Flora      

       Luján

                Pintora

               1915 -1979

              marzo 16 - abril 15, 1988

               Sophia Wanamaker

            Galeria

 

 

 


 

 

 

 

 

"RETRATO DF FLORA LUJAN"

Juan Manuel Sánchez

   

FLORA LUJAN


Nació en San José de Costa Rica en 1915. Se graduó en la Academia de Bellas Artes de San José de Costa Rica en 1947. Participo en exposiciones colectivas en Centroamérica, México (la Bienal) Colombia y España (2a Bienal).


Realizó varias exposiciones individuales: en el Museo Nacional, en el año 1955 y en 1970. En la Galería Amighetti en 1967. Hizo un mural en la Escuela Normal de Heredia, en técnica fresco, con dimensiones de 3 m x 8 m, en marzo de 1955.

 Trabajó como profesora de Artes Plásticas en escuelas de enseñanza media; Escuela Normal de Heredia y Liceo de Costa Rica. Dio lecciones de Historia de Arte en la Academia de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica en 1947 - 1950 para sustituir en estos lapsos al profesor de la cátedra.

 Tuvo a su cargo durante 1959 el curso de artesanía para profesores de segunda enseñanza, organizado por el Ministerio de Educación Pública. Murió en San José de Costa Rica el 27 de noviembre de 1979.

 


       

FLORA LUJAN

     

Recuerdo desde mi infancia a Flora Lujan como una persona atractiva, con gran fuerza vital, sonrisa fácil y trato cariñoso. En vida fue la esposa de mi tío Paco. A menudo yo jugaba con sus hijas en aquel ambiente de su hogar de bella sencillez, adornado con materiales naturales y artesanías traídas de sus muchos viajes. Gustaba de los arreglos con flores silvestres recogidas en sus incursiones al campo para pintar acuarelas. Yo admiraba la serena y al mismo ¿ tiempo exótica belleza de su casa. Entonces no podía í, comprender que todo ello era consecuencia de su cultura y gran sensibilidad artística.

En sus primeras obras de arte noto la influencia del maestro Amighetti, pero luego su refinada sensibilidad modeló un estilo propio. De su obra madura quisiera destacar sus  flores, realizadas en la década del 60, en óleo sobre tela con formato grande, de bello diseño y atrevidos colores. Aún hoy estas flores resultan de concepción audaz, por su expresionismo casi abstracto, por su técnica de grandes manchas resueltas con grafismos ejecutados directamente con el tubo, la espátula o el pincel, y con una libertad de movimiento controlado y audaz. Una obra de pequeño formato denominada "Interior", de carácter intimista y gran encanto, es una muestra destacada de esta técnica.

Las acuarelas de Flora Lujan se caracterizan por el trazo rápido, la mancha libre y un refinado uso del color. Entre ellas el retrato de Lilia Ramos, es una buena muestra de la modalidad de retrato en acuarela.
Flora trabajaba con deleite, dejándose llevar de su sensibilidad, intuición y conocimiento, y por la dicha de crear con libertad. Con la misma intensidad con que pintó, también se entregó a la enseñanza del arte. Muchos recordamos sus lecciones llenas de entusiasmo y creatividad.
Como compañera de Francisco Amighetti lo soportó y alentó en los tiempos de lucha y a la vez estimuló la vida artística de su esposo. Por diversas circunstancias la obra de Flora Lujan no fue ampliamente conocida, quizás en parte por su temprana enfermedad, ocurrida a la edad en que muchos artistas están en su mayor productividad. Esta exposición lleva a las generaciones que no la conocieron, la obra de Flora Lujan. Cabe señalar que gracias a esta iniciativa del Centro Cultural Costarricense Norteamericano, el Museo de Arte Costarricense inició la preparación de un registro sobre su obra, para conocimiento de los estudiosos de la historia del arte costarricense.
En esta oportunidad el Centro Cultural, realizando un encomiable esfuerzo, recoge parte del trabajo de Flora Lujan, permitiendo que su obra llegue al público en general y particularmente por la juventud, para su conocimiento y deleite.

Grace Herrera


         

     

A FLORA...


Ingresé a la Escuela de Bellas Artes cuando esta se encontraba temporalmente en el Edificio del Tennis Club en el Barrio González Lahmann, y unos meses después nos pasamos a la Universidad que acababa de construirse en el Potrero de los Gallegos.


Sentada en un banco, con un álbum de dibujo apoyado en sus rodillas, descubrí en el primer día de clases a una compañera que atrapó mi atención y la mantuvo así los cuatro años que duraron nuestros estudios.


