Washington, 21 de marzo de 1933
Mi querido José María:
Con el placer de costumbre recibí y leí
su interesante carta del 18, con la que me devolvió las
copias de "Elocuencia" y "Calvin Coolidge". Se la contesto
por orden de asuntos.
Educación.—
1870-71, Escuela privada de doña
Eusebia Quirós, en donde aprendí el abecedario y
medianamente a silabear y decorar o sea leer cancaneando;
Catecismo de Ripalda; contar hasta cien y hacer números
dígitos con pizarrín y pizarra y uno que otro palote y
curva, preparatorios para el curso de caligrafía que después
hice bajo la dirección de mi padre, quien era uno de los
mejores pendolistas de aquel tiempo. (Véase mi artículo
"Para justicias el tiempo".)
De 1871-75, Escuela pública elemental
bajo Chepe Céspedes, Adolfo Romero, Amadeo Madriz y Juan de
Dios Trejos. Allí me distinguí de tal manera que, al
fundarse el Instituto Nacional, fui escogido, en compañía de
Nicolás Chavarría Mora, para ocupar las dos becas a que la
provincia de San José tenía derecho. En ese Instituto,
1876-80, cursé enseñanza superior con el resultado que
describo en mi artículo "Mi primer empleo", ganando todos
los cursos, muchas medallas de primera clase en los
concursos de oposición a premios y muy señalados elogios de
mis profesores. La circunstancia de haber ganado todos los
primeros premios (medalla de oro) en el quinto año, me daba
derecho, ipso facto, a que se me confiriera cualquiera de
los grados que el Instituto confería, a saber: Bachiller en
Artes, Maestro de Obras, Perito Mercantil o Perito Agrónomo,
según promesa formal del entonces Rector de la Universidad
de Santo Tomás, de la cual era parte el Instituto, quien
probablemente la hizo en la creencia de que quien obtendría
ese honor sería su hijo Jorge Castro Fernández, pero como yo
lo vencí, cuando yo pedí se cumpliera la promesa, me
contestó que el reglamento exigía exámenes especiales, etc.,
etc., que él no podía excusar... Véase final de mi
mencionado artículo "Mi primer empleo".
La gran pobreza en que se encontraba mi
familia me obligó a trabajar todo el día y parte de la noche
para cubrir nuestras necesidades y, estudiando sin maestros,
aprendiendo prácticamente en el expedienteo de oficinas
judiciales y bufete de abogados y notarios, adquirí
suficientes conocimientos para llegar a tener a mi cargo,,
bajo la inmediata vigilancia de su propietario Licdo. don
Inocente Moreno, la sección notarial de su oficina de
abogado y notario, considerada entonces como la de mayor
clientela y una de las más acreditadas en todo el país. Fue
en ella que, al ponerse en vigencia la nueva codificación,
escribí y publiqué mi librito "Fórmulas usuales en el
ejercicio del notariado", que fue usado por todos los
notarios de aquel entonces y aceptado por el gobierno como
correcto, después de oída la opinión de expertos
jurisconsultos.
En 1889 fui a Bogotá y, estando allá,
el gobierno de Costa Rica me nombró vicecónsul. Allá cultivé
las bellas letras y escribí en varios periódicos bajo
diferentes seudónimos, en su mayor parte acerca de Costa
Rica. Durante los dos años y medio que pasé en Bogotá hice
muy íntimas relaciones con notables prosistas y poetas
colombianos: Jorge Isaacs, Jorge Pombo, Santiago Pérez
Triana, Rafael Pombo, Roberto MacDouall, José Asunción
Silva, Julio Flores, Samuel Velázquez, Rivas Frade y Rivas
Groot, y otros cuyos nombres se han borrado de mi memoria.
Ese roce me fue de mucho provecho como educación literaria y
para formar mi estilo.
