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Luís Arias  

 

   
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 Luís Arias se inspira en los moluscos. Reales son sus formas, aunque algunos las interpretan como formas abstractamente estilizadas o deformadas.


Al inspirarse en las formas de los moluscos no pretende un realismo verista. De ahí, sus claros contornos de sus obras integrándose al espacio y llenando oquedades por lo que, según el ángulo que se las contemple, adquieren una nueva dimensión. Utiliza las formas concéntricas y excéntricas para organizar y estructurar sus obras. De manera que Luis Arias materializa la simbiosis de su mundo sensorial y la fuerza elemental del mundo marino y sus manifestaciones formales. Su reto es conciliar lo orgánico, la fuerza vital y utilizar los elementos estructurales del caracol para expresar la pugna en el mundo viviente; fuerzas materiales que transforman al ser humano.

 

AI igual que otros escultores, él también abstrae. Al esculpir apenas se atreve a deformar, a distorsionar o a estilizar. En su mundo están los volúmenes densos y plenos, la tensión que viene desde adentro y acentúa el movimiento, la vitalidad. Siempre domina la mentalidad humanista y no importa que por su modernidad llegue a deformar para conquistar dinámicamente el espacio.

 
  Para destacar las formas, nuestro escultor prefiere y confiere a la luz un papel importantísimo. Por eso predilecta superficies pulidas. Busca la luz que da vida al resbalar lentamente sobre las superficies y que se detiene en los cortes o que penetra en algunas oquedades. En su preocupación por la luz también va a la búsqueda de la síntesis de la forma, en que se vigorizan los planos para buscar soluciones escultóricas
     
    El hacedor de caracoles, Juan Fernando Cordero Juan Fernando Cordero, La Nación
     
   

COMENTARIO
Ferrero, Luis
Luis Arias, escultor. En: “Al Día”, 25 de marzo de 1993.


LUIS ARIAS, ESCULTOR

Escuché en una sala de exposiciones algunos conceptos erróneos acerca de la escultura. Me parece conveniente aclararlos para quienes los escucharon puedan tener otras perspectivas.
La técnica es el medio para hacer expresiva la obra de arte. Ésta bulle en la mente del creador. Por medio de la técnica ese algo se transforma en obra de arte irrepetible. La técnica debe estar indisolublemente unida a la sabiduría artística. Es el anti-arte el que pregona el abandono de la técnica.
La conjunción de técnica y sabiduría artística resulta en lenguaje. Cada creador lo desarrolla según su sentir y personalidad para comunicarse con sus semejantes. Por eso, cambia la realidad por signos plásticos. Es decir, por formas. Crear una obra de arte es dar un sentido a la realidad. Cézanne llama a esto “realizar”. El artista procura llegar a los sentimientos y a la conciencia del espectador para que éste pueda vivenciar la obra.
Al dominar su ritmo básico, el modo de acción, el escultor crea un lenguaje artístico. “Recompone” los elementos. Y en la conversación en la sala de exposiciones alguien confundió “recomponer” con deformar y estilizar. Estos conceptos no son lo mismos. Deformar es desproporcionar. Estilizar es interpretar convencionalmente la forma de un objeto, generalmente alargando, haciendo resaltar tan sólo sus rasgos más característicos.

                         
     
   

En: “Al Día”, 25 de marzo de 1993.
Ahora, algo acerca de la exposición de Luis Arias.
Sus obras están inspiradas, sugeridas o buscadas en los moluscos. Los elementos están “recompuestos” para crear sentido a la vivencia artística bullente en la mente del artista. Muchos quienes las veían, las creían “realistas”. El artista renunció a lo accesorio y redujo los elementos a lo mínimo. Eso nos demuestra el resultado. Son las líneas y las masas las que dirigen el movimiento de los volúmenes.
El esculpir no es solo intuición. Es conocimiento. Es ciencia. Es imaginación. Es sabiduría del amor creativo para dar expresión auténtica. Y sobre todo, es voluntad por dar formas.
Toda obra escultórica contiene un elemento sensible. Pero también es el producto de una serie de intermediarios: técnica, ideas, sentimientos subjetivos del artista, etc. al tocar la conciencia y al dominar esos intermediarios el escultor produce una interpretación. Vigoriza recíprocamente la perfección de la obra, y la posibilidad de una respuesta correcta a su lectura para desentrañar la correlación objeto-sujeto.
Las esculturas de Luis Arias son bloques sólidos, macizos. No degeneran en fórmulas rígidas. Obedecen a una pulsante intensidad. Por consiguiente, son el resultado de un proceso de selección de líneas directrices y de las tensiones enérgicas interiores de las formas de los moluscos. Y todo lo logra el escultor con austeridad.
En síntesis, la obra de arte es historia tal como Bertold Bretch la entendía: se halla preñada de valores, ideas, necesidades y se integra en las aspiraciones de su tiempo. Y en esta exposición Luis Arias expresa una realidad. Simultáneamente crea otra realidad. Una realidad no patente fuera de la obra o antes de la obra sino precisamente solo en la obra.


 

    MAGAZINE LA REPUBLICA/ Martes 6 dfe febrero, 2007
     

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Revisado el: 17 de September de 2010 08:38:00 -0600.

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