Confluencia
de talentos
A mediados de 1994, el Museo de Arle Costarricense le solicitó a Efraím
Hernández ser el curador de una exposición de Fahio Herrera que abriera
la cartelera de 1996. A partir de entonces, el historiador del arte
asumió con un rigor admirable la ardua tarea de buscar, descubrir,
estudiar y ordenar las múltiples huellas del infatigable creador.
El periplo de un estudio a otro, entre San José y Puntarenas, Puerto
Viejo y Guadalupe, Tibás y Nueva York se prolongó a lo largo de un año.
Ante aquel mar abierto de obras, donde navegaba una cantidad ilimitada
de trabajos, el curador debía articular los destinos aparentemente
separados de las creaciones para delimitar un territorio que le
permitiera al público apreciar la coherencia que caracteriza la
diversidad de Fabio Herrera.
La tarea fue ardua, pero apasionante; un ejercicio de racionalidad
contundente frente a la urgente responsabilidad de seleccionar. Y eso
que el proyecto se delimitó con claridad desde un inicio: sólo se
exhibirían pinturas y obras en papel de 1993 a 1996, porque el Museo
deseaba mover el péndulo de los proyectos históricos que identificaron
su agenda 1994-1995, hacia la contemporaneidad. Nada mejor que un
clásico de nuestra época: Fabio Herrera.
El esfuerzo de este ejercicio, traducido en la presente exposición, nos
demuestra la madurez de Efraím Hernández como investigador y curador. Un
artista como Herrera, de producción versátil y cuantiosa, sólo podía ser
atrapado en un esfuerzo de síntesis por un estudioso en la plenitud de
sus facultades: claridad cíe pensamiento, método riguroso de trabajo, y
un balance adecuado entre el apasionamiento por la obra y un severo
juicio crítico sobre la misma.
Con el pretexto de ordenar la producción de Fabio Herrera de los últimos
años, Efraím Hernández hizo una lectura totalizadora de la producción
artística de Herrera. Seleccionó y presentó las obras en tres vertientes:
materia, gesto y signo, pero a su vez acentuó otras características: el
énfasis en lo arquitectónico y lo orgánico, el interés por la estructura
y la tensión, la orientación hacia lo primitivo y lo ritual. Desde la
perspectiva de la síntesis, vinculó la producción actual con la de otras
épocas, y estableció puentes entre la obra de tendencia figurativa y la
no representativa.
El Museo de Arte Costarricense se siente profundamente satisfecho de
haber contribuido a exhibir esta gran lección, la de un artista en plena
madurez, respaldado por una obra sólida, y la de un curador capaz de
demostrar cómo Fabio Herrera ha cultivado laboriosamente su parcela y
cuáles son los frutos de su cosecha: ser un bastión firme de la plástica
costarricense contemporánea.+
Rocío Fernández de Ulibarri Directora
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