De vuelta en Costa Rica, tomé de nuevo
a mi cargo la notaría del Licdo. Moreno, la que había
decaído notablemente. Acepté después la oficialía mayor del
Ministerio de Relaciones Exteriores (creo que en 1892), a la
que renuncié pocos meses después y abrí mi propia oficina
como procurador de negocios judiciales, en la que obtuve
mucho éxito, contando con poderes de casas comerciales
importantes y de muchos particulares, especialmente en Santo
Domingo, a quienes manejé sus asuntos judiciales,
especializándome en arreglos de mortuales y testamentarías y
levantando títulos. En el intertanto escribía de cuando en
cuando artículos de carácter político y asuntos de
momentáneo interés que fueron dándome cierta nombradía,
especialmente entre los opositores a la administración del
Licdo. don José Joaquín Rodríguez. Establecí en compañía del
Licdo. Moreno la primera litografía que hubo en Costa Rica y
que imprimía, entre otras cosas, una hoja de caricaturas
llamada "El Padre Español", la que fue perseguida por el
gobierno y ocasionó acusaciones hasta en el propio Congreso.
Fui elegido (1895)
(1) en la
administración Yglesias diputado al Congreso por San
José.
(1)
En realidad, debe haber sido en
1896 porque una gacetilla publicada en La Patria, de
Aquileo Echeverría, No. 155, del 9 de abril de 1896, pág. 3,
anuncia: "Entre los nuevos diputados electos figuran don
Miguel Pacheco, don Manuel González Z. y don Francisco
Vicente Sáenz. Todos son jóvenes y aman como se debe a su
cara patria. Estos nuevos elementos, que llevan al Congreso
sangre ardiente y juvenil vigor, puede ser que lo reanimen y
hasta es probable que destierren del augusto cuerpo la
anemia aguda de que padece hace ya tiempo". (Nota del
editor).
Milité
en la oposición, en escasísima minoría, pero allí me
distinguí por mis luchas para evitar manejos contrarios a
los intereses del país, especialmente: establecimiento del
talón de oro, para el cual el país no estaba preparado aún y
que, como Ud. sabe, fracasó pocos años después de
establecido; hipoteca a cortísimo tiempo y alto interés de
las acciones (666,666) de Costa Rica en el Ferrocarril de
Costa Rica que, como Ud. sabe, se perdieron por la miserable
suma de poco más de cien mil libras esterlinas y nos
quitaron voz y voto en los manejos de la administración de
esa empresa; y nombramiento del presidente de Francia para
arbitro en nuestra contienda de límites con Colombia
(después Panamá) que trajo por resultado el que yo preveía:
la pérdida de cerca de 18.000 millas cuadradas de nuestro
territorio y finalmente el desastroso llaudo del Chief
Justice Americano como escena final de la mencionada
torpeza.
Fue a principios de mi actuación como
diputado que rompí a escribir mis cuadros de costumbres
(1895) en La Patria de Aquileo, diseminándolos luego en
varios de los periódicos de entonces: (El Heraldo. La
República, La Revista. Pandemónium, etc.)
Al final de la administración Yglesias,
1900-1902, fundé y edité mi diario El País. (Véase el
prólogo, 'Con el autor", de mi libro La Propia). En ese
diario, fundado para desquiciar a la administración
Yglesias, escribía editoriales, gacetillas, cuentos, etc.,
con versatilidad asombrosa y, por ende, a vuela pluma, de
donde se deduce que entre ellos hay poco de algún mérito
literario. Al mismo tiempo colaboraba bajo distintos
seudónimos en otros periódicos de oposición y lanzaba hojillas sueltas enderezadas a formar opinión entre las masas
populares para la transición política que al fin triunfó,
llevando a la presidencia al Licdo. Esquivel.
Durante esa larga y acongojada refriega
cultivé las mejores plumas que entonces lucían en Costa Rica
y algunas extranjeras como Chocano, Soto Hall, Julio Flores,
Uribe Uribe y otros.