Su pelo lacio, pesado, con el tono dorado de las hojas de otoño, parecía ser de algún metal extraño y me preguntaba si este peso no acabaría por causarle molestias. Cuando sonreía, sus ojos chispeantes se achinaban y sus dientes fuertes de animalito salvaje brillaban. Flora Lujan no sólo era una señora con dos hijitas pequeñas, era también la esposa de Francisco Amíghetti, nuestro profesor de Historia de Arte, que con Manuel de la Cruz González compartía la admiración total de sus alumnas.


Esta condición debía haber creado una situación especial entre nosotros, pero no era así. Flora era la más dispuesta a romper el orden, a inventar paseos, a gastarles bromas a los profesores que llegaban de saco y corbata (sólo recuerdo a uno que enseñaba Anatomía), pero era también la única que tenía un estilo definido, una manera de ser diferente, de pintar diferente, de vivir y sentir aspirando la vida a grandes bocanadas, disfrutando de una copa de vino como si su rojo temblor fuera destilado de graneles, o una taza de té, como si nos la sirvieran en el Palacio de Buckingham.

Los colores de su paleta se atropellaban para inundar sus cuadros. Sus pinceladas desordenadas, creaban la sensación de que los momentos por ellos atrapados pertenecían a un mundo mejor, más alegre, más espontáneo, más vital.


Me pintó un hermoso retrato sentada en la poltrona en que mecía a sus hijas, en la casa que por muchos anos ocupara junto al Cine Rex, frente al Parque Central y al comentarle que no le encontraba el parecido a esos ojos adormilados y la sonrisa misteriosa, respondió: "Eso piensas tú, la verdad es que vista desde aquí, eres una tranquila dama del Renacimiento que sin querer se ha comido un canario".


Pintó pocos cuadros y creo que muchos se han perdido, entre ellos mi retrato. Pero cuando admiro la naturaleza muerta que ragaló a mi hermana, o su cuartito de Barba, siento que Flora sigue viva en cada uno de ellos, que su risa, su humor tan "Lujan", su ternura a flor de piel, su estilo definido, tan distintos de los demás pintores costarricenses, permanecerá para siempre con nosotros.

Graciela Moreno


       

ONIRISMO EN LAS ACUARELAS DE FLORA LUJAN

     


Uno de mis deleites íntimos es darme a observar gente en camino de realizarse y, a tiempo, en la fruición de sus obras. A pesar de nuestra amistad, yo no había tenido la ocasión de solazarme en el trabajo de Flora. Inexplicable su actitud; sólo me permitía verla en el manejo de sus pinceles y mostrándome el revés de caballete o marco. Y luego, ocear el resultado de su faena, como si yo, aficionada entusiasta nada más, Fuera un zoilo...
Hice varios recorridos en su exhibición en la Galería Amighetti, uno en su dilecta compañía. Viajes sentimentales que me regalaron variadas emociones, una de ellas la conmoción de recuerdos plácidos de mi deambular por estudios y museos. Si Yolanda Oreamuno hubiera podido visitar la exposición de Flora, le habría dicho; "Te felicito porque llegaste a la diáfana madurez".
Mi trajinar global dejó en mi ánimo impresiones definidas. Flora no teme la espontaneidad... está libre de la ordenación arquitectónica de algunos acuarelistas. Con su numen y recursos logra una.atmósfera de enigma, algo así como lo que obtiene Diño Buzxati con sus historias.
Sus acuarelas son cálidas y sugestivas. Los precisionistas, Demuth y Sheeler, etc., bajan mi temperatura: dan con la esencia y la fijan con maestría verdadera. Mas... del último he visto obras tan perfectas que estorban el vuelo de la imaginación. A fuerza de empeñarse en expresarlo todo, no comunican mensaje. ¿Es que lo poseen? El cromatismo de Flora Lujan en sus creaciones Escazú y Mata de Limón, me trae reminiscencias de uno de mis artistas favoritos: Derain. El estímulo; el empleo de verdes y azules en la transición del francés de "fauve" a naturalista clásico. Amplío mi aserto y para esto copio una frase de Yolanda Oreamuno: se trata de "analogías que no son influencias".

Y... ¿si las hubiera? ¿A quoi bon?, diría Malraux quien ha reiterado que nadie escapa de ellas. Sostengo; el que niega la posibilidad de ascendiente en su labor creadora, proclama su falta de ilustración, de receptividad o de ambas. Flora Lujan ha puesto en marcha todas sus potencialidades y ha bebido en fuentes diversas.

