de Luis Ferrero. Las reproducciones han sido escogidas en tal forma que puedan ser aprovechadas, también, para el desarrollo de los programas de Arte Plásticas de nuestros liceos en los Primeros y Segundos años.
A nosotros nos impresionaron las siguientes reproducciones:
Autorretrato (1931)
Provincia (1932)
Buenos Aires (1932)
Mercado en Centroamérica (1942)
Francisco en Harlem (1947)
Entierro (1956)
Los santos (1967)

Las técnicas empleadas: madera al hilo y grabado de pie.
APSE INFORMA se permite recomendar a sus asociados la adquisición de este valioso trabajo. El mismo es de gran utilidad, sobre todo para los profesores de arte y los estudiantes de Primeros y Segundos Años.

En “Apse Informa”.
No 5, Año II, p.13. Julio de 1978

 




1983 Marín González, Mario Alberto Luis Ferrero, el ensayista y su Árbol de recuerdos. En: “La República”, viernes 2 de setiembre de 1983, p. 34.



LUIS FERRERO: EL ENSAYISTA Y SU ÁRBOL DE RECUERDOS

MARIO ALBERTO MARÍN GONZÁLEZ


Con motivo del 75 aniversario de la fundación del cantón de Orotina, provincia de Alajuela, la Editorial Universidad Estatal a Distancia (EUNED), acaba de tirar la segunda edición del libro autobiográfico Árbol de recuerdos, de nuestro eminente Luis Ferrero-Acosta.

Don Luis, hijo predilecto de Orotina, es uno de los pocos hombres nuestros que ha entregado toda su vida a escrutar las raíces de nuestra nacionalidad para desentrañar de ella, incólume y definitiva, una cultura, también nuestra, que la gran mayoría de compatriotas se da el gustazo de desconocer o menospreciar. Asimismo, no solo menospreciamos nuestro acervo cultural sino que ignoramos con toda mala fe los esfuerzos titánicos de quienes, despojados de todo interés politiquero y sectario, abrazar una causa que, como la evangelización según Puebla, se evita por “improductiva” o “contraproducente”.
Luis Ferrero ha hecho de una cultura su evangelio, y de su vida austera, casi ermitaña, un sacerdocio según su maestro Joaquín García Monge. Este tipo de militancia ha sido muy mal pagada en nuestro medio; para remachar lo antedicho simplemente evoquemos cuatro nombres: Max Jiménez, Carmen Lira, Yolanda Oreamuno y Eunice Odio. ¿Para qué más? Y conste, sabidos muertos, todos ellos han tenido erigido su respectivo mausoleo en el panteón de los ticos ilustres. Es muy fácil tranquilizar la conciencia después de todo.
Árbol de recuerdos, cuya primera edición data de 1968, ha sido un libro –tomando textual la palabra de su autor– casi inadvertido. El libro está compuesto por una motivación al lector, un epílogo y dieciocho apartados titulados. Don Luis define su libro como un “libro de memorias” (p. 13), aunque yo diría más bien que se trata de dieciocho cuadros o facetas autobiográficas sobriamente escritas, impulsadas por ese idealismo combativo que heredó el autor de García Monge. En efecto, no se conoce aún una teoría de las memorias que encasillo o no un escrito como tal, pero me parece que esta modalidad de la “autobiografía” exige más prolijidad y mayor apego a la cronología de las vivencias narradas. Hemos leído Memorias de Winston Churchil, Waldo Frank, Pablo Neruda. Ilia Ehrenburg, Mario Sancho. El libro póstumo de José Marín Cañas, Valses nobles y sentimentales, se acerca mucho más a este formato literario.
“Afanoso por entenderlo todo, no quedaba más que estudiar con todas las virtudes y deficiencias del autodidacto. Aprender sin discriminación, devorando cuanto papel impreso cae en sus manos es el signo
del que anhela saberlo todo por su propio esfuerzo” (p.58), nos dice Luis Ferrero en su Árbol de recuerdos, un libro que dirige de preferencia a los lectores jóvenes, actualmente tan escasos.
La segunda edición de esta joyita autobiográfica, además de festejar un aniversario de esos como es el de la fundación del cantón de Orotina, es una ocasión propicia para reconocer y valorar la vida ejemplar de Luis Ferrero-Acosta y para reafirmar, una vez más, su señorío en las letras nacionales.

En: “La República”,
viernes 2 de setiembre
de 1983, p. 34.

 




1983 de la Cruz de Lemos, Vladimir. Zúñiga- Costa Rica, discurso


ZÚÑIGA - COSTA RICA

LIC. VLADIMIR DE LA CRUZ DE LEMOS

Palabras del Presidente del Consejo Directivo de la Editorial Costa Rica, en la presentación del libro de Luis Ferrero inauguración de la exposición Zúñiga – Costa Rica en el Museo de Arte Costarricense.