Pasada la administración Esquivel,
que terminó con la traición que éste nos hizo en 1906, me vine
a Nueva York y me establecí definitivamente aquí.
Ya en 1893 yo había estado de paso en
Nueva York y había visitado también de paso Inglaterra,
Holanda, Bélgica, Francia e Italia y, como mal que bien
entendía y hablaba inglés, francés e italiano, juzgué que no
me sería difícil obtener ocupación, lo que efectivamente
ocurrió.
Desde aquí en Nueva York,
esporádicamente escribí cuentos que enviaba a Costa Rica, en
donde eran muy bien acogidos. Los contiene la segunda
edición de Leí Propia y después de esa edición, 1921, he
escrito no menos de quince, algunos de los cuales están
inéditos, esperando poder llevar a cabo mi idea de una
tercera edición que contendrá los mejores de mis cuentos
publicados y no menos de ocho inéditos y con un prólogo que
ha escrito el notable poeta y prosista Santiago Arguello,
con quien cultivo muy buenas relaciones.
Escribí también en 1929 mi Oda a Costa
Rica, primer ensayo mío en el campo de la poesía. Lo publicó
en la Imprenta Alsina el Secretario de Educación Pública en
Costa Rica, juzgándolo digno de ser leído en las escuelas y
colegios de Costa Rica. Después he escrito algunas otras
composiciones en verso, las que juzgo de poco mérito y
muchas de las cuales Ud. conoce.
En Costa Rica fui aclamado miembro del
Ateneo.
Por allá de los años de 1909 o 10 fundé
en Nueva York, (2) con varios
literatos latinoamericanos, americanos y españoles, el
Círculo Literario Hispano que contaba con cerca de 600
socios y que dio varias veladas literarias que fueron muy
lucidas y aclamadas.
(2) El Círculo Literario Hispano fue
incorporado bajo las leyes del Estado de Nueva York y aprobó
su reglamento el 19 de enero de 1911-Celebró su fiesta
inaugural el 4 de abril del mismo año. El Círculo distribuyó
después a sus miembros un folleto de 52 páginas en que
estaban consignados el programa, los discursos y una crónica
de la velada. (Nota del editor).
Fui su presidente y se me reeligió
cada año durante los cuatro de su existencia. Allí pronuncié
el discurso de inauguración y varios otros que publicaron
periódicos españoles de aquí y de otras partes.
En unión de varios buenos españoles e
hispanoamericanos reorganicé la Sociedad de Beneficencia
Española de Nueva York, bajo el nombre de la Unión Benéfica
Española, por allá por 1912, (3) y que aún funciona muy
fuerte y con gran provecho; al retirar-' me de las faenas,
cuando la vi próspera y en buen camino, por aclamación se me
dio el título de presidente honorario de ella, único
individuo particular que lo ostenta. Con frecuencia, en sus
sesiones generales anuales, se me invita a pronunciar
discursos de los que se muestran los socios muy satisfechos.
Los ha publicado La Prensa de Nueva York.
De 1910 a 1915 desempeñé el cargo de
Cónsul General de Costa Rica en Nueva York, ad honórem, por
las difíciles circunstancias financieras del erario de Costa
Rica. Con otros colegas fundé entonces la Asociación
Consular Latinoamericana de Nueva York, para cuya
presidencia se me eligió y reeligió hasta que renuncié al
consulado.
En 1904 fue nombrado Comisionado
General de Costa Rica para la exposición Internacional de
San Luis, (4), cargo que desempeñé durante nueve meses.
(3) Los estatutos de la Unión
Benéfica Española (The Spanish Society) fueron aprobados
y puestos en vigor el 15 de octubre de 1919, según
resolución adoptada por la Asamblea General celebrada el 29
de agosto de 1919 (Nota del editor).
(4) "Costa Rica presentó una extensa
colección de cafés y cacaos; su exhibición incluyó también tacabo, chocolate, frijoles, fruta seca, vinos y una
importante colección de fibras". D. R.