El producto de esos afanes se evidencia en el sello individual que aprecio en sus acuarelas y en el óleo sobre papel.
Los juegos acuáticos están preciosamente realizados. En la Marina número veintiocho, me parece que Flora se desembarazó de vivencias terribles, quizá dramáticas.
Arte de necesidad interna.
Kandinsky
Aparición inevitable; por un ventanillo de mi edificio de memorias asoma Albert P. Ryder y con él su holandés errante. ¿Dónde en su "lago interior"
oculta Flora la angustia, denominador común de los mortales, ante las fuerzas de natura o del destino, en vista de la insignificancia del hombre? Para mí ella, como el pintor estadounidense, hacen del mar el símbolo de la amenaza eterna que transforma a la humanidad en un juguete a la deriva...En el arte de Flora de Amighetti hay una peculiaridad que atrae mucho mi interés: las flores. Un nuevo asalto de recuerdos: Sheeler busca modelos en su esplendor, en su apogeo. En cambio, Braque espera su decadencia; éste afirma: "Me acerco al objeto en el momento en que sólo sirve para echarlo a la basura". Pinta una estufa que no genera calor... una cachimba en la que es imposible fumar... una guitarra, un violín, una mandolina en que no se puede tocar.
Me interroga: ¿Las flores despiertan la compasión o la simpatía de Flora cuando están a punto de soltar sus pétalos? En sus acuarelas ofrecen el cuadro de un proceso de moribundez. Sin embargo, se las mira en plenitud, lozanas como si se operara un milagro: el de mantenerlas sobre los pedúnculos evitándoles su caída. Más bien parecen esfumarse en el aire, en marcha hacia arriba y tras la perpetuidad...
En uno de sus ensayos, todos muy iluminadores, Marie Bonaparte asegura que la flor es el símbolo de la negación de la muerte. Por su naturaleza, lo es de la fugacidad de la primavera, del goce, de la hermosura. Por su forma, es la imagen arquetípica del alma. El mar es alegoría también: el mediador entre la vida y la muerte. Estas ¡deas ricas en sugerencias, instigan al sicólogo a una interpretación de las cifras que entrañan flores y marinas en la obra de Flora. Pero no debo alejarme del ángulo del arte. Sólo diré que sus marinas expresan inquietudes fundamentales, hasta pueden revelar una tempestad afectiva, y sus flores, un miedo enorme a desaparecer sin el logro de una realización acariciada, en enlace a un ideal por obtener: la certeza de haber hecho un trabajo perdurable y con él, alcanzar ta serenidad de espíritu.
Diciembre, 1967.
Un velo tenue de onirismo flota en su obra, especialmente en Arrabal. También en las marinas, destaco la número quince, y en las flores. Lo percibo claramente y me vienen asociaciones: el Nacimiento de Venus y el cornijal izquierdo de Criatura del destino y algunos óleos con flores de Redon...
Varios fragmentos decorativos de Chagall, Ángel y poeta es un ejemplo, sin la nota de pesadilla liviana del ruso.
Y es que en las acuarelas de Flora no hay imágenes condensadas ni superpuestas ni ellas se desplazan. Los sueños apenas sugeridos por el cromatismo y la manera de pincelar, son de los que tejen los venturosos en la satisfacción de anhelos que no entrañan remordimientos...
Flora trata la figura humana como si fuera una flor; la acaricia, ta forma dándole la esencia de su feminidad y su ternura maternal. Vierte una luz interna que baña de gracia toda su obra de artista.
Arturo Echeverría L
El poeta lo dijo... Tomo un lugarcito para añadir; Flora hace gestos, actitudes, ademanes, de cada sujeto y plasma lo sui generis. De ahí la originalidad de sus retratos. Pintó muy bien a Nidia en su aire altivo, el que despliega en situaciones que la intimidan... Y la delicada prestancia del Negro, su mejor acuarela en esta línea. Flora volcó su sentimiento de cariño y estima por su alumno... Es una obra realmente hermosa. Los amigos dicen que la artista me sorprendió en momentos de reflexiones graves...
No vibro con sus maternidades. ¿Mi culpa? ¿Piensa la artista que el tema es un imperativo del autor? Los convencionalismos suelen herir a mansalva.
¿Es que Flora, muy limpia de ellos, se dejó atacar?
Los desnudos tampoco suscitan mi admiración, No obstante, el número ocho me gusta por la nitidez que le dio la evanescencia de las flores. Escasas pinceladas y el amarillo del veintiuno, bastaron para brindar el ensueño a su cuadro.
Flora ejecuta los paisajes con auténtica filis. Siento que revelan su apogeo a la naturaleza, por no aventurarme a decir su identificación. Ama su dintorno y lo brinda con ternura al otorgarle categoría de género humano. Hay tanto fervor en la artista al pintar el espacio abierto del mar, como en el medio cerrado de algunas villas y ciudades, Honduras y Bloomington.,.
Lilia Ramos
La Prensa Libre, 22 de diciembre de 1967