Difícil es sintetizar este momento grandioso, que nos reúne, alrededor del Maestro Francisco Zúñiga y particularmente de la obra costarricense suya.
Difícil sintetizar este acto porque lleva implícita su trascendencia, su universalidad, la suma en esencia de su obra artística.
Decir que Zúñiga es cada vez más costarricense no es un sin sentido. Cabalmente la muestra, que tiene el nombre Zúñiga - Costa Rica, afirma la particularidad que antes de partir al extranjero Zúñiga ya era un maestro de su método artístico. Sus habilidades, talento y destrezas artísticas ya eran en él ciencia elaborada, inteligencia y vida realizada.
Este acto produce para la Patria de Zúñiga y de todos nosotros una triple alegría:
La primera, la posibilidad de apreciar con él mismo una secuencia histórica de la obra artística del Maestro, desde su formación en Costa Rica hasta su internacionalización desde su Patria adoptiva, México.
La segunda, la edición de lujo que ha hecho la Editorial Costa Rica de la obra escrita por el ensayista y escritor multifacético, Luis Ferrero, que lleva el nombre de esta exposición: Zúñiga-Costa Rica.
La tercera, saber que con profundo amor por lo nuestro se ha logrado formar la colección más rica y amplia del Maestro Zúñiga y que ella se encuentra en nuestro país al cuidado de don Daniel Yankelewitz.
La Exposición que se abre hoy, por dos meses, destaca ese continuo artístico ya logrado en Costa Rica, afianzado y fortalecido en el exterior, que denota la madurez de Zúñiga antes de su partida a México. Por ello, la exposición cobra más realce, porque destaca a Zúñiga sin ruptura, como un solo fenómeno artístico susceptible de ser apercibido, aprehendido como parte de nuestra nacionalidad y de lo más íntimo de la esencia histórica del costarricense.
¿Acaso, esos elementos, meramente mexicanos, de su obra artística no se confunden con nuestras raíces históricas, en el ser mesoamericano? Por qué ver ruptura: Zúñiga Costarricense o Zúñiga Mexicano, donde hay continuidad, identificación, convergencia de nuestra realidad social, finalmente la que expresa el artista. Por ello esta muestra tiene enorme valor, porque destroza esa imagen equivocada del Zúñiga no costarricense; porque produce el conocimiento necesario para liquidar la ignorancia de la obra costarricense y universal del Maestro, homenajeado esta noche por la Patria.
Maestro Francisco Zúñiga, a nombre de la Editorial Costa Rica, de sus autores y de los del país, representados por la Asociación de Autores de Obras Científicas, Artísticas y Literarias, en su Consejo Directivo, permítame darle el saludo caluroso de los más amplios sectores de la cultura de nuestro país y manifestarle el orgullo que sentimos de haber realizado en su nombre y con su nombre otra obra artística: el libro de Luis Ferrero titulado Zúñiga–Costa Rica.
La Editorial Costa Rica se siente plenamente orgullosa con esta obra de lujo, que recoge los trabajos y los días de Zúñiga en Costa Rica. Hay que decirlo, con igual orgullo que como libro supera notablemente otros en este campo y nos ubica como empresa cultural del Estado y del pueblo costarricense en un lugar destacado en la edición de obras de arte ya no solo en nuestro medio sino competitivamente en el mercado internacional. Importantes esfuerzos se hacen en la Editorial Costa Rica por mejorar la calidad de la producción, ampliar el horizonte de posibilidades para dar a conocer a nuestros autores de acuerdo con lo que nos brindan los avances tecnológicos y por cumplir, cada vez mejor, el papel de agente difusor de nuestra cultura que se nos asigna.
Luis Ferrero, no necesita presentación. Nació casi con la “Maternidad” de Zúñiga. Influido por los grandes maestros hispanoamericanos Joaquín García Monge y Alfonso Reyes empieza a escribir tan tempranamente como Zúñiga se inició en sus arte. Se le deben hoy a Luis Ferrero muchas publicaciones que recogen estudios de Literatura general, de ensayos históricos y de arte costarricense.
El libro que la Editorial Costa Rica entrega hoy a su autor, Luis Ferrero: Zúñiga–Costa Rica, es un extraordinario y cálido trabajo que se adentra en la vida del Maestro Zúñiga, de manera particular en sus raíces y nos lo presenta ya formado, con los elementos grandiosos de su potencia artística.
Tiene el libro casi 250 ilustraciones, en blanco y negro y en color básicamente toda su producción costarricense. De allí su nombre, de allí su importancia y trascendencia. Digamos, por efecto comparativo, que puede resultar odioso, pero que valora el trabajo de Ferrero, la colección Yankelewitz y nuestro esfuerzo editorial, que trabajos extraordinarios editados sobre el Maestro Zúñiga apenas llegan a las 70 ilustraciones.
Ya en 1954, Ferrero, en las Salas de Arte del Museo Nacional había sorprendido con una exposición de fotografías, de escultura, dibujos y óleos de Zúñiga, sobre todo por la magnitud de la obra.
Hoy, 31 años después, Ferrero nos vuelve a sorprender con su estudio sobre el Zúñiga costarricense, que la Editorial Costa Rica recoge para la contemplación y conocimiento del pueblo costarricense y de sus futuras generaciones, en este libro que entregaré en breves instantes a Luis Ferrero.
Todo el talento de Luis Ferrero, su disciplina de escritor e investigador se conjugó con la paciencia, dedicación y preocupación de Daniel Yankelewitz de hacer de Zúñiga su espina dorsal artística y, haber logrado, al cabo de 23 años de formar su pinacoteca, reunir sin exagerar, la más completa obra de Zúñiga existente en el planeta y radicada en Costa Rica.
Porque este es otro mérito del acto de esta noche, que se le debe a Daniel Yankelewitz. Daniel no solo ama el arte, costarricense y universal, adquiriéndolo, sino que de manera particular lo conserva, lo cuida y lo analiza, haciendo de él un verdadero experto de arte, en las más diversas corrientes artísticas y en los más distintos maestros de diferentes épocas. Me atrevo a decir que con el propio Zúñiga, Yankelewitz es quizá quien más le conoce.
Una faceta más quisiera destacar de Yankelewitz. A su posibilidad económica para adquirir obras artísticas se ha unido una enorme pasión por el Arte y, en su pasión por el arte adquiere predilección lo nacional, destacando en ello Zúñiga. Con frecuencia, y esto es lo más importante, muchas de las obras de la colección Yankelewitz se exhiben, en préstamo desinteresado, en los Museos de nuestro país. De modo, en esta noche de manera explícita, Yankelewitz tiene una presencia cultural destacada en Costa Rica.
A nombre de la Editorial Costa Rica entrego a Luis Ferrero el libro Zúñiga–Costa Rica y a Daniel Yankelewitz, como propietario de la colección, que la facilitó generosamente para la exposición y edición del libro también procedo a entregarle otro.
Muchas gracias Maestro Francisco Zúñiga, por su fresca presencia esta noche.
Felicidades a todos.

 



1985 “La Nación”. Un aporte más a la cultura: Entre el pasado y el futuro. “La Nación”, domingo 15 de setiembre de 1985, pág. F,

UN APORTE MÁS A LA CULTURA
ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO

El apoyo que el Banco Central ha dado a la cultura quedará plasmado en dos grandes obras: la Plaza de la Cultura y el libro Entre el pasado y el futuro, que sale hoy a la luz pública.
La institución emisora facilitó la financiación para que Luis Ferrero en 300 páginas enriqueciera los conocimientos sobre nuestros aborígenes, su cultura y tradiciones.
La publicación contiene, además, 100 ilustraciones en colores que servirán de apoyo a su explicación histórica.
Ferrero, logra en su libro una valiosa obra acerca los principales aspectos que ligaban a la cultura de nuestros indígenas con las tradiciones sudamericanas.
El autor considera que expone una situación intermedia: “no es el ayer ni el mañana”. Es un presente histórico. No se refiere a los amerindios arqueológicos ni tampoco a los amerindios transculturados por los españoles, sino que es un inventario de datos etnográficos.
Además, complementa con informes de los conquistadores que aunque son fidedignos considera que son incompletos para mostrar la naturaleza de una realidad donde los amerindios habían tenido fugaces contactos con los españoles.
El autor incursiona fundamentalmente en los grupos tribuales, sus vínculos lingüísticos, sistemas de subsistencia, patrones de poblamiento, tipos de vivienda, organización familiar y política además de otros aspectos fundamentales para tener un panorama completo de lo que fueron nuestros antepasados.
Incluye como documentos valiosos transcripciones, por ejemplo, de Hernando Colón, Juan Vázquez de Coronado, fray Agustín Ceballos y fray Manuel de Urcullu.
Con la publicación, Ferrero contribuye a que hoy se convierta en un día inolvidable para la cultura del país.
“La Nación”
domingo 15 de setiembre
de 1985, pág. F,