Francis, The Universal Exposition of 1901.
St. Louis. 1913; tomo I. pág. 463. (Nota del
editor).
Por allá por 1924 fui nombrado
inspector general de consulado de Costa Rica en los Estados
Unidos, cargo que serví ad ho-nórem hasta que en mayo de
1932 se me encomendó la Legación de Costa Rica en Washington
en el carácter de encargado de negocios ad interina el que
estoy desempeñando.
En la sección literaria de The Times,
de Nueva York, y The Tribune, de Nueva York, se publicaron
críticas de mis cuentos, La Propia, y de mi Oda a Costa
Rica, ambas de la pluma de Mrs. Muna. Lee, bien conocida y
nombrada escritora americana que hoy es profesora de la
Universidad de Puerto Rico.
Muchos de mis cuentos han sido
reproducidos en España y en América y hasta se me ha
pirateado mi libro La Propia por una casa editorial
Española. (5).
Desde hace cinco años he venido
trabajando en la formación de un vocabulario o vademécum,
titulado El médico, la enfermera y el paciente extranjero,
en seis idiomas (español, inglés, italiano,, francés,
portugués, y alemán), que tiene por objeto facilitar a los
médicos y enfermeras el hacerse entender de pacientes que
hablan cualquiera de estos idiomas solamente. Todos los
médicos que lo han visto lo han declarado útilísimo y hoy
mismo está sometido al Congreso Médico Panamericano que está
reunido en Dallas, Texas, el cual seguramente lo refrendará
y recomendará a todos los miembros de la Asociación
Panamericana. Tengo cartas muy elogiosas de los principales
directores de esta Asociación Médica. Con este endoso,
sobrarán editores que lo publiquen y distribuyan.
En Nueva York desempeñé el cargo de
facturador comercial e intérprete en la Casa de W. R. Grace
& Co., así como el de redactor de documentos legales en
castellano; después el de jefe del departamento de
(5) El tomito 15 de la Colección Ariel, Magón, La Propia ) otros tipos y escenas costarricenses,
San José, 1912, fue incorporado por entero a las Memorias de
un semibárbaro (Novela), de Rafael Bolívar Coronado,
publicadas en Madrid en 1921 por Editorial-América
(Biblioteca Andrés Bello, 71), págs. 123-250. (Nota del
editor).
clientes directos; de allí
salí a ocupar el puesto de jefe de servicio de la Pan American States Asociation; y de allí fui llamado al
desempeño del puesto de jefe de la división latinoamericana
del departamento de comercio extranjero de la National
Association of Manufacturers of the United States, el que
serví por cerca de diecisiete años y del que salí para
venirme a Washington al actual puesto. Con Grace estuve
cerca de siete años.
En una u otra forma he dado
conferencias en varias ciudades americanas.
Por encargo especial de la colonia
española de Nueva York hice la presentación del gran
dramaturgo español don Jacinto Bena-vente ante un auditorio
de no menos de dos mil personas en el New York Theatre.
En 1922 fundé con otros la Cámara de
Comercio Centroamericana y por diez años fui uno de los
directores y su secretario perpetuo. En 1924 ayudé a fundar
la Cámara Brasilera-Americana, la que me nombró su primer
presidente, honor que decliné por no ser ni brasileño ni
americano.
Y no recuerdo qué más cosas he hecho o
ayudado a hacer.
¡Ah, sí! En 1906 fui profesor de
castellano y literatura en el Liceo de Costa Rica y Colegio
de Señoritas en San José.
Creo que fue en 1915 que fui profesor
de castellano en la New York Evening High School, de Nueva
York, y poco tiempo después se puso a mi cargo la clase de
castellano comercial de la Sección de Wall Street, de New
York University, cargo del que hube de renunciar por no ser
ciudadano americano.
Un apretado abrazo de su invariable
amigo,
MAN. GONZÁLEZ
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