FLORA LUJAN


El nombre de Flora Lujan se asocia de poetas y pintores familiares suyos, entre quienes asoman sus brotes de arte en sincero florecimiento adolescente y espontáneo. Podría ser simbólico el hecho de que conocimos como su primer óleo una graciosa versión de unas flores, que ya nos llevó entonces a pedirle: "Flora, ¡denos más flores!". Amigable petición que su impulso vocacional hizo realidad constante y tan sentida, como para contribuir en mucho la realización de su vida íntima con el artista polifacético Paco Amighetti Ruiz. El tan conocido y estimado don Paco, tan firmemente arraigado en las actividades y preocupaciones estéticas nuestras.


El paso de Flora por la enseñanza artística fue también fecundo y positivo: la Escuela Normal de Heredia y el Liceo de Costa Rica la contaron entre sus profesores aptos y distinguidos, puesto que no omitía esfuerzos y luchas en bien de la causa educacional de las artes. Por cierto que una de sus prácticas importantes fue la de conducir alumnos a las exposiciones pictóricas del Centro Cultural Costarricense Norteamericano, así como a la proyección de las mejores cintas cinematográficas traídas por tal centro para su divulgación y nuestro deleite. Aún señalaríamos sus horas extra-horario o "vocacio-nales", para el cultivo del delineado, la acuarela, la tempera y el óleo, y su gestión social en el departamento "ayuda al estudiante pobre".


Ida Flora, su amplio recuerdo nos la hace presente en el sentir de lo que fue fraternal compañía, hoy continuada en hondos imperativos de la mente y el espíritu.

Juan Manuel Sánchez

 


UN ENCUENTRO CON FLORA LUJAN


Para la generación naciente de artistas e historiadores del arte, es una grata sorpresa conocer a Flora Lujan como artista. Muchas veces en nuestras lecturas la habíamos encontrado como mujer sensible, madre, esposa, compañera inseparable de Francisco Amighetti; hoy redescubrimos esta faceta que se encontraba para muchos de nosotros escondida.


Flora crece cercana al mundo del arte ya que su hermano el poeta Fernando Lujan estaba relacionado con el movimiento artístico-intelectual de la época. Esta cercana relación y su matrimonio posterior, hace que además de amiga fuera también modelo constante de pintores y escultores entre los que podemos contar a Juan Manuel Sánchez, Gonzalo Morales, Francisco Zúñiga y Juan Rafael Chacón.


Como artista, encontrar una línea conductora de su obra a través de su vida no es fácil, posiblemente debido a que su dedicación al arte no pudo ser exclusiva. Sin embargo pese a diferencias estilísticas según los períodos, su pintura es "profundamente femenina" tanto en la elección de las temáticas donde predominan las "flores", como en la delicadeza general del colorido. Las flores ejecutadas en los años 50s y 60s muestran el grado máximo de expresión de Lujan, dejando en la materia la huella atrevida de la espátula; los grafismos integran y desintegran a la vez las flores dentro de la obra, convirtiéndose éstas, sólo en un pretexto para la expresión de sus sentimientos más recóndidos.


Este redescubrir nos ha mostrado con más claridad a esta valiosa artista, que compartió trabajo, sueños y fatigas con Margarita Bertheau y un grupo de mujeres valiosas que han dedicado lo mejor de sus vidas a la pintura. También ha dejado en manifiesto el importante trabajo que como educadora, Flora impartió en planteles educativos como el Liceo de Costa Rica y la Escuela Normal de Heredia. Por esto, el esfuerzo del Centro Cultural Costarricense Norteamericano, recibe una amplia acogida del Museo de Arte Costarricense que ha tenido la oportunidad de colaborar en esta exhibición que enriquece aún más los nexos entre ambas instituciones.
lleana Ma. Alvarado
Museo de Arte Costarricense

         

El Centro Cultural Costarricense Norteamericano desea agradecer profundamente a aquellas personas que de una u otra forma han hecho posible esta exposición.