Nota

La anterior nota fue publicada el domingo 15 de setiembre de 1985, pág. F, de La Nación.
En realidad, el libro no salió a la luz en tal fecha. Había sido anunciado para entregar en la inauguración del Museo de Oro del Banco Central de Costa Rica, tal se indica en el “Boletín Informativo” (Editorial Costa Rica, No. 15, 2 semestre de 1985, p. 3.)
La desilusión de no ver impreso el libro, y las dificultades que siguieron y que relato en otro escrito, me llevaron a una visión pesimista.
Para estar en paz conmigo mismo, destruí mi libro inédito Zúñiga y el arte precolombino cuya publicación se anunció en “La Nación”, 28 de diciembre de 1985, p. 3-B. Luis Ferrero.

Pregunta por Libro.

Quiero saber que ocurrió con el libro Entre el pasado y el futuro, de Luis Ferrero, cuya publicación por parte de la Editorial Costa Rica fue anunciada en varias ocasiones el año pasado (“La Nación” 15.9.85, pág. 4-E.; el 1.12.85, pág. 38 y el 18.12.85, pág. 3-B). Se llegó incluso a afirmar que la obra estaba publicada cuando en el momento no se halla en librerías.
Para los interesados en el conocimiento de nuestras raíces culturales esa obra representa una gran expectativa, sobre todo si se conocen los magníficos antecedentes de Costa Rica precolombina, del mismo autor. Tal como se anuncia en uno de los artículos mencionados constituye un “Análisis etnohistórico sobre la cultura aborigen en el momento de la llegada de los españoles”. Fernando González Vásques. Céd. 2-300-057. (En “La Nación” 1.3.1986, p. l6 A).

Obra de interés

La Editorial Costa Rica ha anunciado la publicación del libro Entre el pasado y el futuro, del escritor costarricense Luis Ferrero-Acosta.
Esta obra es de interés para aquellas personas que quieren conocer sobre nuestras raíces culturales y resulta importante libro de texto y consulta en los cursos de etnohistoria.
Solicito que la editorial informe acerca de la fecha en que saldrá a la venta. Licda. Giselle Chang Vargas. Céd. 1-161- 39 (“La Nación”, 11.4.1986, p. 16-A) Nota del compilador


 



1986 Juan López M. Sociedad y arte en la Costa Rica del siglo 19. Editorial Universidad Estatal a Distancia, San José, CR

SOCIEDAD Y ARTE EN LA COSTA RICA DEL SIGLO 19

JUAN LÓPEZ M.

Después del “Boom” que provocaron los libros La escultura en Costa Rica, Costa Rica precolombina y Cinco artistas costarricenses, Luis Ferrero nos entrega otra obra que será leída y estudiada por los amantes del arte costarricense.
Son muchos las trabas y preguntas que esperan al potencial historiador del arte centroamericano y pueden empujarle al miedo. Es fácil comprender que se la realidad se empeora por falta de escudriñamientos.
En tal caso, a las abundantes preguntas en torno a la especificidad de los géneros, al proceso de los artistas que han cultivado varios con cosecha, o a la periodización, se une la referente a la identidad misma de lo de examinado, como primera materia discutible, lo cual tiene que ver, pero no únicamente, con la propia determinación de su inicio y la de su consideración como ambiente global o compartimentada.
Se avista, pues, en seguida lo espinoso del esfuerzo de reflejar en un texto lo más autorizado de la corriente de la creación artística costarricense. Al mismo tiempo que se enlace un panorama de los artistas, instituidos por el espíritu”, como aspiraba Valery, y aún se omita el puro “discurso creador”, la singularidad de las obras, como defendieron los formalista rusos y Barthes (admitiendo que esto sea lo verdaderamente esperado), el pragmatismo no tiene más remedio que atribuir carta de funcionalidad a un plan analítico que trata razonablemente de ubicar al artista y su obra en el contexto histórico en que se han originado. Puede suceder entonces, tratándose del arte que el propio contexto adquiera propósitos deseosos o que surja el indeseable fantasma del embrollo, tan exorcizado por Alfonso Reyes.
Se trata de un panorama del arte y sociedad en la Costa Rica del siglo 19. Y, sobre todo, del sentimiento que despertaba en el costarricense el aprecio del arte. Para la mayoría, de origen muy arraigadamente campesino, el arte era considerado despectivamente. Para adentrarse en este mundo, tan sugestivo, Ferrero se convierte en verdadero guía. Poquísimos habrá mejor que este libro tan necesario. Es un vistazo ordenado, claro, bien informado y que pone de manifiesto continuamente las relaciones entre sociedad y las circunstancias históricas en que va surgiendo el arte costarricense.
La perspectiva espacio-temporal queda primeramente señalada por el autor quien preparó esta investigación para celebrar el Primer Centenario de la Primera Exposición de Artes celebrada en Costa Rica.
Y, a través del estudio se va anotando la génesis de lo que en 1900 Brenes Mesén calificó de “conjuración de silencio” en torno al artista costarricense Enrique Echandi.
Hay que destacar que Enrique Echandi no era un pintor cualquiera—señala el maestro Ferrero. Fue el primer pintor costarricense formado en una academia europea, concretamente en Munich, Alemania. No sólo aprendió el arte con el pintor Franz von Stuck, sino que amistó con algunos jóvenes artistas alemanes y austríacos.
Luis Ferrero dedica gran atención al joven pintor Ezequiel Jiménez Rojas, a quien sus amigos llamaban “El Plenarista” en gracia a que él abandonó el atelier del pintor para ir a absorber el paisaje rural, especialmente con casas de adobes, lo con lo cual inicia la serie de paisajes con casas de adobes que llegará a su plenitud con los jóvenes del Grupo de la Nueva Sensibilidad que aparecieron con las exposiciones del “Diario de Costa Rica” (1928-1937).
Tanto en este libro como en otros ensayos dispersos, el maestro Ferrero ha señalado que:

...aquellos tiempos de las tres últimas décadas del siglo 19 eran tiempos contradictorios:
Por un lado, el violento despertar de un espíritu nacionalista, en mucho inspirado por las ideas de Ernesto Renán y de otros europeos. Sin embargo, la lengua materna, que es el mejor vínculo de identidad la fueron llenando de voces francesas mal traducidas o españolizadas.
Por el otro, la doctrina filosófica del Positivismo vinculaba al país con los adelantos tecnológicos que hacían posible el progreso económico.
Igualmente, se pregonaba la defensa de las ideas liberales y se suprimía la pena de muerte pero los chinos se vendían como si estuvieran estatus libere o sea esclavitud por cierto número de años.
Por un lado se declaraba gratuita, obligatoria y costeada por el Estado la educación pero, en 1884, dizque por razones económicas, se refundió escuelas y se eliminaron colegios. Y los educadores, más perjudicados fueron los maestros de dibujo, pero no para crear el ambiente propicio para la creación estética sino que dibujo era asignatura básica para obtener el título de Maestro de obras, es decir, quien cuida de la construcción material de un edificio bajo el plan del arquitecto y que puede trazar por sí edificios privados según las condiciones prescritas vigentes.
Y, a la vez, esta contradicción fue favoreciendo cambios en la forma de pensar del costarricense. Y en el cuadrilátero de las ciudades principales del Valle Central fue desapareciendo el sentido de COMUNIDAD e iba apareciendo el concepto SOCIEDAD que muchos interpretan como la versión moderna del viejo conflicto entre civilización y barbarie, invirtiendo, desde luego, las preferencias de Sarmiento.
En efecto –principalmente en las ciudades de San José y Alajuela, donde más o menos oculto perduraba un fondo rural– se sentían los ramalazos de lo que estaba ocurriendo en casi todos los países de Hispano América en que la transformación urbana seguía el modelo de ciudad europea pero continuaban latiendo corazones labriegos.
Durante la Colonia la asociación entre sitio público y vida social era muy fuerte. En mariposeo, el nuevo modelo urbano, impulsaba la ideología del ambiente privado. Y en los clisés de la época se sostenía la idea de la morada burguesa, como el refugio del individuo solitario que el Gobierno debe proteger en su integridad física y sus propiedades. Y aparecieron los cuerpos de policía.
La ciudad moderna es una forma económica e ideológica creada por el capitalismo. Y con este renovar urbano surgió en la arquitectura un eclecticismo. Fue el período del barroco falso, del falso renacimiento (ejemplo, el Teatro Nacional), del gótico falso (ejemplo, la iglesia de La Merced) y aparecían nuevos rostros arquitectónicos que reflejaban el Primer Estilo Internacional, el Segundo Imperio francés y el Art Nouveau.
Entonces, las clases dominantes estaban interesadas únicamente en reproducir una estética subordinada al prestigio cultural de las metrópolis europeas. Pues, recordemos, el imaginario que se articulaba en esos días fácilmente se reconocía en los más diversos lenguajes, religioso y filosófico, político y arquitectónico, etc. Y la arquitectura traducía eficazmente en su lenguaje propio el prestigio con que rodeaba el poder, utilizando la escala monumental, los materiales “nobles” para valerse de su carga para conseguir la dominación más que simbólica, etcétera.
Así, en las ciudades empezaban a irse el conversar de los vecinos de puerta a puerta. Poco a poco, se iban el pregonero, la tertulia y el aroma del hogar. Los decires arcaicos eran sustituidos por una habla llena de voces francesas mal asimiladas. Entraban en el ocaso los servidores leales de las familias viejas, el rosario, la hora de la oración y las serenatas. En cambio, llegaba la luz eléctrica, la pavimentación, el tranvía, los policías uniformados, los restoranes que reemplazaban a las fondas. La recepción heterogénea suplantaba a la tertulia y a la fiesta.
Pero sucedía que los ticos, como pueblo, no tenían muy claro que un pueblo es una suma colectiva de deseos, de intereses, de pasiones y de inteligencias. Mas la oligarquía cafetalera liberal era fundamentalmente el grupo que se daba a producir un sistema de representaciones que refleja y legitima a la vez su identidad y su orden social. A la vez, las representaciones de la clase dominante forman la ideología dominante, en el sentido de que ésta es transportada e impuesta por instituciones tales como el Estado, la Iglesia, la enseñanza, etcétera. Y con tal ideología, los oligarcas liberales expresan y justifican moral y jurídicamente sus objetivos, su concepción del pasado e imaginan su futuro a través de sus representaciones ideológicas. En suma, la oligarquía se convierte en grupo canonizante “guardia” del sistema al disponer de una técnica determinada en el manejo de las representaciones y símbolos. El simbolismo del orden social, de la dominación y de la sumisión, de las jerarquías y de los privilegios, etc. alimentaba la defensa de los intereses de la oligarquía. Y era anémica e insuficiente la cultura dominante.
Y unas cuantas de estas observaciones se las debo al amigo Rafael Gutiérrez Girardot cuando en Valencia, España, discutíamos acerca del surgimiento del Modernismo hispanoamericano. Entonces él hizo hincapié en que fue un sociólogo alemán, Ferdinand Tönner, quien en 1887, publicó una de sus obras fundamentales, Comunidad y sociedad, en la que analiza la dinámica de su presente con los dos conceptos del título:

o COMUNIDAD, para decirlo muy abreviadamente como forma de vida social fundada en relaciones personales, espontáneas, tal como se conocen en el campo y en la provincia, y
o SOCIEDAD, como forma de vida social fundada en relaciones anónimas, racionales, tal como se presentan en la ciudad.

Sin duda, este nuevo libro de Luis Ferrero arroja haces de luz sobre la historia del arte costarricense. Por lo que me abstengo de ir señalando aciertos porque mi llamamiento es que este libro circule profusamente. Además, porque esta bellamente impreso y hay gran cantidad de ilustraciones esclarecedoras, como un cuadro analítico con el cual el lector puede ir apreciando la temporalidad de los diversos artistas que se estudian. El libro se complementa con breves reseñadas biográficas de los artistas costarricenses del siglo 19.
Para terminar vaya nuestra agradecimiento al autor por haber fijado una panorama comprensible de la historia del arte tico. Ese libro del prestigioso investigador Ferrero, en esa novedosa circunstancia, con armas y bagajes puestos al día, va a cubrir un gran hueco en la historia del arte centroamericano pues renueva muchos saberes de Ferrero y representa una contribución de primer orden.

El recorte no indica nombre del periódico ni fecha de publicación en Tegucigalpa, Honduras.



1986 “Semanario Universidad”. Zúñiga - Costa Rica. En: “Semanario Universidad”, 4 de abril de 1986 p. 12.

ZÚÑIGA - COSTA RICA

Este trabajo analítico de Luis Ferrero constituye la más importante recuperación de un artista plástico que perdimos nosotros y ganó México, por culpa de las ignorantes capillas academicistas de los años 30. Francisco Zúñiga no es un producto del entorno mexicano, como bien lo demuestra Ferrero. Zúñiga ya era un gran artista antes de partir en 1936, y es 1º visible en la colección de obras primerizas que Daniel Yankelewitz le compró a la familia del escultor.
El ensayo de Ferrero es rico y está magníficamente ilustrado. Nos brinda una visión biográfica del creador y al mismo tiempo nos va mostrando las primeras épocas suyas como imaginero, dibujante, pintor, xilógrafo y, aunque son pocas las esculturas de aquellos años, ya en el dibujo se siente su línea de volumen que habrá de culminar con la famosa “Maternidad” y finalmente con sus mujeres sentadas de la época actual.
Las ilustraciones escogidas dan buena idea de lo que fue el proceso de aprendizaje. Algunas no tienen mucho valor, pero otras son piezas clave para el futuro del artista. Me refiero, por ejemplo, a los dibujos “Pepe” y “Repollos”. Lo cual indica que las raíces de Zúñiga fueron echadas aquí, aunque en México tuvo un abrazo estimulante con esa cultura prehispánica que él ya andaba buscando como esencia para su quehacer.
Finalmente el libro recoge todos los artículos de la polémica que origina la escultura “Maternidad” en 1954, 1os que constituyen otro importante rescate para el análisis de nuestra historia del arte y para el conocimiento de nuestro talante.
Excelente y cuidadoso trabajo de Luis Ferrero, salvo en unos pocos momentos se le sale “lo argentino” que lleva dentro.

En: “Semanario Universidad”,
4 de abril de 1986 p. 12.

 



1987 Marco Retana. Gozos del recuerdo. En: “La República”, noviembre de 1987.


GOZOS DEL RECUERDO

MARCO RETANA

Hace unos años, los neófitos de entonces nos enteramos de la existencia de un gran pintor costarricense, que se llamaba Ezequiel Jiménez Rojas y que había sido el primer paisajista que en nuestro país, dejó el taller para irse con sus caballetes y sus pinceles a los montes, al aire libre, el plein air de los franceses, por lo que le decían “El Plenarista”, quien sabe si con mucho de sorna, tan común en el ambiente.
Hoy recibimos un nuevo libro, y aunque en la portada no trae el nombre del autor, en la falsa portada nos enteramos de que es el mismo que había presentado al maestro hace casi diez años, del mismo conocedor profundo de su obra, y quien con cariño especial se ha dedicado a estudiar al hombre y su época para dejar un documento sólido sobre el paso del artista por la tierra: Luis Ferrero-Acosta.
De Luis no hay nada que agregar, como no sea el agradecimiento, de nosotros y de la patria, cuando menos lo esperamos nos sale con una obra nueva. Y cada una de ellas son verdaderas joyas de la historia y de la literatura costarricense.
En este año de 1987, el Museo Nacional cumplió los cien años. Para conmemorar tan importante acontecimiento, la Imprenta Nacional y el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, firmaron un convenio de cooperación mutua, cuya acción inicial fue una exposición de pinturas del maestro Jiménez Rojas y la publicación de un estudio sobre su obra que es el título de esta reseña: Gozos del Recuerdo.
El libro consta de los siguientes apartados:

a) Un Mensaje del Museo Histórico Juan Santamaría, por su director Lic. Raúl Aguilar Piedra,
b) b) Mensaje de la Imprenta Nacional, a cargo del Lic. Isaías Castro Vargas, director.
c) c) Juntas directivas de ambas instituciones: Museo e Imprenta,
d) Cuerpo del libro: Ezequiel Jiménez, esbozo biográfico: Gozos del Recuerdo: Dos décadas renovadoras (1890-1900), El Plenarista, maestro del paisaje latinoamericano. Epílogo: maestro del paisaje latinoamericano.
e) e) Bibliografía y Catálogo. Cuatro láminas en color y unos cincuenta grabados en blanco y negro, aparte de algunas fotografías familiares del autor, conforman el tomo que nos permitirá tener una visión más clara y certera de la figura y obra de Ezequiel Jiménez Rojas.

Ezequiel había nacido en 1869. Estamos iniciando lo que sería la época liberal en Costa Rica. Una nueva forma política se acerca. Dentro de un año, Tomás Guardia dará un golpe de Estado a Jesús Jiménez. Es el año de la Ley de Gratuidad de la Educación Primera. Hace veinte años se publicó el Manifiesto Comunista, y el mundo temblante las exigencias de las clases trabajadoras por un trato decente.
“Vivió su niñez en el mismo vecindario en que nacieron y se crearon Manuel González Zeledón (Magón) y Aquileo J. Echeverría. En la plenitud, Aquileo y Ezequiel comparte en sus andanzas y afanes culturales. El destino habría de unir sus nombres, ya en el periodismo, ya en el tomo Concherías que Ezequiel ilustra, convirtiéndose así en el primer pintor costarricense ilustrador de libros”, nos cuenta Ferrero-Acosta. Y el libro nos presenta cuatro grabados de unos dibujos románticos que ilustraron aquel drama campesino que Aquileo tituló “Cuatro filazos”, o la cromática “Acuarela”, y la descripción de la bella Lina del poema “En febrero”, o la costumbre que se nos va día a día: “La serenata”.
Representante de una época trascendente para las artes costarricenses, el nacimiento de las mismas, pasa Ezequiel, con la rapidez del siglo que lo espera, a ser parte guía de aquel grupo que se llamó de La Nueva Sensibilidad: Teodorico Quirós, Francisco Zúñiga, Luisa González, Francisco Amighetti, Manuel de la Cruz González y luego Fausto Pacheco. Estos pintores serán los recreadores de aquellas pinturas que por 1885 nos dio el maestro: la casa de adobes. Dice don Luis Ferrero: “Con ello nació como iconografía nacionalista este tema. La representación, o mejor dicho, la recreación de la casa de adobes, más tarde, será un símbolo de representación serial o común denominador del grupo de la Nueva Sensibilidad”,
Importante libro de Luis Ferrero-Acosta, que enriquece la bibliografía costarricense, acerca de los orígenes de su pintura y los maestros que la crearon. Y una mejor manera de conmemorar el centenario de nuestro Museo Nacional.

En: “La República”,
noviembre de 1987.

 



1987 Sánchez, Maureen. Luis Ferrero y nuestra historia precolombina. En “Revenar”, Año VII No 13. Agosto-diciembre de 1987, pp. 37- 41.

LUIS FERRERO Y NUESTRA HISTORIA PRECOLOMBINA

MAUREEN SÁNCHEZ

Ferrero, Luis. ¿Por qué prehistoria si hay historia precolombina? Editorial Universidad Estatal Distancia, 1986.

Al inicio de este libro, en “El por qué de esta lección”, el autor reconoce su interés por compartir conocimientos y experiencias con los estudiantes o un amigo lector que se sienta atraído hacia los temas precolombinos.
El libro recoge una serie de aspectos muy sugestivos para desarrollar un comentario oportuno. Considero que el punto central de su discurso, y dicho sea, de gran actualidad en las discusiones antropológicas, es sin duda el concepto de “prehistoria”, utilizado para caracterizar el estudio de las sociedades antiguas o precolombinas. Como bien lo señala el autor, existen toda una gama de implicaciones alrededor de este concepto. Por un lado, el término califica principalmente a estos grupos como ágrafos y esto posee sin duda una connotación no tanto de desconocimiento en sí, sino de desvalorización de nuestra cultura aborigen. Este hecho tiene su explicación en el enfrentamiento inicial de la sociedad europea de finales del siglo 15 y el siglo 16, cuando los grupos conquistadores y colonizadores reflejaban toda una carga de prejuicios en torno al modo de vida de las comunidades aborígenes, llegando de manera sistemática a imponer nuevas formas de explotación económica, de organización política, etc., minimizando su ideología (cosmovisión), bajo el argumento de que los indios no eran seres humanos poseedores de un alma.
Esta actitud debe de reflejarse no como un hecho propio de aquel momento, sino como el inicio de un proceso del cual aún somos testigos, ¿y por qué no?, Responsables.
Luis Ferrero señala adecuadamente y nos enriquece con ejemplos, el enfrentamiento de estos dos modos de vida tan distintos. Lastima que no profundice en las consecuencias (actuales) del mismo. Me refiero, concretamente al por qué hoy continuamos menospreciando la raíz de nuestro ser latinoamericano y asumimos valores, tradiciones o costumbres totalmente ajenos a nuestra trayectoria, sin cuestionarlos o al menos meditarlos. Por qué muchísimos costarricense se enorgullecen de contar con una población indígena tan reducida en comparación a la de otros países amigos como Guatemala, El Salvador o Perú, valorizando el color blanco en la piel y los cabellos rubios de algunos de nuestros campesinos.
Este es sin lugar a dudas el punto por el que debemos de guiar nuestros esfuerzos los historiadores, antropólogos y demás científicos sociales. Es importante divulgar, cómo el autor del libro en cuestión lo hace, nuestro pasado, con ello hemos borrado una serie de mitos como el de los pueblos ágrafos. Pero considero que debemos ir más allá. No es suficiente el reconocer algunos aportes de los grupos autóctonos, como la domesticación e introducción al resto de los continentes del maíz, la papa, el tomate o el frijol. Es necesario integrar esos y otros elementos para percibir de mejor manera cuál fue el legado de las sociedades aborígenes, el cual transformado por los procesos sociales de la colonia y las épocas posteriores, logra sobrevivir y perpetuarse hasta hoy; con ello encontraríamos un sentido a la pregunta de por qué somos así, el por qué de nuestro modo de vida, la identidad latinoamericana o en el caso particular de las identidades locales, por ejemplo el crisol cultural del Atlántico o la región Guanacaste-Nicoya.
Hay que unir esfuerzos e iniciar conjuntamente los pasos hacia ese Proyecto de Revalorización de nuestro Patrimonio e identidad Nacional, compromiso esbozado por la arqueología social:

“Si el arqueólogo es consciente de su compromiso, su investigación debe orientarse al estudio de las sociedades americanas que desde el pasado más remoto y dentro de sus trayectorias históricas, incluidas las complejas relaciones interétnicas en su dinámica de desarrollo, son la raíz y esencia de los pueblos latinoamericanos” (J. L. Lorenzo 1979, pp. 85).

Ferrero plantea correctamente que la Historia como disciplina científica no puede verse aislada de la Antropología, salvo en la cuestión metodológica. Existe un interés que las une e identifica: el estudio del hombre en sociedad, sus procesos de cambio sociocultural.
Bajo esta perspectiva, la unión de estas dos disciplinas es ahora más fuerte, ya que una interpretación histórica de un proceso específico debe analizarse no solo a un nivel horizontal del problema sino también en un sentido vertical (temporal).
El autor presenta a la etnohistoria como punto de enlace entre el arqueólogo y el historiador; este campo de investigación está consolidándose cada vez más y Ferrero es uno de sus mejores exponentes, así como los trabajos recientes de las etnohistoriadoras M. A. Margarita Bolaños y M. A. Claudia Quirós, entre otros muchos, nos permiten iniciar la creación de modelos contrastables con la información arqueológica.
Como mencionara al principio, la lectura del libro deja la inquietud en el lector de profundizar muchos temas, y desearía mencionar en este comentario el concepto de cultura que el autor plantea y en la terminología utilizada por Ferrero para caracterizar de manera general la trayectoria de las sociedades aborígenes.
El concepto de cultura, de indudable importancia en el quehacer social, no es analizado tan someramente por el autor como el término de prehistoria. Ferrero se enmarca dentro de una posición idealista, como él lo señala claramente: se inclina por el paradigma Procesal Cultural y Ecología Cultural o Antropología Cultural. Personalmente me inclino en términos epistemológicos por otra posición, materialista; por ello considero que hay que resaltar el doble concepto del concepto. L. Bate define sintéticamente la cultura de la siguiente manera.

“El conjunto de formas singulares que presentan los fenómenos correspondientes al enfrentamiento de una sociedad en la solución histórica de sus problemas generales de desarrollo”. (Bate 1977;9)

Se debe rescatar aquí el aspecto formal de la cultura (los restos materiales, sus relaciones de complementariedad y organicidad) y por otro lado, la forma siempre estará expresando el contenido social.
De esta manera no podría compartir la visión de Ferrero en cuanto a los objetos materiales como intermediarios entre el hombre y su medio. La relación hombre-naturaleza es siempre dinámica y contradictoria, el cambio se da en los dos vértices, tanto el hombre modifica al medio como éste altera sus procesos mentales, físicos y sociales.
Si se considera que la conformación de la sociedad actual es el producto de un proceso de integración constante, en donde se reflejan los legados de los grupos aborígenes de la sociedad indohispánica, de múltiples etnias como africanas, caribeñas, europeas, entre otros. Debemos ser cuidadosos –como en cualquier otra ciencia– en el manejo de la terminología empleada por la Arqueología: los conceptos de tradiciones culturales, secuencias culturales (fase, período, etapa) –divisiones espacio-temporales– deben ser expuestos sólo para fines estrictamente analíticos; a veces se tiende a explicar diferentes procesos a la luz de estos modelos analíticos, que a la postre confunden al lector y paulatinamente tienden a enfatizar la visión fragmentaria de la historia, la que se refleja por etapas que conllevan la idea de desarrollo, de lo primitivo o simple o lo civilizado o complejo.
Luis Ferrero se encuentra consciente de que esta terminología es inadecuada, poco homogénea en cuanto a su definición misma.
Para concluir, es preciso resaltar la labor de Ferrero en el campo de la divulgación de nuestra historia antigua, que ha sido siempre oportuna; el contacto con colegas arqueólogos e historiadores se manifiesta siempre en sus trabajos.
La lectura de este libro despierta el interés por poner de nuevo en el tapete muchos temas que los hemos dejado de lado, esperando otra oportunidad propicia para motivar el sano debate y la crítica.
Esperamos volver a disfrutar próximamente de otro aporte de Luis Ferrero, pues como él lo señala, es comunicador por vocación.

En “Revenar”, órgano de divulgación cultural de la Asociación de Autores de Costa Rica. Año VII No 13. Agosto-diciembre de 1987, pp.
37- 41.


1987 Jiménez, Joaquín. Entre el pasado y el futuro. En “La Nación”, 16 de agosto de 1987, p. 3-D

ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO

JOAQUÍN JIMÉNEZ

Luis Ferrero nos sorprendió con su monumental obra Costa Rica Precolombina, que en 1975 obtuvo el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría y el Premio Áncora al Mejor Libro del Año. Con este asombroso texto él renueva la concepción del conocimiento de las culturas aborígenes de Costa Rica.
En 1985, el infatigable maestro Ferrero igualmente nos sorprendió con Perfiles al aire (Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, Alajuela), ¿Por qué prehistoria si hay historia precolombina? y Sociedad y arte en la Costa Rica del siglo 19 (ambos libros publicados por la Editorial Universidad Estatal a Distancia). También son libros que dejarán profunda huella. Estos nuevos títulos son más pruebas de la capacidad que él tiene para investigar la cultura costarricense.
Entre el pasado y el futuro es el texto gemelo de Costa Rica precolombina. Lo complementa. Lo enriquece y fija nuevos rumbos.
Anotemos algún ejemplo: En todas las obras relativas a la historia de Costa Rica se dice que nuestro país estaba poblado por 27 mil indios cuando llegaron los españoles. Ferrero discrepa de este número y aplicó metodologías muy recientes de demografía histórica.
Llegó a la conclusión de que, en Costa Rica, exceptuando el territorio hoy Guanacaste, había alrededor de 400 mil aborígenes. La cifra que él establece sí es muy convincente. Está más de acuerdo con la enorme cantidad de objetos arqueológicos que se conocen, y que pertenecen la período de 1350 a 1560 d.C. Por ende, muchos otros antropólogos han tomado esta cifra poblacional para actualizar sus textos.
Como el Maestro Ferrero comenta, interpreta los datos etnográficos de los informes coloniales, “incompletos e insuficientes para mostrar naturaleza de una realidad antropológica”. Su metodología es convincente y tiene claridad de conceptos.
Ferrero va incursionando fundamentalmente en los grupos tribales y en los cacicazgos. Nos habla de los Tariacas, Viceítas, Corobicíes, Chomes, Tices, Catapas, Votos, Suerres, Coctus, Doraces, Guaymíes, Turucacas, Cuchiras, etcétera.
Llega a la conclusión de que

“aunque muestran bastante homogeneidad tecnológica hay también rasgos locales bien definidos que permiten dividir el territorio en varios subsectores de acuerdo con los niveles, variedades y adaptaciones culturales, según los diferentes microambientes. Todo ello producto de siglos en que estos aborígenes fueron creando finas adaptaciones culturales e intercambiando materia, energía e información con su medio. Por eso, lograron crear un arte, una religión, un ritual, etcétera. Se crearon instituciones que varían enormemente de forma y función, pues los medios de subsistencia por lo general eran complejos, los oficios artesanales muy desarrollados y sofisticados, incluso, los rituales estaban regulados a pesar de los mecanismos niveladores”.

Por cuanto el vínculo lingüístico es fundamental, explica que

“existía una macro lengua o sean diferentes grupos de lenguas unidas por una cadena de micro lenguajes que son el conjunto de lenguas mutuamente inteligibles entre ello. Ello debió mantener latente la identidad entrelazada de diferentes etnias para conservar durante la etapa colonial una gran cantidad de rasgos culturales sin mucho cambio”.

Respecto a la alimentación, concluye que la utilización concentrada de proteínas fluviales o de cacería, los tubérculos y el pejibaye son rasgos diagnósticos de culturales tropicales amazónicas caracterizadas por la vegecultura.
En Costa Rica, también predominaba un sistema de cosechas múltiples que permitía la existencia de aldeas con varios centenares de habitantes. La combinación de raíces, cosechas de árboles y granos con énfasis en los primeros, “daña poco el bosque tropical que si se sigue el sistema de agricultura intensiva basada solamente en granos”.
Así cabe destacar que también son significativas las explicaciones y conclusiones relativas a la arquitectura. La organización familiar basada en parcialidades matrilineales exogámicas constituye uno de los mejores capítulos. Lo mismo, el sistema político caracterizado por el cacicazgo, basado en el linaje o clan. Al respecto, fija nuevos rumbos en el estudio de nuestras comunidades precolombinas. Por ello, han surgido otros estudios que amplían las bases sentadas por el Maestro Ferrero.
Importantísimo es también el capítulo “Chamanes y creencias”, el cual establece pautas para nuevas interpretaciones del arte de aquellos pueblos. Y sorprendentes son los hallazgos estéticos iconográficos que se consignan en el capítulo “Manufacturas y comercio”.
El epílogo, “¿Y qué fue de los amerindios?” es una de las mejores síntesis de lo que significó la conquista española. El Maestro Ferrero analiza la forma cómo el español desintegró los pueblos aborígenes y creó un sistema estricto de apartheid que pudo paralizar parcialmente el mestizaje a pesar del severo sistema de castas.
De extraordinaria importancia son las anotaciones que él hace a los cuatro anexos, de Hernando Colón, Juan Vázquez de Coronado, Agustín de Ceballos y Manuel de Urcullu. Las notas aclaratorias que pone al pie de página son un dechado de erudición que aclara tales documentos.
En síntesis, Entre el Pasado y el Futuro cumple con sobradas razones del propósito del autor de “suscitar interrogantes o sea el arte de dudar, descubrir, demostrar y dudar nuevamente”. Otro es el concepto que el costarricense tendrá de los pueblos aborígenes a partir de esta obra.

En “La Nación”,
16 de agosto de 1987, p. 3-D


 



1994. Hernández J. Vilma. Felicitan a columnista. En: “Al Día”, 10 de marzo de 1994.


FELICITAN A COLUMNISTA

VILMA HERNÁNDEZ J.

La poca atención que se le da al artista costarricense es producto de la ignorancia de muchas personas de nuestro país que tienen los ojos siempre puestos en el extranjero sin darse cuenta de que en Costa Rica incluso se producen obras de arte bien cotizadas en el exterior.
Lo importante no es sólo que nos demos cuenta de lo que ya saben los extranjeros, sino, también, de que valoremos lo nuestro, que tiene el mérito de estar basado en tradiciones propias y en nuestro paisaje y manera de ser.
Por este motivo felicito a don Luis Ferrero por sus valiosas columnas sobre arte e historia. Mediante sus escritos, don Luis da a conocer aspectos de nuestra vida cultural que de otra manera quedarían en el olvido.
Espero que continúe con esta actividad tan importante muchos años mas, porque los jóvenes tienen derecho a que se les recuerde que no solo que vale la pena viene del extranjero.

En: “Al Día”, 10 de marzo de 1994.


 




1995. Solari, Juan Carlos. Explosión creadora Fundación UNA y Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional.


EXPLOSIÓN CREADORA

JUAN CARLOS SOLARI

No sorprende que Luis Ferrero a menudo nos brinde nuevos textos desmitificadores de la historia costarricense. Ahora lo hace con sus ensayos reunidos bajos el título Explosión creadora.
A no ser que alguno por curiosidad quiera saber algo del pensamiento de tres ácratas de la Costa Rica de principios del siglo 20, forzosamente tiene que acudir a este libro. El actual sistema educativo está lleno de una falsa información y se hace caso omiso de lo nuestro por muy importante que sea. Y las lagunas de la historia costarricense son océanos inabarcables.
La tensiones que provocaba la oligarquía cafetalera, activaron en Costa Rica la polémica relativa al futuro de la patria. Y en esto sobresalieron los ácratas.
Yo diría que sí hay pensamiento costarricense. La prueba la tenemos en Roberto Brenes Mesén, Joaquín el García Monge y Omar Dengo, intelectuales que Luis Ferrero estudia en este libro. De don Roberto destaca su pensamiento filosófico, de García Monge su amancia y ciencia, y de Omar Dengo sus opiniones educativas y políticas. La fuerza doctrinaria de ellos paralelamente alienta el proceso de madurez que estaba constituido por el rico espectro de inquietudes latinoamericanista, pregonadas desde los escritos de José Martí y José Enrique Rodó, dos grandes penadores que se leían en todo el continente.
Los ácratas lucharon siempre por el hombre singular y compartieron la idea de que la felicidad y moral no se procura en una ególatra relación hacia sí mismo, sino hacia los demás. Por ello, es pensamiento estaba regido por la tríada de Verdad, Belleza y Justicia.
Los jóvenes desconocen todos esos aportes porque nuestro sistema educativo no les presta atención a pesar de que los tres ácratas que Ferrero estudia fueron creadores de tradición y condujeron el conflicto por renovar a Costa Rica. En cambio, la mayoría de los jóvenes actuales está metida en la dinámica masificadora y transnacional. Quizá el problema primordial en la actualidad no es de identidad en un sentido estrecho con su indicación ideológica nacionalista. Ahora bien, la posibilidad de sobrevivencia cultural significa un ejemplo polémico para que podamos entrar a discutir. Y Ferrero nos da los instrumentos indispensables en este libro como en muchas de sus obras publicadas anteriormente.
No puedo omitir con relación a lo universal el problema de la globalización. Este asunto de la globalización de la cultura no significa, como anuncian ciertos sectores que ahora todos podemos participar democráticamente de una cultura total. La realidad es que los países desarrollados están globalizando a los demás. Y en esta transformación lo que estamos haciendo es recibir y consumir pasivamente la producción simbólica que nos viene del norte. No somos interlocutores reales en ese proceso: no hay busca real, solo una emisión de allá para acá.
Si realmente queremos nuestra tradición sea cómo se ha venido operando la transformación de hechos humanos particulares en una esencia universal, algo mucho más grande y espléndida capaz de unir personalidades disímiles bajo un solo sentimiento de identificación. La verdad de los tres ácratas fue transformadora porque tuvieron fuerza suficiente para mover los esquemas que manipularon su sociedad.
Y, al respecto, Explosión creadora nos devuelve una realidad transformada en voz de la conciencia. Ese papel del hombre investigador es un tema recurrente en la obra de Luis Ferrero. Es decir, su prestigio como investigador de nuestra cultura se ve engrandecido por una cualidad humana bastante extraña en nuestros días: la lealtad consigo mismo. Y en Explosión creadora demuestra, de nuevo, ser coherente con sus principios y convicciones en lo que se refiere al rol del escritor frente a la obra literaria y a la sociedad.
La intolerancia y el fanatismo, -constantes en la historia de nuestros pueblos-, entorpecieron en mucho las actuaciones de Brenes Mesén, García Monge y Omar Dengo.
Este libro demuestra la honestidad y rectitud de Luis Ferrero quien arriesga en no caer en la inercia y el pesimismo.
De ahí que leyendo su breve historia de la Escuela Normal de Costa Rica, ensayo con que cierra este libro, surgen ideas en torno al sistema educativo de hoy que es forzoso poner sobre el tapete. ¿Cuánto no es efecto del mismo sistema dentro del cual los educadores se ven obligados a trabajar? Los malos sueldos, la falta de estímulo, la cantidad excesiva de alumnos en las aulas, las carencias materiales de las escuelas, las “genialidades” de superiores, la grotesca coacción de modas, las actitudes irracionales de tantos padres de familias, y, en general, de las comunidades.
Y juzgando, lo único que pienso es cuán urgente resulta leer el libro Explosión creadora, de Luis Ferrero, para que meditemos en cuánto hemos perdido al implantar tanto zarandeo en el sistema educativo. Volvamos a las ideas fundamentales de Brenes Mesén, García Monge y Dengo. No hay dudas, preocuparse por este problema es luchar y tener entre manos un duro trabajo.
 



 


     

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Revisado el: 06/07/09 08:05:22 AM.

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